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'Circuncisión de Jesús', por Fiedrich Herlin (1466). / EL NORTE
OPINIÓN

¿Por qué no recuperamos la cofradía del santo prepucio?

ESÚS GARCÍA POLO

Martes, 18 de marzo 2008, 01:34

EN estos días de procesiones y ritos eclesiales tridentinos, donde sacamos a pasear lo más puro de las esencias patrias, recuerdo con regocijo aquella mañana de febrero, en Salamanca, acudiendo a clase en medio de la niebla y escuchando con sorpresa al teólogo Alberto Escalada disertar sobre el devenir de la Cofradía del Santo Prepucio. Con el fruto de sus investigaciones personales nos puso al corriente de la reliquia del Santo Prepucio, desde lo que se comenta en el Evangelio Apócrifo de la Infancia hasta el cónclave de la 'Academia Preputológica' que en 1954 pedía al Papa la restauración del culto al Santo Prepucio de Cristo y que revocara el Decreto 37-A del Santo Oficio que desde 1900 amenazaba con la Excomunión a quien hablara o escribiera sobre tan preciada reliquia sin permiso eclesiástico.

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Pero, ¿de dónde procede este culto? Como judío que era, Jesús fue circuncidado al octavo día de su nacimiento. La anciana que practicó la operación guardó el prepucio en un pequeño tarro con aceite de nardo y lo entregó a su hijo, comerciante de perfumes, con la condición de que no lo vendiera. Parece ser que al final lo vendió y fue a parar a las manos de María Magdalena.

Tras estos primeros avatares se pierde el rastro del Santo Prepucio hasta que en el Siglo IX la Emperatriz Irene de Bizancio se lo entrega a Carlomagno como regalo de bodas. Éste lo dejó primero en Aquisgrán y después lo entregó a la Abadía francesa de Charroux. Los monjes llegaron a peregrinar con la reliquia a Roma para que el Papa Inocencio III afirmara su autenticidad ante el aluvión de santos prepucios que habían aparecido en Europa. El Papa lo dejó en manos de Dios, pero aun así el conocimiento de la santa reliquia no dejaba de crecer. Fruto de ello se creó en 1427 la Cofradía del Santo Prepucio, encargada de honrar una reliquia cuya veneración se extendía, particularmente entre las embarazadas y las que deseaban estarlo.

En la Edad Media, el tráfico de reliquias se extendió por toda la cristiandad. Tal demanda dio lugar a un próspero comercio de reliquias del que se beneficiaban monasterios, órdenes religiosas, señores feudales y pueblos enteros. En estos siglos oscuros la inseguridad, el miedo y la desesperación llenaba los monasterios de peregrinos ansiosos por poner remedio a sus males de una forma rápida y milagrosa.

Las reliquias traídas de Tierra Santa por los Cruzados no eran suficientes para satisfacer el mercado y se llegó al pecado de la pura falsificación de reliquias, que la Iglesia se encargó de prohibir y condenar. El surtido era de lo más pintoresco: pajas del pesebre de Jesús, raspas de los peces del milagro de marras, maderas de la mesa de la Última Cena, unos quinientos dientes de leche del Niño Jesús, 60 dedos de San Juan Bautista, varias sandalias de San Pedro, plumas del arcángel San Gabriel, unos 50 santos sudarios, unas 800 espinas de la corona de Jesús, astillas de la vera cruz como para llenar una carreta, las piedras con las que lapidaron a San Esteban, las flechas que mataron a San Sebastián, 14 santos prepucios y media docena de Santos Griales, cuya leyenda ha dado juego hasta los tiempos de Indiana Jones.

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Sólo en torno al Santo Prepucio llegaron a plantearse debates teológicos. ¿Había ascendido al cielo con el cuerpo resucitado de Jesús? ¿Ascendió en el momento de cortarse o permanecía aún en la tierra? ¿La sangre derramada en la operación tenía el mismo poder redentor que la de la Pasión? Tan jugosa cuestión tuvo su momento álgido en el S. XVII cuando el teólogo Leo Allatius escribió ' De Praeputio Domini Nostri Jesu Christi Diatriba' asegurando que la reliquia había ascendido al cielo al mismo tiempo que Jesús convirtiéndose en los anillos de Saturno.

Mientras tanto, continuaba la Cofradía del Santo Prepucio en Charroux y continuaban los sucesos maravillosos. Santa Catalina de Siena en sus esponsales con Cristo recibió como alianza en su dedo el Santo Prepucio. Después de su muerte se venera en la catedral de Siena su dedo incorrupto, donde aún los privilegiados pueden apreciar el divino anillo. Sor Agnes Blannbekin, monja vienesa, comulgaba con él; se materializaba en su boca como la auténtica carne y sangre de Jesús, era dulce y carnoso y la llenaba de un profundo gozo. Varias místicas más siguieron comulgando con tan sabroso manjar, además de manifestarse en un sinfín de milagros, como atestigua A.V. Müller en 'El Sagrado Prepucio de Cristo' publicado en 1907. Por entonces ya estaba perdido el rastro de la reliquia de Charroux y se habla del Santo Prepucio guardado en la Iglesia de Calcata, en el Lacio italiano, como el único verdadero. Así consta por la revelación que la misma Virgen María le hizo Santa Brígida.

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Hasta comienzos del Siglo XX el pueblo lo sacaba en procesión en la Fiesta de la Circuncisión. El culto fue declinando paulatinamente por la política eclesial contraria a las reliquias. Parece ser que desde1983 no se tienen noticias de la reliquia de Calcata. Nadie quiere hablar de ello y hasta se consiguió que desapareciera cualquier referencia en las Guías de Turismo italianas.

En esta España, en la que se trabaja con pasión por mantener vivas las esencias medievales de la fe, adornadas con la pompa barroca de las procesiones de estos días, quizá pudiera volver a encontrar su sentido la recuperación de la Cofradía del Santo Prepucio, evitando así que por un falso pudor ante la modernidad pecaminosa y descreída que todo lo banaliza, pudiera perderse la veneración de tan sagrada reliquia. Bastaría con que algunos de los verdaderos creyentes se pusieran a la tarea apoyando a políticos, curas y obispos que saben salir a la calle, cuando hace falta, para mantener viva la pureza de la fe. Así conseguiríamos dar un nuevo punto de interés a nuestras procesiones y aumentar el turismo, que parece ser el refrendo que todo lo justifica.

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