El cénit del petróleo
FERNANDO FRECHOSO
Miércoles, 28 de mayo 2008, 02:31
EL precio del petróleo lleva meses alcanzando récords históricos, los 120 dólares por barril de estos últimos días superan los máximos alcanzados durante las dos crisis petroleras de 1974 y 1980, tomando los precios una vez descontada la inflación (47 y 90 dólares, respectivamente). Entre las causas se habla de especulación, de la debilidad del dólar y de razones geopolíticas, pero, ¿son ésas las únicas razones?
Dependemos demasiado del petróleo (para el 90% de nuestro transporte y el 35% de nuestra energía total) como para que no nos inquiete la cuestión de cuánto petróleo queda de verdad. Se suele decir que quedan reservas de petróleo para 30 ó 40 años al consumo actual, lo cual tiende a hacernos creer que hasta el año 2040 ó 2050 no debemos preocuparnos. Nada más lejos de la realidad, hay varias razones de peso que hacen que la afirmación «queda para 40 años» sea peligrosamente simplista. La más preocupante se refiere a un hecho descubierto por el geólogo norteamericano K. Hubbert en los años cincuenta. Hubbert constató que las curvas de producción de los pozos petrolíferos tienen forma de campana. La cantidad anual de petróleo que se extrae crece hasta que llega un momento en que, cuando se ha extraído aproximadamente la mitad, el pozo envejece y la extracción se hace más lenta, sin que las mejoras técnicas puedan evitarlo. Esta teoría nos viene a decir que, aunque tuviéramos «40 años de reservas al consumo actual» no vamos a poder extraerlo al mismo ritmo que lo hacemos ahora, y mucho menos vamos a poder seguir aumentando nuestro consumo un 2% anual en esos 40 años. Hubbert constató también que una curva similar regía los descubrimientos: una vez encontradas las bolsas mayores, los descubrimientos tienden a hacerse más y más pequeños. Hubbert utilizó estos dos datos para predecir la producción de petróleo estadounidense y concluyó que el cénit de producción de petróleo de EE.UU. llegaría alrededor de 1970 y acertó plenamente. En los últimos 50 años se ha visto que los descubrimientos de petróleo han seguido una curva similar a la descrita por Hubbert, el máximo de los descubrimientos se produjo en 1968 y actualmente descubrimos cada año cuatro veces menos petróleo de lo que consumimos. Además, al cénit de producción estadounidense han seguido los declives de 55 de los 65 grandes países productores: Noruega, en el 2001; México, en el 2004; Rusia, en el 2008 Sólo unos pocos países (Arabia Saudí, Irak, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Kazajistán y Bolivia) tienen potencial para aumentar su extracción.
¿Y qué se puede decir acerca del pico total de extracción en todo el mundo? Los seguidores de Hubbert, agrupados en la Asociación para el Estudio del Cénit del Petróleo (ASPO), pronostican que el pico máximo de extracción del llamado petróleo convencional se alcance entre el 2005 y el 2010. ¿Se ha producido ya el cénit del petróleo? De momento se puede constatar que la producción de petróleo convencional se ha estancado desde el 2005. Actualmente, estamos intentando rellenar el hueco entre la oferta y la demanda con el llamado crudo no convencional: el de aguas profundas a más de 500 metros por debajo del nivel del mar, el extraído de arenas asfálticas o crudos ultrapesados, el gas natural licuado, o con biodiésel.
Puede parecernos que con sustituir el petróleo convencional por el no convencional todo está arreglado, pero no es tan sencillo, debido al segundo hecho que debemos tener en cuenta: el concepto de tasa de retorno energético (TRE). La TRE es el cociente entre la energía obtenida de una fuente y la que se debe invertir para conseguirla, es evidente que la TRE debe ser mayor a uno para tener una fuente que sirva para algo. En 1930 la TRE del petróleo era 100, en el 2005 ha bajado a 5-15. Los sustitutos al petróleo como las arenas bituminosas tienen una TRE de 2-4, la TRE del etanol de maíz es apenas de 1-2; la del etanol de azúcar de caña y el diésel de palma son mayores (en torno a 8), pero sólo pueden cultivarse en regiones del planeta muy concretas y compitiendo con la agricultura. Es decir, los sustitutos al petróleo convencional tienen tasas de retorno menores y eso implica necesariamente menos energía neta, energía más cara.
Por otra parte, ASPO pronostica que estos crudos no convencionales no van a retrasar significativamente la caída de la producción, produciéndose el cénit de petróleo total en el 2010-2015 y el del gas natural sobre el 2020-2030, mientras que el cénit de materias primas energéticas, como el uranio o el carbón, tampoco estarían muy lejanos, según estas fuentes (2015-2040 y 2020-2030, respectivamente). No todos los estudios coinciden con estas fechas de ASPO, pero prácticamente todos reconocen la validez de la teoría del pico de Hubbert, incluso empresas petroleras como Shell empiezan a hablar de «mesetas de extracción» a partir del 2015.
El tercer hecho que debemos tener en cuenta es el ritmo de sustitución de una fuente de energía por otra. Las arenas asfálticas, por ejemplo, implican inversiones millonarias, requieren plantas enormes, grandes cantidades de agua y gas natural para crear vapor, dejando gigantescos estanques de desechos de lodos. Además, aunque existen tecnologías renovables -como la eólica o la solar termoeléctrica- con altas tasas de retorno energético, los expertos creen que cambiar toda nuestra tecnología basada en el petróleo a estas nuevas fuentes puede llevar 20 años e inversiones multimillonarias.
Esto nos dibuja un panorama sombrío. El petróleo bueno y barato se nos ha acabado ya, nos queda la mitad del que podemos recuperar, pero es el malo, y vamos a tener que acostumbrarnos a tener un poco menos cada año. Está claro que deberíamos consumir lo menos posible mientras buscamos sustitutos, pero no podemos ignorar que llevamos décadas de crecimiento basado en un gasto creciente de petróleo. Si vemos las gráficas de consumo mundial y PIB, la correlación entre ambas es asombrosa. Si ahora vamos a tener menos petróleo disponible, de menor calidad y además vamos a tener que invertir parte de nuestro crecimiento en nuevas fuentes, la receta es complicada.
No nos queda más remedio que afrontar la crisis y buscar alternativas cuanto antes. Debemos dejar de ver las energías renovables como una especie de lujo, una energía cara, pero que no contamina. Solamente las energías que sean renovables nos van a servir una vez que las no renovables se agoten, aunque ahora suponga un esfuerzo económico, es el momento de invertir en ellas.
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