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Pegar al padre
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Pegar al padre

JERÓNIMO GALLEGO

Martes, 2 de octubre 2007, 02:28

CUANDO se quiere descalificar alguna actuación humana es habitual pronunciar una frase tan contundente como descriptiva: «Eso es tan feo como pegar al padre». Volverse airadamente contra el propio padre o simplemente levantarle la mano es algo que merece general repulsa. Y sin embargo, es público y notorio que constantemente se producen esos actos de violencia de un hijo contra su padre o haciendo víctima a la madre o, también, atacando a ambos.

Las estadísticas se han acercado una vez más a las columnas de los periódicos para decirnos que anualmente crecen este tipo de acciones: en el año 2002 hubo 5.600 denuncias y en el 2006 se contabilizaron 7.680; en los seis primeros meses del 2007 cerca de 3.500 padres han expuesto que son víctimas de malos tratos por parte de sus descendientes menores de edad ¿Cómo? ¿Menores de edad, hijos que no han cumplido todavía los 18 años? En efecto, han leído ustedes bien: nos estamos refiriendo a chicos y chicas, niños o adolescentes, sometidos todavía por imperativo legal a la patria potestad que se han convertido en agresores dentro de sus hogares y que atacan a aquellos a los que deben respeto y obediencia.

Pero no nos engañemos, porque el problema es infinitamente mayor ya que solamente un 10% de los padres se deciden a denunciar ante la policía o en un juzgado estas actuaciones de sus hijos. Y como en el hogar la convivencia no se extingue al alcanzar la mayoría de edad, sino que actualmente se prolonga durante quince o veinte años más ¿podrían calcular ustedes cuántos padres y madres viven asustados, a veces aterrorizados, por las amenazas y las agresiones de este tipo?

Pasada la sorpresa, en el supuesto de haber desconocido este fenómeno, es lógico preguntarse con la natural preocupación tanto por las causas como por los remedios. No pretendo ofrecerles a ustedes un cuadro resumen de los orígenes del mal y menos aún cometeré la imprudencia de dibujar un catálogo de soluciones: hacen falta muchos libros para aproximarse al problema. Sí que puedo recoger lo que es opinión de los expertos y exponérselo telegráficamente.

La raíz de la tiranía que algunos hijos ejercen contra sus padres se encuentra en graves defectos de educación, en abandono de los deberes que los progenitores deberían asumir por el mero hecho de serlo, exceso de proteccionismo y ceguera ante los síntomas de rebeldía; con los padres pueden colaborar también negativamente los profesores, que se desenvuelven en el ambiente de un absurdo modelo de enseñanza, que pronto les lleva a una postura de pasividad. Los remedios hay que buscarlos en un cambio radical para lograr un sistema que recoloque a la familia como núcleo primario de los valores esenciales que han de guiar la evolución del infante, mayor dedicación y ejemplo de los padres con crecientes dosis de amor y de rigor; participando en el programa la figura del maestro, aceptada y respetada por el educando y por sus mayores. Es fundamental comprender que la formación del niño tiene que comenzar desde sus primeros días de vida y que no es posible iniciar la educación cuando ya se han adquirido hábitos negativos. No olviden los responsables que será muy oportuna la ayuda de un psicólogo especialista.

Cuando nos enfrentamos al problema de los hijos mayores de edad que permanecen en el hogar paterno y que rechazan con violencia las normas que se establecen para el buen orden de la casa, la solución en este supuesto exige cortar por lo sano: hay que ser valientes, expulsar a los agresores y, en caso de resistencia, llegar a la denuncia.

Comprendo que todo lo expuesto requeriría más amplias y mejores explicaciones. Prometo intentarlo en otro momento. Por ahora me limito a activar la alarma.

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