Huellas del más allá
'Teleplastias', extrañas marcas y mensajes inquietantes para crear la duda de si existe vida después de la muerte
ÁNGEL DEL POZO
Miércoles, 19 de septiembre 2007, 02:35
Uno de los museos más insólitos del mundo podemos encontrarlo en Roma y es conocido como el museo de las Almas del Purgatorio. Se encuentra enclavado en el interior de la Iglesia del Sagrado Corazón del Sufrimiento. Allí, en una pequeña capilla conocida con el nombre de la Madonna del Rosario podemos hallar impresiones hechas, supuestamente, con fuego, dejadas por las ánimas en paños, sábanas, libros, ropas y tablillas de madera. Todas ellas muestran signos (cruces, huellas ennegrecidas de dedos y de manos) dejados, presuntamente, por almas que han regresado del más allá para 'pedir oraciones por su sufrimiento'. El museo llegó a albergar a principios del siglo pasado 280 piezas que se redujeron a 19 que dan testimonio de doce casos, ya que en el 1912 se pidió permiso al Papa Pío X para destruir los casos menos documentados. En cada vitrina podemos encontrar las increíbles historias de cada una de estas reliquias, donde se asegura que los autores fueron ni más ni menos que personas muertas que dejaron de esta manera su impronta para terror de los testigos y como prueba fehaciente de su vida en el otro lado. Un misterio del que podemos encontrar casos en nuestra propia región.
La mano en la mesa
Cuenta la leyenda la profunda amistad que se profesaron dos frailes zamoranos. Uno, Fray Pedro, se encargaba de la cocina del convento dominico -hoy desaparecido- que se encontraba cerca de la ermita de la Virgen de los Remedios. El otro, Fray Juan, pertenecía a la orden de los Franciscanos y también llevaba a su cargo los menesteres gastronómicos de su convento. Ambos compartieron animosos paseos y forjaron un enorme afecto hasta el punto que se prometieron que el primero que muriese volvería para decirle al otro cuál había sido su suerte. Años más tarde Fray Pedro pasó a mejor vida después de que una terrible epidemia de peste hiciera estragos en Zamora. Mucho lloró el desconsolado Fray Juan por la pérdida de su mejor amigo. Y asegura la leyenda que los años pasaron hasta que un buen día y mientras se encontraba a solas en la cocina, escuchó un extraño ruido como de alguien que arrastrara cadenas. Ante sus ojos se apreció Fray Pedro con el rostro tremendamente demacrado con la mueca de la muerte en su cara y con voz de ultratumba le dijo: «Vengo a cumplir lo prometido, aquí me tienes en este estado pues estoy purgando mis pecados en el purgatorio, así que te ruego que reces mucho por mí y ofrezcas misas por mi alma». Al ver que Fray Juan no reaccionaba, decidió Fray Pedro dejar una muestra de su visita y posó la mano diestra en la mesa de la cocina y en ese mismo instante quedó grabada con fuego en la tabla.
Esa impronta del más allá se conservó durante mucho tiempo protegida por una reja en una pared del convento. Cuando se produjo la destrucción del monasterio se perdió por completo su rastro. Sin duda una bonita leyenda de cuya existencia no tenemos pruebas, aunque como verán a continuación hay ejemplos similares e inquietantes.
Fantasmas de piedra
Otras presuntas improntas de la vida de ultratumba son las llamadas 'teleplastias'. Con este término se designa a una especie de representación, un 'dibujo al carboncillo' en mayor o menor medida y que no pasa de ser un esbozo en el que no ha intervenido la mano humana. En ellas no hay ningún elemento artificial, ni pintura, ni agente químico creado como elemento inhibidor y artístico. Es un fenómeno natural al igual que su manifestación y quizás solamente es explicable desde un punto de vista paranormal (algunos mantienen la tesis de que son producidas por la mente humana) y desde luego es tan apasionante como polémico.
En nuestra querida piel de toro tenemos recopiladas varias presuntas 'teleplastias'. De la primera de ellas ya no quedan vestigios, -como pude comprobar 'in situ'- y la localicé en un recorte de prensa de una revista especializada en el pueblo leonés de Carrizo de la Ribera. Hace algunos años los vecinos de esta localidad no salían de su asombro cuando en la pared de una de las casas emergió una figura que representaba un hombre barbado. Todos aseguraban que tenía un parecido asombroso con el último habitante de aquella casa. Se trataba de un herrero de muy mal genio que mantenía muy pocas amistades y que murió sin el amparo de sus vecinos.
La segunda puede observarse con algo de suerte. En la localidad de Villacid de Campos (Valladolid) hay un monumento emblemático en el pueblo, es el torreón, conocido por varios nombres: el cubo, la torre de Ita o del Cid. Se trata de una construcción de ladrillo de planta circular, y es una especie de atalaya o resto de una antigua fortaleza. Cuentan los vecinos que los días de lluvia, situándose en el pórtico de la iglesia y mirando al torreón, puede divisarse un rostro de tres metros de altura que parece representar a un caballero árabe o la misma efigie del Cid, según otros. Así por lo menos me lo aseguraba el propio alcalde de la localidad, Jesús Pardo quien describía: «Parece la cara de un señor con un casco sobre la cabeza, se ven los dos ojos y lleva una poblada barba».
Otra más la podemos localizar en la iglesia de San Pablo en Valladolid. La descubrí hace dos años y en una reciente visita he podido observar su magnífica conservación. Probablemente sea una figura caprichosa formada por la humedad pero desde luego es sorprendente. Si nos situamos frente al altar podemos observar en una pared situada a nuestra izquierda y encima de una de las capillas laterales la figura de una monja o dama con hábito de unos dos metros de altura.
Villamediana
Aunque para sorprendente mi viaje a la localidad palentina de Villamediana. Tenía dos objetivos. El primero era poder entrar en la abandonada casa donde nació y vivió un ilustre de la localidad: el beato Francisco de Jesús, y lo conseguí gracias a César Bravo (amable investigador y apasionado de la historia de Palencia). Francisco nació en el 1590 en el municipio palentino y dedicó su vida entre otras cosas a evangelizar por varios países asiáticos. Fue en Nagasaki (Japón) donde precisamente encontró la muerte, quemado vivo, el día 3 de septiembre del 1632. Por este hecho, por su labor eclesiástica y por los prodigios que se le atribuyen fue declarado años después mártir de la Iglesia. Entre los inexplicables enigmas que se cuentan de su vida figuran unas extrañas manchas que se encuentran en la habitación donde nació. La tradición popular las atribuye a manchas de sangre que se produjeron durante el parto para dar a luz a Francisco. Y efectivamente pude observar unas manchas rojizas grandes dispersadas en una de las paredes de la habitación. Los vecinos de Villamediana aseguran que aunque se ha pintado varias veces, las manchas vuelven a surgir como queriendo dar fe del lugar donde nació el beato. Un enigma todavía sin resolver y al que se podría arrojar luz con análisis para verificar si es sangre y por supuesto con pruebas de ADN y del Carbono 14.
Los padres aparecidos
El otro objetivo era dar luz a la pista proporcionada por mi buen amigo Juanjo López. Este mirandés me aseguraba que en el pueblo se conocía una historia sorprendente: «Los padres de una niña fueron asesinados durante la Guerra Civil española. La niña aseguró ver en varias ocasiones a sus padres ya difuntos y éstos le rogaron que diera misas por su alma». Tras varios rastreos y visitas conseguí localizar a uno de los hijos de esta niña, Manuel, y a su esposa Fabiola. Mantuve una agradable entrevista con el matrimonio y me confirmaron que una y sólo una vez les relató los hechos durante una reunión familiar. Manuel contaba con 14 años de edad y no recordaba excesivos detalles. Su madre, con su habitual seriedad, les comentó que tras el fallecimiento de sus padres fue a residir a casa de sus tíos. Sin embargo fueron muchas las veces que aseguró haber visto a su madre fallecida, quien la peinaba en su propia casa (extremo confirmado por el testimonio de otro vecino de la localidad).
Sorprendente, desde luego pero permítanme contarles otra historia que conozco de primera mano. En octubre del año 2006 falleció en Valladolid de una manera trágica e inesperada la madre de Silvia (nombre ficticio). El golpe fue tremendo por la unión muy especial que existía entre ambas. Durante el corto tiempo que permaneció en el hospital y en una ocasión, Silvia al ver la pulsera (donde reza el numero de historial) de su madre le comentó: «Cuando salgas de aquí vamos a comprar ese numero de lotería porque va a tocar». Muchas fueron las veces que Silvia soñó con su madre ya fallecida y ese número. En vida no pudieron compartir esa experiencia ¿o quizás sí? Lo digo porque Silvia comentó repetidamente a su tío Manuel que compraran ese número para el sorteo de Navidad. El número ya se había agotado en Palencia y León, pero no en Zamora, por lo que compraron una serie. Era tal su seguridad que justo el día anterior al sorteo le comentó a su novio que al día siguiente serían millonarios. Y efectivamente fue premiado con un cuarto premio, 20.000 euros cada boleto ¿Ficción? No crea, ya que Manuel es mi tío carnal y uno de los afortunados junto a sus dos hijos que portaban un décimo cada uno.
castillaoculta@hotmail.com
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