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OPINIÓN

el peligro del fuego bacteriano

M. P. CAMPELO, M. F. MARCOS, A. LORENZANA, M. R. BARREÑADA Y J. L. PALOMO

Martes, 22 de enero 2008, 01:43

EL fuego bacteriano de las rosáceas es la enfermedad más grave que afecta a los frutales de pepita en todo el mundo. Se trata de una enfermedad altamente contagiosa, que se dispersa fácilmente y que puede producir importantes daños en especies sensibles de la familia de las rosáceas. Dentro de éstas, destacan por su importancia comercial frutales como Malus (manzano), Pyrus (peral), Cydonia (membrillero), Eriobotrya (níspero del Japón) y Mespilus (níspero), así como especies de interés ornamental o forestal, como Cotoneaster, Crataegus (espino albar, acerolo), Photinia, Pyracantha, Sorbus (serbal), Amelanchier o Chaenomeles (membrillero del Japón). La enfermedad está causada por la bacteria Erwinia amylovora, que está descrita como organismo de cuarentena en la Unión Europea (Real Decreto 58/2005), considerándose a España como zona protegida frente a este organismo nocivo.

El nombre que recibe, 'fuego bacteriano', se debe al aspecto quemado que presentan las flores, frutos, pedúnculos, hojas y brotes de las plantas enfermas. Los brotes, además de tomar un color oscuro, pierden rigidez y se curvan en forma de 'cayado de pastor'. Las hojas se secan, pero permanecen adheridas a las ramas; adquieren un color casi negro en los perales, donde los síntomas de la enfermedad son más espectaculares, pardo en manzano y rojizo en algunas especies ornamentales.

Los frutos infectados adquieren un aspecto oscuro y arrugado (momificados), permaneciendo unidos al árbol. Si la humedad es elevada, pueden observarse exudados bacterianos, inicialmente brillantes y de aspecto lechoso, y posteriormente más oscuros. Esta enfermedad puede ocasionar la muerte de árboles de variedades sensibles.

A mucha distancia

La bacteria sobrevive durante el invierno en las partes infectadas de los árboles o en los restos abandonados sobre el terreno, y para que se produzca la enfermedad se requiere simultáneamente su presencia, la existencia de especies vegetales sensibles y que se den unas condiciones ambientales favorables (temperatura entre 18 y 30 ºC, y humedad relativa superior al 70%).

Las partes vegetales infectadas (flores, hojas, brotes, ramas y frutos) constituyen el principal foco de transmisión de la enfermedad, y el viento, la lluvia, el riego por aspersión o los insectos pueden diseminar la enfermedad a varios kilómetros de distancia. El transporte de material vegetal, las técnicas de cultivo como poda, recolección y labores, e incluso los pájaros migratorios pueden dispersar la enfermedad a más larga distancia.

Los métodos curativos de control son muy poco eficaces, y únicamente está aconsejada la aplicación de formulados de cobre de manera preventiva.

Es necesario recurrir a medidas de carácter legal como el control del material vegetal, los planes de inspección y seguimiento, y el arranque y la destrucción de las plantas afectadas, evitando así la presencia de bacterias capaces de iniciar nuevos ciclos de enfermedad. Cabe destacar la necesidad de usar material vegetal de variedades poco sensibles y certificado oficialmente como sano.

La enfermedad fue citada por primera vez en el año 1780 en Estados Unidos, mientras que en Europa se detectó en Inglaterra en el año 1957. Actualmente afecta a la mayor parte de los países europeos. En España, la primera detección tuvo lugar en Guipúzcoa en 1995, y en Castilla y León al año siguiente en un vivero de Segovia sobre una partida de plantas de procedencia belga. Desde entonces, el análisis en laboratorio de las muestras tomadas durante las inspecciones confirmó la presencia de casos aislados en varias provincias (Segovia, Burgos, Palencia, Valladolid y León), hasta que en el año 2006 se localizó un importante foco que afecta a varios municipios de la comarca de La Cepeda, en la provincia de León. En el 2007, la superficie afectada se ha extendido en esta provincia hacia otras zonas, incluida la comarca de El Bierzo, región frutícola cuya producción de manzana y pera posee marchamo de calidad.

Durante el año 2007 se han prospectado cerca de 3.000 hectáreas en diez municipios de El Bierzo, detectándose algunos focos puntuales que afectan a una zona muy localizada. Sin embargo, por tratarse de plantaciones frutícolas intensivas, se están aplicando medidas de erradicación más drásticas, y se encuentran en proceso de arranque cerca de 14.000 árboles (el 70% perales y casi el 30% manzanos).

En el resto de la provincia, se han analizado 22 términos municipales, detectándose más de 5.800 árboles afectados (el 61% en perales, el 22,5% en manzanos, el 8% en membrilleros y el 8,5% en plantas ornamentales), en un total de 125 localidades de las comarcas de La Cepeda, León, La Sobarriba, Las Omañas y Valdesamario.

Los frutales afectados en estos municipios se localizan casi exclusivamente en jardines de viviendas y en huertos familiares, por lo que, debido a su dispersión, el arranque se está limitando a las plantas enfermas y a las colindantes. La incidencia de la enfermedad es mayor en estas zonas que en El Bierzo.

En el 2007, los trabajos de vigilancia, detección y análisis han implicado a un total de 75 personas y las indemnizaciones establecidas, cercanas a los 35.000 euros por hectárea en plantaciones intensivas y más de 38 euros en el caso de árboles aislados, ha supuesto un gasto que supera ya los 550.000 euros.

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