Los cigarrales, historia oculta

Guardan silenciosamente la huella del paso de los siglos y con ello un trozo de la historia. Son un ejemplo único de arquitectura que a menudo ocultan antiguas obras de arte. Son los cigarrales de Toledo. Representan lo que las masías a Cataluña o los cortijos en Andalucía, pero tienen un aura de misterio secular que ha suscitado la admiración de Galdós, Unamuno o Lorca, entre otros. Algunos de estos cigarrales se venden hoy en inmobiliarias, pero a un precio no inferior a dos millones de euros.

Una fría definición del cigarral toledano referiría que se trata de amplios espacios urbanizables ubicados en las riberas del río Tajo, que limitan con el sur del casco antiguo de esta ciudad y que están habitados desde los siglos XVI y XVII.

Sin embargo, para que una finca sea considerada 'cigarral' debe cumplir otros requisitos: la estética de las construcciones es entre rústica y conventual -muchos han sido monasterios o residencia de obispos y arzobispos- y no pueden faltar los olivos, almendros y albaricoques.

En la actualidad, Toledo conserva decenas de cigarrales, algunos con más historia que otros. El ayuntamiento ha tenido que aprobar un plan especial para frenar los efectos que la especulación urbanística y la insaciable acción que las excavadoras estaban empezando a causar a estos espacios típicamente toledanos.

De hecho, en los últimos años antiguos cigarrales se han convertido en hoteles y lujosos locales de copas, algo a lo que se ha puesto límite en esta nueva normativa urbanística que deja bien claro cuál debe ser su destino: sólo el residencial.

Clérigos y hoteles

Tirso de Molina les dedicó una de sus obras, 'Los cigarrales de Toledo' (1964), en el que el propietario de una de estas quintas debe entretener a sus amigos con narraciones. El argumento no es gratuito: los cigarrales han sido y siguen siendo lugar de tertulias y encuentros literarios.

Muchos de ellos son de carácter privado y su visita depende del grado de amistad que se tenga con los dueños. Otros son visitables.

Por ejemplo, el cigarral del Santo Ángel Custodio, que perteneció al marqués de Villena antes de pasar a manos del cardenal Sandoval y Rojas en el siglo XVI quien, a su vez, lo donó a los monjes capuchinos. En su interior discurre un tramo del Tajo y hoy es de propiedad privada, pero puede alquilarse para grandes eventos.

Además está obligado a abrir al público con motivo de una romería que se celebra el tercer domingo de mayo. Otros históricos cigarrales son el de la Quinta de Mirabel -situado en la dehesa de Pozuela, en unos terrenos que otro cardenal, don Gaspar de Quiroga, adquirió en el siglo XVI siendo arzobispo de Toledo-, y el de Caravantes, que en el siglo XVIII perteneció a un célebre músico llamado así. Hoy es hotel y exitoso local de hostelería, el mismo destino que ha tenido otro cigarral con envidiables vistas a Toledo, el de las Mercedes.

La conversión de estas construcciones toledanas en negocios turísticos no siempre ha sido respetuosa con el paisaje tradicional, ni siquiera con el simple sentido común.

«Hay tristes ejemplos desgarradores en el horizonte de Toledo como la construcción del Cigarral Hotel El Bosque, las ampliaciones de los cigarrales de Hierbabuena y Caravantes o el Hotel AC Ciudad de Toledo con su famoso aparcamiento ilegal en propiedad pública», se queja Alfonso de Gonzalo, miembro del colectivo Iniciativa Ciudadana del Toledo Histórico, nacido en los años 90 ante ciertos desmanes urbanísticos en esta zona histórica.

Más optimista es Gregorio Marañón y Bertrán de Lis, nieto del insigne médico, escritor e intelectual Gregorio Marañón y dueño de uno de los cigarrales más famosos, el de Menores: «Creo que Toledo, por fin, está empezando a plantearse su propio futuro acertadamente en base a un enorme respeto a ese legado histórico y cultural que constituye nuestra mayor riqueza».