Beatus ille
JESÚS MAZARIEGOS
Domingo, 25 de mayo 2008, 02:48
FUE Horacio quien escribió aquello de «Dichoso aquel que de pleitos alejado...», que tiene su versión renacentista en la 'Oda a la vida retirada' de Fray Luis de León: «Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido...» Y ya que he traído a Horacio, para el propósito que pronto se verá, me parece pertinente traer también a Cicerón como autor de 'De Senectute'. Mi propósito no es otro que encontrar resonancias de la actual actitud vital de Santiago Mayor, actitud que irremediablemente se refleja en sus obras. Santiago está convencido de que ya ha pasado el momento de estar en el ágora y en la palestra, mucho menos en el campo de batalla. Por eso valora el pasear, gozar de la naturaleza, pasar unos días en una casita junto al mar, y pintar por capricho, sin violencias, sin sobresaltos, como un ejercicio terapéutico más de cuantos contribuyen a valorar adecuadamente la existencia. Para Horacio esta actitud conduce a la felicidad y para Fray Luis es una opción que sólo algunos sabios han sabido elegir.
La razón de acudir a 'De senectute' no quiere decir que pretenda llamar 'viejo' a Santiago Mayor, ni tampoco hacer un juego de palabras con su apellido. Mi conocimiento del tratado que Cicerón escribió acerca de la vejez la debo al aprendizaje del Latín y, aunque nunca supe traducir bien, cuando conseguía construir una frase con sentido, mi amarga lucha con el ablativo absoluto se veía compensada por las cosas buenas y bellas que Cicerón era capaz de encontrar en la vejez, cosas que siempre vemos como ajenas porque no queremos entender que llevamos un viejo encima, cosas que sólo comprendemos cuando ya nos hemos convertido en ese viejo.
Santiago Mayor se ha adelantado a la sabiduría del anciano y expresa su elección vital mediante la pintura, una pintura sin extremos, sin deformaciones llamativas, sin colores fuertes predominantes, sin grandes contrates de luz y sombra, una pintura de otoños y primaveras. Es también una pintura reflexiva, uniforme y trabajada, suave, amable y romántica. Sus matizadas superficies de color, en ocasiones pueden recordar a Turner o a Monet, según si las pinceladas se funden en una especie de gran ola, o si conservan su identidad multicolor atomizada.
En el escenario de los paisajes de Santiago Mayor, sólo podrían desarrollarse historias agradables, pues aunque nunca aparece ningún personaje, si algún mago los hiciera aparecer, serían apuestos guerreros liberadores de princesas, príncipes enamorados, trovadores, incluso hadas y dos o tres variedades de duendes. Santiago Mayor ha conseguido pintar un mundo armónico y en paz, un mundo donde la felicidad sea posible.
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