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Trabajadores rumanos en un vivero de Mozoncillo manipulan las plantas de fresa. / REPORTAJE GRÁFICO DE ROSA BLANCO
La campaña de la fresa llega a su fin con una producción de quinientos millones de plantas
SEGOVIA

La campaña de la fresa llega a su fin con una producción de quinientos millones de plantas

Huelva y Marruecos son los principales mercados de este producto que cultivan una veintena de empresarios segovianos de Tierra de Pinares

ISABEL JIMENO I. J.

Domingo, 28 de octubre 2007, 17:28

En unos meses comenzarán a dar sus frutos. Los campos de cultivo onubenses empezarán a teñirse del rojo de sus sabrosas y afamadas fresas, pero el cultivo de esta apreciada fruta hunde sus raíces más allá de la provincia de Huelva. De Segovia salen la mayor parte de las plantas que luego producen las fresas.

Aquí se cultiva la fresa en la primera etapa de vida. En abril se siembran las semillas y en octubre, aprovechando el frío que para el ciclo reproductivo e induce la floración, las plantas se arrancan de las tierras segovianas para ser transplantadas en latitudes normalmente más cálidas.

Una campaña de apenas un mes de duración que ya toca a su fin en la que se requiere una importante cantidad de mano de obra, pues la mayor parte del trabajo es manual y su mecanización, hoy por hoy, es inviable. Cerca de cuatro mil personas han trabajado este año en la temporada de la fresa, la mayoría de ellas extranjeros -fundamentalmente rumanos- que llegan a través del contingente con contratos en origen a demanda de los empresarios.

Un intenso mes de trabajo para arrancar y manipular las plantaciones que se extienden por cerca de novecientas hectáreas de la comarca de Tierra de Pinares. Con un rendimiento de unas 600.000 plantas por hectárea, los campos de labor segovianos han visto salir este año unos quinientos millones de plantas de fresa rumbo a otras tierras en las que alcanzarán su madurez y darán los frutos llegada la primavera.

Fue hace casi treinta años cuando este cultivo llegó a la provincia. Entonces la superficie cultivada era menor, pero los excelentes resultados ofrecidos por el producto en las tierras segovianas motivaron su extensión, pues casi todos los viverista onubenses cambiaron sus plantaciones de bajura por las de tierras castellanas en altura.

Cerca de una veintena de empresarios de la Tierra de Pinares trabajan este producto con viveros en Mozoncillo, Carbonero el Mayor, Navalmanzano, San Martín y Mudrián, Chatún, Sanchonuño, Chañe, Nava de la Asunción o Fuente el Olmo de Fuentidueña. Las tierras arenosas de la zona y la altitud de entre 800 y 900 metros sobre el nivel del mar hacen de esta comarca un lugar idóneo para trabajar la fresa, apunta Luis Carlos González Arribas, uno de los cuatro viveristas de Mozoncillo, uno de los pueblos con más empresarios del sector.

Terreno y altitud

Además, las escasas lluvias y las temperaturas cálidas, pero no demasiado elevadas, del pasado verano han hecho de ésta una campaña muy buena, al permitir que la planta tire de sus raíces hacia abajo. «La temperatura tiene que ser de entre 10 y 25 grados», apunta González.

Fundamentalmente trabajan con los programas varietales de la Universidad de Florida y de Navarra. Camarosa, Virtudes, Honor, Aguedilla y Macarena son los nombres de algunas de las variedades de plantas de fresa que se siembran aquí para ser transplantadas a cientos de kilómetros de distancia.

Un laborioso trabajo que comienza a las siete de la mañana en el campo, donde dos tractores deben trabajar de manera sincronizada, uno tirando de la máquina arrancadora y otro del remolque en el que se cargan las plantas para llevarlas al almacén.

Allí, el trabajo es manual y requiere numerosa mano de obra. Fundamentalmente femenina. De hecho, el 90% de los trabajadores son mujeres, que se encargan de la selección y manipulado de la planta.

Deben seleccionar los ejemplares que cumplan los requisitos -un calibre de 7 milímetros de diámetro en el cuello y un buen sistema radicular-, hacerlas manojos de diez o veinte unidades y cortarlas para desprenderse de las hojas, que son inservibles. Las raíces se envasan en cajas -normalmente de cincuenta paquetes-, que se agrupan en palés para cargarlas en el camión rumbo a su destino.

Una cadena de trabajo casi ininterrumpido durante las 24 horas del día para que las plantas lleguen a las tierras en las que vuelven a ser plantadas.

Destino

Huelva es el destino tradicional y principal de las fresas que salen de la provincia de Segovia, aunque en los últimos años «está creciendo mucho Marruecos», apunta Luis Carlos González mientras ultima un viaje rumbo al país africano.

Portugal, Grecia e Italia también son parte del mercado en el que se mueven las plantas de fresa, que incluso llegan a otros países de climas más fríos como Alemania, Francia o Reino Unido, aunque con variedades de ciclo más corto.

Un amplio mercado al que en buena medida se encarga de abastecer la provincia de Segovia con los quinientos millones de plantas de fresa producidos durante la última campaña. LA CAMPAÑA DE LA FRESA

TRANSPORTESELECCIÓNARRANCAREl contingente de trabajadores extranjeros permite cubrir la gran demanda de mano de obra que requiere la campaña de la fresa. Excepto diez búlgaros, el resto de los cuatro mil llegados a Segovia este año son rumanos, quinientos más que en el 2006.

Tradicionalmente un trabajo realizado por amas de casa y estudiantes que aprovechaban el mes para sacar un dinero -aún hay quien continúa haciéndolo, pero son minoría- desde hace unos años es cosa de rumanos, que llegan a través de contratos en origen a demanda del empresario. Una técnica que comenzó a utilizarse en el 2000. «Fuimos pioneros en traer gente de origen», recuerda Aroa Manso, técnico de migraciones de Coag.

La agrupación de campesinos se encarga de la mayor parte de la tramitación de los permisos, este año ha formulado 1.200. Una tarea en el que trabajan todo el año. Cuando acaba la campaña, se analizan los resultados y ya en enero hay la primera reunión para preparar la siguiente remesa. A principios de septiembre, último contacto para ultimar los preparativos del viaje en autobús con la línea que diariamente opera entre Rumanía y España para facilitar que si surge cualquier imprevisto, puedan utilizar el servicio habitual. «Hay que hacer mucho papeleo», apunta Manso, que trabaja de forma coordinada con otra persona en Rumanía.

Doscientos senegaleses en el 2000 fueron los primeros en llegar de esta forma, pero las dificultades con el idioma motivaron en el 2002 el cambio por los rumanos, que se manejan mejor en castellano. Desde entonces, la demanda ha ido «en aumento», con el pico más elevado entre el 2003 y 2004, cuando creció un 50%. Todos trabajadores rumanos, aunque este año la experiencia se ha extendido a Colombia, de donde llegan medio centenar de mujeres procedentes de otras campañas, como Cataluña, donde recolectan fruta. Entre el 20 y el 30% llegan con contratos más largos y empalman la de la fresa con otras campañas más cortas como la patata, la uva, el espárrago y la fresa de invierno.

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