ISABEL JIMENO
Jueves, 1 de noviembre 2007, 01:37
No obedece al clásico románico que tanto abunda por tierras segovianas. Ni siquiera el barroco o el gótico son las señas de identidad de la iglesia de Trescasas, que en plena provincia de Segovia llama la atención por sus paredes blancas que sobresalen sobre el frondoso verde de la sierra de Guadarrama que tiene como fondo y como marco. Una bella estampa que no pasó desapercibida para Carlos III. Y es que, según cuenta la historia del templo, éste fue edificado por mandato de quien fue monarca de España entre 1759 y 1788.
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En el palacio de La Granja de San Ildefonso estaba fijada una de las residencias de la Familia Real con la llegada de los Borbones al trono español, pero sus miembros paseaban por el entorno. La presencia de Carlos III era frecuente por estos pagos, por lo que el hijo de Felipe V e Isabel de Farnesio, mandó construir en este prado un templo para poder oír misa mientras estaba de cacería. Así surgió la iglesia de la Inmaculada Concepción, a medio camino de lo que eran los núcleos de Trescasas y Sonsoto. Así nació el dicho «Trescasas y Sonsoto tienen la iglesia por coto».
En 1774 comenzó a edificarse la iglesia de la Inmaculada Concepción, la que aún acoge el culto en Trescasas, pero no la única que ha existido a lo largo de la historia en el municipio, pues ya anteriormente contó con otra iglesia, ya desaparecida, dedicada a Santiago Apóstol.
En 1777, siendo aún rey de España Carlos III concluyó la obra del templo de traza neoclásica en cuyo interior sobresalen los retablos que conserva, entre ellos el del altar mayor, regalado por el propio monarca para embellecer el templo que él mismo mandó construir en el inicio del antiguo camino del Puerto de Malangosto, paso natural y punto de comunicación natural entre ambas Castillas.
Un lugar privilegiado que se convirtió en un punto importante en la Cañada Real Soriana Occidental, por lo que, merced a ese trasiego de trashumantes y ganados, surgieron los tres esquileos que llegaron a funcionar en la localidad, hoy prácticamente desaparecidos.
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Unas ruinas recuerdan aquellos edificios del Paular que durante años registraron una importante actividad en un pueblo en el que la relación con la nobleza va más allá de la iglesia que el rey Carlos III. Pues en el siglo XIX, todos sus vecinos se empleaban además en el transporte de maderas, ganados y lanas de esos esquileos a la Corte.Próximo pueblo: Bernuy de Porreros
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