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Sánchez Galán ofrece al ministro Joan Clos un canapé ante la mirada de Florentino Pérez. / F. SECO
ECONOMÍA

Florentino contra Galán

El presidente del grupo constructor y de servicios ACS ha sido el principal instigador de la entrada en liza de la eléctrica francesa EDF en la puja por Iberdrola

MANU ÁLVAREZ

Domingo, 3 de febrero 2008, 02:05

Las crisis son siempre un factor de inestabilidad pero también lo puede ser el éxito. La gestión de Ignacio Sánchez Galán al frente de Iberdrola ha conseguido crear una 'perita en dulce', la cuarta compañía del mundo del sector eléctrico, un modelo de rentabilidad y también de visión de futuro al apostar de forma decidida por la inversión en energías renovables. Pero tantas cosas positivas han logrado agitar el mar de su accionariado, hasta el punto de desatarse toda una batalla en la disputa del control de la compañía. La revelación por parte del grupo público francés EDF de su interés por entrar en Iberdrola y la evidencia de que el gigante galo tiene en la constructora española ACS, el principal accionista de la eléctrica, a su aliado empresarial y quizá al Gobierno español como 'facilitador' político, ha marcado el principio de lo que será una larga batalla.

Florentino Pérez, presidente de ACS, y Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, están enfrentados. «Es una relación irreconciliable», aseguran fuentes conocedoras de la situación real, que auguran ya un futuro incierto. «Es una relación irrecuperable», concluyen.

Son los dos polos sobre los que gira ya el 'terremoto' desatado en los cimientos de la empresa. Más aún. Todo parece indicar que el ex presidente del Real Madrid es el auténtico instigador de la 'operación EDF', cansado de jugar un mero papel de inversor financiero en la compañía. A pesar de controlar el 13% de Iberdrola -entre acciones y opciones- y de ser su primer inversor, la destacada presencia de ACS en Fenosa, la tercera eléctrica española, le impide ejercer sus derechos políticos y sentarse en el sillón de Iberdrola. La legislación impide jugar un papel decisivo en dos empresas que compiten en un mercado tan regulado y estrecho como el eléctrico.

¿Cuál es la razón del enfrentamiento? Al parecer, una mezcla de ausencia de química personal, aderezada por la fuerte personalidad de ambos y, afirman quienes han podido hablar con el presidente de ACS en privado, el sentimiento de sentirse engañado. Florentino, apuntan estas fuentes, llegó a creer que Galán se prestaba a ser su hombre en Iberdrola, una especie de empleado de lujo, y también que iba a plegarse a sus deseos. En especial, al intento de fusionar Fenosa con Iberdrola y, en definitiva, a convertir a ACS en el socio de referencia de ese hipotético conglomerado. Una pequeña frustración en la vida del exitoso empresario de la construcción.

Dirigir en solitario

Todos los que conocen la trayectoria de Ignacio Sánchez Galán saben que es un ejecutivo al que le gusta sentirse completamente libre, que se arriesga planteando estrategias ambiciosas, pero que quiere desarrollarlas en solitario, sin cortapisas y a velocidades de vértigo. No es amigo de andar pidiendo permisos para actuar. A cambio de esa exigencia de soledad en el puente de mando del barco, lo cierto es que en todos los proyectos que ha dirigido, ITP, Airtel y ahora Iberdrola, siempre ha conseguido resultados espectacularmente buenos. Muy especialmente para los accionistas. «Nunca me iría de vacaciones con él, porque seguro que siempre acabaríamos visitando lo que él quisiera y comiendo donde él decida, pero no tengo dudas de que es el gestor que elegiría para gestionar mi patrimonio», asegura un importante directivo del sector eléctrico español, ajeno a Iberdrola.

Dique de contención

Hasta ahora, la eléctrica vivía en un equilibrio inestable, pero equilibrio al fin y al cabo. El gabinete de José Luis Rodríguez Zapatero e incluso otros socios de referencia de la eléctrica, como es el caso de la BBK, que controla algo más del 7% de las acciones, habían visto en Florentino al socio 'de casa', al compañero perfecto porque tiene fama de ser serio y no suele jugar a 'tiburón' que busca la especulación fácil. En definitiva, habían confiado en él como el dique de contención para evitar la entrada de agentes 'no deseados' y evitar que la primera eléctrica española caiga en manos de inversores extranjeros.

De ahí que en algunos sectores del Ejecutivo haya un notable malestar, al comprobar que su ansiedad le ha podido colocar al propio Gobierno en dos situaciones muy complicadas. La primera de corto plazo: una inesperada patata caliente en plena campaña electoral. Otra, más profunda y con mucho más recorrido: EDF está encandilada con la idea de entrar en el accionariado de Iberdrola, trocearla, hacerse con sus importantes activos en el sector de la energía renovable y también con su filial en el mercado británico, la compañía adquirida hace tan sólo unos meses Scottish Power. Y, lo peor de todo, al Estado francés le gusta la idea y no ha dudado en hacer de 'facilitador' de la operación al más alto nivel. El presidente Sarkozy fue el encargado de transmitir a Rodríguez Zapatero el interés galo por el sector energético español.

Al Gobierno español y al resto de accionistas les interesaba una Iberdrola con Florentino Pérez dentro, pero con Sánchez Galán como director de orquesta. El ruido y la inestabilidad, al margen de campañas electorales, no gusta a nadie.

La entrada de Sarkozy en escena ha hecho que la pugna por Iberdrola deje de ser un asunto mercantil para convertirse en cuestión de Estado. Un elemento más de preocupación para Zapatero, que se enfrenta ahora no sólo al peligro de que la primera compañía eléctrica española caiga en manos extranjeras, sino también a una negociación con un aliado político de primera magnitud. Desde la propia Administración española ya se intuye que los franceses van a poner mucha 'carne en el asador' y también a sugerir que las buenas relaciones y la colaboración en la lucha contra ETA puede ser objeto de 'algún' gesto desde el lado español. Una señal de camaradería, en formato accionarial.

Todos los analistas coinciden en señalar que Ignacio Sánchez Galán no se va a quedar quieto. No es su estilo y tampoco sería un buen gestor si lo hiciese. Su obligación en este caso es defender la opción estratégica que cree más conveniente para los accionistas y, si se abre la puja por las acciones, garantizar que la pelea se produce con transparencia y que el valor ofrecido por los títulos es el adecuado. Y ya que en el modelo capitalista el valor de las cosas es el «precio que alguien está dispuesto a pagar por ellas», lo tradicional en estas pugnas mercantiles es buscar en el mercado a otros actores dispuestos a elevar la oferta. Los rumores apuntan a que E.ON, la eléctrica alemana que salió perdedora en la pelea por Endesa, estaría por entrar en la liza, pese a que sus dirigentes se fueron de España con la sensación de que este país no ha alcanzado todavía el grado de seriedad necesario como para hacer negocios de alto nivel.

Galán, reforzado

El presidente de la eléctrica vasca ha recibido respaldos muy importantes en la semana que acaba de finalizar. El principal, el del vicepresidente económico, Pedro Solbes, poco amigo de los manejos que se gestionan desde la Oficina Económica de La Moncloa y que suelen acabar en sonoros descalabros. «Solbes está muy cómodo con Galán al frente de Iberdrola», aseguran en el entorno del responsable de la cartera de Economía. Desde el poder político, el presidente de la eléctrica ha recibido el aliento del gobierno de Extremadura, del de Castilla-La Mancha, de la Generalitat Valenciana y de Castilla y León. Cuatro regiones muy importantes para la empresa.

También han sido claves las manifestaciones de dos accionistas destacados, las cajas BBK y Bancaja, que se han alineado sin dudar con Galán para criticar los intentos de troceo de la eléctrica y también la posibilidad de que el futuro dueño de Iberdrola sea una empresa pública gala. «Si alguien quiere nacionalizar el sector eléctrico español -apuntan en tono ácido fuentes del accionariado- lo lógico es que las empresas las compre el Gobierno español. Que lo haga el francés tiene menos sentido».

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