Borrar
Consulta la portada de El Norte de Castilla
SEGOVIA

El maestro de escuela

PPLL

Lunes, 29 de septiembre 2008, 04:01

Era una escuela modesta, pero suficiente para un barrio no demasiado grande. Tenía una portada caliza del siglo XVI. Pasado el zaguán enlosado, se entraba en un pequeño patio que daba acceso a las clases primera, segunda y tercera. Las tres tenían ventanas a la calle del Doctor Velasco. Las campanas de San Esteban no sonaban por culpa del rayo que años atrás había destrozado la torre, que llevaba tiempo apuntalada y envuelta en un molesto andamiaje que hurtaba la contemplación de su belleza.

El nuevo maestro tomó posesión de su plaza en 1901. Amanecía el siglo XX y con él una nueva era. La escuela española no era ajena a los cambios que impulsaba la influencia de la Institución Libre de Enseñanza, por un lado, y de movimientos como el regeneracionismo y el obrerismo por otro. Los chiquillos que acudían al colegio de San Esteban tuvieron la suerte de encontrarse con Martín Chico. Él guió sus primeros pasos en la enseñanza y jamás lo olvidaron. Él forjó parte de su personalidad y siempre lo llevaron en el dulce recuerdo de sus años infantiles.

No resulta sencillo reconstruir la biografía de Martín Chico y Suárez a pesar de sus extraordinarias aportaciones a la enseñanza, pero las lagunas existentes también forman parte del escaso reconocimiento social del maestro. Cien años después de que dejara el colegio de Segovia, es tarea de chinos encontrar alguna referencia lo suficientemente completa para escribir unas líneas. Sus discípulos y su hijo Pedro Chico y Rello impulsaron en 1964 un homenaje con motivo del centenario de su nacimiento que permitió recordar su figura y poner su nombre a la escuela de San Lorenzo. Gracias a esta iniciativa, hoy podemos combatir el efecto devastador del tiempo y del olvido. Cien años son muchos años. ¿Quién se acordará de nosotros así que pasen otros cien?

Martín Chico y Suárez nació el 17 de julio de 1864 en Cehegín (Murcia), pero estudió para maestro en Madrid. Recién salido de la Normal, aprobó de manera brillante sus primeras oposiciones y fue nombrado maestro de escuela en Illescas (Toledo). No estuvo mucho tiempo en la localidad toledana, pero el suficiente para ser recordado por sus buenas obras y porque daba clases particulares desinteresadas fuera del horario escolar. Su plaza le reportaba 625 pesetas al año, o sea, 50 pesetas al mes o seis reales al día, y no podía enviar a sus hijos a estudiar a una capital, así que decidió opositar de nuevo. Con el número uno debajo del brazo, fue designado regente de la Escuela Normal de Segovia y se ocupó del pequeño colegio de San Esteban. Era el año 1901.

El pedagogo murciano empleó los mejores años de su vida profesional en la ciudad del Acueducto, donde permaneció hasta diciembre de 1908. En Segovia tuvo dos domicilios, en Daoiz, 34 y en Covarrubias, 10, actual calle del Vallejo, a un paso de su escuelita. En San Esteban, don Martín desarrolló las ideas pedagógicas de vanguardia que adquirió gracias a su vasta cultura y a los viajes que realizó a países europeos como Francia, Bélgica o Suiza. Gran pedagogo y educador, Martín Chico anticipó las teorías pedagógicas modernas, haciendo partícipes a sus alumnos de las nuevas corrientes que sacudían la escuela española, beneficiaria de medidas legislativas que le permitieron progresar sobremanera, como la creación, sin ir más lejos, del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes o la extensión de la escolaridad obligatoria de los 6 a los 12 años de edad.

Don Martín introduce a sus alumnos en los trabajos manuales en arcilla, serpentina de papel, madera, alambre, papel y cartón. Además, implanta todas las novedades pedagógicas del momento: la antropometría pedagógica, la psicología pedagógica (tenía ficheros psicopedagógicos muy completos de los niños segovianos), los paseos y excursiones escolares, los cuadernos de trabajo, las lecciones de extensión cultural, las bellas canciones... Martín Chico llegó incluso a escribir dos himnos escolares, uno dedicado a Cervantes y otro a Segovia, y a sus clases llevó a las personalidades más destacadas en las distintas profesiones para que enseñaran a los niños. Por San Esteban pasaron, por ejemplo, los poetas Blanco-Belmonte y Salvador Rueda; el catedrático de la Universidad de Zaragoza Félix Gila, el ingeniero Carsi, etcétera. Su método era el de 'aprender haciendo', al estilo de las mejores escuelas europeas. Los trabajos realizados en Segovia le valieron al maestro Chico la medalla de oro de la Exposición Nacional Pedagógica celebrada en Bilbao en 1905.

En la nómina de alumnos que aprendieron en aquella escuela de San Esteban figuran algunos nombres que destacaron en la Segovia de las décadas posteriores, como el poeta y escritor Mariano Grau; el abogado y pensador Mariano Quintanilla; el industrial Nicomedes García Gómez; el pintor y fotógrafo Jesús Unturbe; el abogado Antonio Sanz Gilsanz; los comerciantes José Mozo y Germán Elías; los futuros alcaldes Esteban Muñoz y Andrés Reguera; el artista Manuel Bernardo y un largo etcétera. Todos recibieron las enseñanzas de don Martín y de sus más estrechos colaboradores, los docentes Aquilino Betegón, Santiago Badillo, Juan Losa, Isaac Álvarez, Fernando Mónico, Ignacio Barba y Manuel Gómez.

Su obra

Pero la labor de Martín Chico en Segovia no se ciñó únicamente a la escuela de San Esteban. También fue maestro de maestros en la Normal; y en el Instituto General y Técnico, el mismo al que Antonio Machado se incorporaría unos años después, estaba encargado de la Cátedra de Lengua y Literatura españolas. Además, escribió infinidad de artículos en el 'Diario de Avisos' y en 'El Adelantado de Segovia', los periódicos locales del momento. Don Martín era literato y poeta y asiduo colaborador en la 'Página Literaria' que José Rodao publicaba en 'El Adelantado' todos los lunes. En este diario también dirigió Martín Chico durante varios meses la llamada 'Página Pedagógica', de periodicidad semanal, y estuvo dos años redactando el 'Boletín del Magisterio' sin que en sus artículos figurara siquiera su nombre. Llegó a ser asimismo presidente y representante de los maestros segovianos.

Escribió el profesor varios libros, aunque alguno no llegó a ver la luz. Quizá los más conocidos fueron los pertenecientes a la serie 'Patria: Lecturas Nacionales', con varias ediciones. Se trata de un libro escolar de historia de España contado a través de las grandes figuras de la cultura española. Esta obra fue premiada en el certamen abierto por la Junta del Fomento Naval, con motivo de la coronación de Alfonso XIII.

En 1903, Martín Chico publicó 'Programas cíclico concéntricos de primera enseñanza', obra en la que programa y estructura por núcleos las materias que han de impartirse en la primera escuela. «Quiera Dios -concluye en su prólogo- que hayamos acertado, y que nuestra labor sea provechosa para los queridos pequeñuelos, única esperanza de la Patria».

'Mi amigo el árbol' es quizá su libro más singular. La primera edición salió en 1910, cuando el maestro ya había abandonado Segovia, pero hubo hasta tres más. Se trata de un libro aconsejable, aún hoy. Martín Chico hace ecologismo puro en un momento, el primer cuarto del siglo XX, en que ya existe un verdadero interés por descubrir la naturaleza y una preocupación absoluta por su conservación. Es en esta época cuando surgen las primeras voces de alarma contra la deforestación, además de la llamada Fiesta del Árbol y el excursionismo científico y pedagógico, tan cultivado por la Institución Libre de Enseñanza y practicado en las laderas de la sierra de Guadarrama.

Martín Chico se adelanta en el tiempo y advierte de los peligros de la deforestación. El libro, dirigido a los pequeños, está salpicado de referencias patrióticas, pero el patriotismo de Martín Chico está unido a la historia y a la naturaleza, al cuidado de la tierra. El verdadero patriota es, para el maestro, el hortelano, el campesino, el que cuida y cultiva la tierra. El libro ganó el primer premio del concurso celebrado por la Sociedad de los Amigos de la Fiesta del Árbol de Barcelona.

El maestro dejó Segovia en diciembre de 1908. Unas nuevas oposiciones motivaron su traslado a Madrid. Sus amigos le dedicaron un emotivo banquete en la planta baja del café de La Unión, el día 27 de diciembre de ese año: «Voy a salir de Segovia por el mismo camino por donde vine, pero me llevo un bagaje de gratitud y afectos que constituirán en lo sucesivo mi orgullo, y que serán un lazo que me unirá siempre a esta tierra que considero como mi país natal (...) Y no olviden mis amigos, mis hermanos los maestros de escuela, que antes, ahora y siempre soy de ellos», dijo entre aplausos.

El Niño Descalzo

Las inquietudes de Chico traspasaban el ámbito educativo y pedagógico. Segovia era, a principios del siglo XX, una de las ciudades más pobres de España. Los niños de las clases populares comenzaban a acudir a la escuela, pero lo hacían en condiciones miserables. En 1904, el maestro propone a su amigo el poeta Rodao la fundación de una institución benéfica destinada a paliar estas desigualdades sociales. Nace así El Niño Descalzo, una sociedad de protección a la infancia menesterosa en los aspectos físico, intelectual y moral.

El Niño Descalzo proporcionaba calzado y ropas de abrigo en invierno a los alumnos más pobres que acudían a las escuelas públicas, muchos de los cuales lo hacían completamente descalzos, con los pies amoratados por el frío. También se les facilitaba alimentación (a través del reparto de raciones o de la creación de cantinas o comedores escolares); socorros especiales para menores enfermos; premios en metálico para recompensar la aplicación en la escuela de los niños con menos recursos; consultas médicas e información sobre higiene infantil, especialmente destinada a las madres de los pequeños. El Niño Descalzo hizo una gran labor en la misérrima Segovia de principios de siglo. Hasta treinta y tres años se mantuvo en pie la institución, o sea que sobrevivió a sus fundadores. El ejemplo cundió y pronto otras provincias españolas establecieron sociedades similares. La infanta Paz de Borbón exportó la idea a Munich (Alemania), y la infanta Isabel le concedió su patronazgo. Al igual que Rodao, Martín Chico era un filántropo convencido, beligerante como pocos contra las injusticias sociales.

Domingo, 12 de octubre:

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla El maestro de escuela