Arriba, Pascual Marín se dirige al público en presencia de María Josefa Larrucea, el día de la inauguración del grupo de viviendas Larrucea (a la derecha), hacia 1955. / A. M. S.
SEGOVIA

El ensanche de Segovia

PPLL

Domingo, 27 de abril 2008, 02:59

El 8 de mayo de 1954, el semanario 'Vanguardia Segoviana', órgano propagandístico de la Delegación Nacional de Sindicatos, informa de que la Colonia Pascual Marín será ampliada en breve. Se está refiriendo a las casas que durante los dos años anteriores se han construido entre Chamberí y la plaza de toros, muy cerca de la carretera de La Granja, lo que hoy conocemos como El Carmen. La prensa franquista alaba la traza de los inmuebles ya existentes, «moderna, alegre, como corresponde a una realización falangista, concebida por un auténtico trabajador intelectual (se refiere al gobernador civil, Pascual Marín) para otros hombres que también trabajan, máximo título que puede ostentar un español».

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Unas semanas después, el 12 de junio, el mismo periódico publica un anuncio de la Junta de Ayuda al Productor, que convoca un concurso para adjudicar una de las viviendas recién construidas en la Colonia Pascual Marín. Los requisitos para optar a la casa no tienen desperdicio, porque, entre otros papeles, se exige a los interesados sendos certificados de la Alcaldía y del señor cura párroco que demuestren la intachable conducta moral y religiosa del futuro beneficiario, así como otro documento que acredite su adhesión al Movimiento Nacional, es decir, a la obra de Franco. El aviso concluye: «La adjudicación será he-cha pública y entregada al beneficiario el día 18 de julio, fiesta de la Exaltación del Trabajo».

Este sector del barrio de La Albuera crece a lo largo de la década de 1950, promovido por la Obra Sindical del Hogar, que edifica 231 viviendas en diez años, la mayoría unifamiliares. No obstante, la urbanización de la zona había dado comienzo durante los años cuarenta en los terrenos de El Peñascal, en las traseras del convento de los Padres Misioneros y del asilo de las Hermanitas de los Pobres. Manuel Sesma, en un trabajo sobre los espacios periféricos de Segovia publicado en 1987, señala que las casas obreras fueron levantadas sobre tierras de uso agrícola de escasa calidad, en una o dos plantas, sin planificación legal y dentro de un concepto eminentemente rural. Se pretendía que los inmigrantes procedentes del campo pudieran acomodarse a la vida urbana en un ambiente pueblerino, de ahí que estas viviendas se localicen alejadas de la ciudad y tengan incluso corral para poder disponer de ganado. El Ayuntamiento emprende las obras de alcantarillado, abastecimiento de agua y urbanización de este área en 1949, pero para entonces ya eran muchas las familias que residían allí, muy cerca del recién inaugurado campo de fútbol de la Gimnástica Segoviana. Curiosamente, el 15% de los edificios del Peñascal fueron autoconstruidos o rematados por sus propios dueños.

Sesma dice que la etapa anárquica que caracterizó la urbanización de El Peñascal dejó paso a otra de naturaleza oficial durante la cual emergió la Colonia Pascual Marín. También estas casas tenían aspecto rural y eran de planta unifamiliar. La primera fase -desarrollada hasta 1954- se salda con 72 viviendas. El 5 de junio de 1954, el delegado nacional de Sindicatos, José Solís Ruiz, hace entrega de un millón de pesetas a los beneficiarios de Pascual Marín. La iniciativa privada, el Instituto Nacional de la Vivienda y la Obra Sindical del Hogar cooperan en la resolución del problema en un momento en que las ciudades crecen demográficamente porque comienzan a acoger a aquellos que deciden abandonar los pueblos en busca de una vida mejor.

«El éxito de esta modalidad de construcciones -reseña la prensa del régimen- queda demostrado con las 300 peticiones de terreno recibidas en la Delegación Provincial de Sindicatos para la ampliación de la Colonia Pascual Marín. Los peticionarios son de las más variadas profesiones: choferes, albañiles, zapateros, mecánicos, etcétera ( ) Y así vemos esta gran hermandad de trabajadores, disciplinadamente encuadrados en la Organización Sindical, y entrañablemente unidos a su gobernador, convirtiéndose en dueños de unos hogares en que jamás hubieran podido pensar. Muchos niños de trabajadores segovianos, cuyas vidas transcurrían en casas sin sol y exentas de la más ligera comodidad, ahora sonríen y juegan en amplias habitaciones inundadas de luz. Su cuerpo y su espíritu serán más sanos y querrán más a España». Como puede comprobarse, la demagogia impregnaba el discurso oficial.

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Larrucea

Paralelamente a la urbanización de El Carmen, nace en la Dehesa un nuevo barrio, San José Obrero o Larrucea, como se quiera. Y también lo hace en varias fases y bajo los auspicios de la iniciativa estatal. Sesma afirma que San José es el barrio obrero por excelencia, un lugar donde se pretendía levantar una ciudad obrera segregada del resto, con su mercado, su iglesia y su plaza. Próximas estaban las fábricas Klein y Dagsa -por encima de la plaza de toros-, donde trabajaba un número muy elevado de obreros.

Revela Miguel Ángel Chaves que entre 1941 y 1949 se tramita el expediente relativo a la cesión de terreno de propiedad municipal en la Dehesa a la Delegación Provincial de Sindicatos con destino a la construcción de viviendas protegidas. El Ayuntamiento acaba regalando una superficie de 161.400 metros cuadrados entre la carretera de Valdevilla, la carretera de San Rafael y el centro penitenciario. Allí se edifican en los años posteriores tres grupos de casas: Ramiro Ledesma (180 viviendas), Castro Bocos (302) -ambos a iniciativa de la Obra Sindical del Hogar- y Larrucea (410), éstas promovidas por el Instituto Nacional. Se trataba de pisos de unos 60 metros cuadrados apiñados en bloques de hasta cinco o seis plantas sin ascensor y escasas comodidades. Al contrario de lo que sucede en La Albuera, los edificios son homogéneos, pues fueron construidos durante un periodo de tiempo corto (1950-1956) y por los mismos organismos.

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Los actos de inauguración de estos inmuebles constituyeron auténticas demostraciones de adhesión a Franco. Recordado es el bautismo del grupo Larrucea -los bloques con tejados de pizarra situados más cerca de la cárcel-, que contó con la asistencia del director general del Instituto Nacional de la Vivienda, señor Valero; de María Josefa Larrucea, esposa de Manuel Girón de Velasco, ministro de Trabajo, y del obispo de Segovia, Daniel Llorente de Federico, además del omnipresente Pascual Marín, gobernador civil y jefe provincial del Movimiento. Las nuevas calles recibieron los nombres de personajes afines al régimen o que lucharon al lado de Franco en la guerra civil. El falangista Ramiro Ledesma, los caídos de la División Azul o los hermanos Larrucea, por poner un ejemplo, tuvieron su reconocimiento oficial en los letreros que identificaban las calles de este barrio obrero que surgió de la necesidad social, política, económica y urbanística de ampliar suelo urbano, en palabras de Manuel Sesma.

La Pista

También de finales de los años cuarenta es la apertura de la llamada Pista Militar, o sea la avenida de José Antonio (hoy de la Constitución). La Pista fue diseñada, construida y subvencionada por el Estado para uso militar, pues comunicaba el Regimiento de Artillería y las instalaciones de la Base Mixta asentadas sobre parte de la Dehesa con el polígono de tiro de Baterías. El trazado de la calle determinó la fisonomía de los edificios que se alinean en un lateral de la calzada y de los que rodean el colegio Villalpando. Estas casas fueron construidas a partir de 1950 promovidas por el Patronato de Viviendas Militares, el Cuerpo de la Policía Armada y el Patronato de Viviendas Municipales. En un anuario de Falange editado en 1951 se dice que se encuentran en construcción cuatro grupos de 174 viviendas protegidas, en las inmediaciones de la Pista Militar, «de las que hay terminados tres bloques con 126 pisos, ya habitados».

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El nacimiento de los barrios periféricos puso las bases de la Segovia que hoy conocemos, de la traza urbana actual, porque durante la primera mitad del XX, la ciudad sólo era la conjunción entre el recinto amurallado y los arrabales del Mercado, Santa Eulalia, San Millán, El Salvador, San Lorenzo y San Marcos. Desde la década de 1940 se incorporan, pues, El Peñascal, Las Lastras (a raíz de la Colonia Varela para las viudas e hijos de mutilados de guerra del bando vencedor), San José Obrero, El Carmen y el polígono industrial El Cerro, diseñado sobre el denominado Cerro de la Horca en función de los planes urbanísticos de los sesenta. La población experimentó un estirón definitivo, pues el municipio pasó de los 24.843 habitantes censados en 1940 a los 41.880 de 1970.

La aparición de los edificios que dieron lugar al barrio de La Albuera propiamente dicho data de la década de 1970, igual que el polígono de San Millán, edificado sobre la vieja Huerta del Moro y los restos de la tejera de Ochoa cuando la democracia alboreaba. Nueva Segovia y El Palo son más presente que pasado.

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