Una maldición bíblica
Junto a una invasión de ratones, los filesteos padecieron de tularemia hasta que devolvieron el Arca de la Alianza a los hebreos
JOSÉ CARLOS PÉREZ COBO
Martes, 23 de octubre 2007, 05:45
Nadie, salvo algunos fanáticos, pretende que la Biblia sea un libro de historia, pero aún así también es un libro que cuenta episodios rigurosamente históricos, aunque precisen de cierta interpretación para ser entendidos. Uno de estos relatos bíblicos, que se cuenta en los primeros capítulos del primer libro de Samuel, ha hecho trabajar con atención a los especialistas en enfermedades antiguas. Resulta que los filisteos, en una batalla contra el pueblo de Israel, habían conseguido capturar el Arca de la Alianza. Como consecuencia de este despojo, Yahvé se enfadó y los filisteos sufrieron una epidemia con mortales consecuencias; su dios -el ídolo Dagón- se cayó repetidas veces de su pedestal para, al fin, romperse; y, por si todo esto fuera poco, se produjo en sus tierras una devastadora invasión de ratones.
La historia, desde I Sm, 4 hasta I Sm 7-2, llama poderosamente la atención a los estudiosos de la historia de las infecciones. ¿Qué causó la epidemia? ¿Fue algo real o se trata de una licencia literaria? Se ha mantenido durante mucho tiempo que la filistea patología descrita en el libro sagrado era peste bubónica. Sería por lo tanto la primera descripción de esta gravísima enfermedad en el área mediterránea.
A los filisteos enfermos les salieron tumores o bubas, mientras que también hay una cita expresa de que en aquellos campos había una invasión de ratones o de ratas, según algunas traducciones. La peste bubónica, provocada porque durante la picadura de las pulgas de los roedores se transmite el microbio patógeno, produce tumores o bubas en el paciente y, como consecuencia, éste tiene muchas posibilidades de fallecer a corto plazo.
Pero que haya una proliferación de roedores al mismo tiempo en que aparece una patología que, entre otras cosas, produce inflamaciones locales, no significa que esa enfermedad sea la peste. Por lo tanto, según los críticos de la idea pestífera, la cita bíblica es insuficiente: la infección debería haber aparecido también en otros siglos posteriores. La idea más correcta parece que consiste en continuar creyendo que Oriente Próximo estuvo libre de epidemias de peste hasta los primeros años de nuestra era. Además, hasta hace poco más de un siglo nadie relacionó a las ratas con la 'muerte negra'. Por añadidura, ¿por qué se caía el ídolo de Dagón?
Otra alternativa para explicar el azote sufrido por los filisteos se basa en la suposición de que padecieron de disentería. Con las gravísimas diarreas, en esta enfermedad aparecen ulceraciones y tumefacciones en la región perianal. Por añadidura, según algunos, el texto hebraico podría indicar que los tumores serían hemorroides o abscesos disentéricos. Sin embargo, esta interpretación aún es más débil que la de la peste bubónica. La disentería se transmite por las aguas contaminadas y es difícil encontrar ninguna relación entre éstas y la presencia del Arca del Dios de Israel en las ciudades filisteas o la abundancia de ratones. El texto bíblico tampoco habla de diarrea, ni de aguas malas y, otra vez, ¿por qué la estatuilla de Dagón aparecía en el suelo?
La guerra y el botín
Allá por los tiempos de Samuel, resulta que los hebreos se fueron a la guerra contra los filisteos. Pero los israelitas tuvieron que retirarse dejando a cerca de 4.000 muertos en el campo de batalla. La estrepitosa derrota motivó que los ancianos decidieran volver al ataque, pero ahora en compañía del Arca de la Alianza de Yahvé para «que nos salve del poder de nuestros enemigos».
Poco poder tuvo la dorada caja, puesto que ahora los filisteos todavía provocaron mayor mortandad entre los judíos: 30.000 infantes perdieron la vida y, además, los paganos se apoderaron de la dorada caja símbolo de la unión de Israel y su Dios.
Los filisteos llevaron el arca a una de sus ciudades, Asdod, y la depositaron en el templo, junto a la estatua de su dios Dagón. Al día siguiente, el ídolo había caído. Lo levantaron y lo pusieron en su sitio, pero a la mañana siguiente lo encontraron derribado y roto. Al mismo tiempo, los habitantes de esa ciudad comenzaron a enfermar.
Una historia similar pasó en las otras cuatro grandes ciudades filisteas donde también llevaron el arca. Al fin, hartos pero sólo después de siete meses desde la captura, los filisteos devolvieron el arca a los israelitas, junto con un substancioso regalo de oro: 25 exvotos de tumores y otras tantas figuras de ratones. Se supone que la enfermedad desapareció entre los filisteos, pero sólo para volver a aparecer entre los israelitas que se acercaron demasiado al arca: setenta de ellos enfermaron. Como última medida, los propios judíos guardaron al arca en cuarentena en una granja.
Con todos estos datos, el canadiense Siro Igino Trevisanato mantiene, en el último número de la revista 'Medical Hypotheses', que la epidemia de los filisteos fue tularemia. La epidemia coincide con una invasión de ratones de la zona y se permite la razonable sospecha de que en el arca había un nido de ratoncitos portadores de la enfermedad. Al salir los roedores, por las noches, a explorar los nuevos territorios y buscar comida no sólo contagiaban a sus congéneres, sino también a las personas. Además, durante estos viajes ratoniles podían derribar al pequeño ídolo de Dagón. Al trasladar el arca de ciudad en ciudad, se transmitía la enfermedad por todo el territorio filisteo. Más tarde, los setenta judíos que curiosearon en el sagrado objeto también se contagiaron.
Y aunque la variante de la tularemia propia del Viejo Mundo es mucho menos grave que la misma enfermedad presente en las Américas, en aquellos tiempos sin antibióticos bastantes enfermos sufrirían mucho durante una larga temporada y, algunos, morirían. Por último, hay claras pruebas, indirectas en la Biblia, pero evidentes en algunos papiros médicos egipcios de que la tularemia era una enfermedad recurrente en el Oriente Próximo hace cuatro milenios.
La hipótesis no es descabellada. Estas investigaciones pretenden dibujar el mapa de la historia natural de las enfermedades. Una absoluta necesidad para los especialistas en la investigación epidemiológica.
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