Marías dice en su ingreso en la RAE que la novela «está abocada al fracaso»
Ocupa desde ayer el sillón 'R', que en su día perteneciera a Fernando Lázaro Carreter
T. G. YEBRA
Lunes, 28 de abril 2008, 02:57
Ingenioso, desenfadado, irónico, brillante. Así fue el discurso del escritor Javier Marías (Madrid, 1951) en la Real Academia Española (RAE), institución de la que ya forma parte. «Nuestra labor (la del novelista) no solamente es pueril, sino absurda, una especie de trampantojo, un embeleco, una ilusión, una entelequia y una pompa de jabón», dijo el autor de 'Todas las almas'. Aunque es la novela la que le ha llevado hasta la RAE, explicó que «en el fondo, está destinada al fracaso y además es casi imposible».
«Si ustedes me apuran, y me permiten la exageración, hasta me atrevería a decir que contar, narrar, relatar es imposible, sobre todo si se trata de hechos ciertos, de cosas de verdad acaecidas», añadió en la ceremonia de su toma de posesión. A su juicio, el escritor introduce un «inevitable punto de vista» y una «inevitable subjetividad que deforma, tergiversa, distorsiona y contamina aquello que quiere contar».
Ante un nutrido auditorio presidido por el ministro de Cultura, César Antonio Molina, académicos y personalidades del mundo cultural y político, Marías recordó a su predecesor en el sillón 'R', Fernando Lázaro Carreter. «Quitó algunas telarañas a la Academia, le lavó la cara, la modernizó y consiguió algo que parecía improbable durante algún tiempo: que la Real Academia dejara de ser percibida por el grueso de la población como algo levemente rancio, más bien sesteante, casi ornamental y vagamente inoperante».
También alabó los artículos del antiguo director de la RAE. «No llegué a conocerlo en persona, así que ignoro si él tenía en poco o en más su producción periodística, pero, fuera como fuese, en ella consiguió su mayor proeza pública: en los artículos reunidos en 'El dardo en la palabra' y 'El nuevo dardo en la palabra' logró lo inverosímil: que los perezosos españoles se interesaran por cuestiones lingüísticas».
En homenaje a su antecesor, ironizó sobre las «últimas aportaciones» de la televisión. «Hace poco oí que una persona había sufrido 'lesiones incompatibles con la vida', lo cual es una ridiculez».
Autocrítica y salvación
Insistió en la imposibilidad de trasladar la realidad al papel, tarea que intentaron muchos cronistas, como «el gran» Bernal Díaz del Castillo. «La sola transposición a palabras de unos acontecimientos está traicionando por fuerza esos acontecimientos», argumentó. «Lo que uno ve y vive es por definición fragmentario y sesgado, y la simple ordenación de los vocablos y frases que uno emplea en la relación de algo es ya una infidelidad de ese algo».
A pesar de esta autocrítica y -y como bien apuntó Francisco Rico en su respuesta-, Marías «salva» la labor del novelista en las últimas líneas de su discurso. «Pese a esa puerilidad con la que inicié esta disertación, pese a sus trampantojos y sus ilusiones, el novelista que inventa es el único facultado para contar cabalmente, a diferencia de los cronistas, historiadores, biógrafos, auobiógrafos, memorialistas, diaristas, testigos y demás esforzados de la narración abocados a fracasar».
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