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IVÁN SAN MARTÍN
El linotipista que anida en mí
Opinión

El linotipista que anida en mí

Las páginas metálicas que alumbraban aquellos viejos cacharros eran de una belleza deslumbrante, que no se reeditará nunca más

Roberto Carbajal

Valladolid

Sábado, 9 de noviembre 2024, 09:39

La imprenta de El Heraldo de Zamora fue mi bautizo en la profesión. Ya no existía como periódico (cuya cabecera y hemeroteca adquirió El Norte de Castilla); solo sobrevivió al devenir de los tiempos su próspero negocio tipográfico local. Yo era un joven linotipista en ... 1981 que tenía los ojos abiertos y las nalgas apretadas. Acababa de estrenarme en ese oficio tras una tediosa formación. No es que esa máquina fuese plúmbea; todo lo contrario: se trataba de un portento del ingenio humano («la octava maravilla del mundo», llegó a bautizarla Edison); lo que le confería más dificultad era el aprendizaje del teclado, disruptivo frente al de la máquina de escribir. Debías manejarlo con soltura, habida cuenta de que trabajábamos con ingentes cantidades de textos legales que componíamos a destajo para la editorial Lex Nova. Esas páginas no eran precisamente amenas, y con 17 años, yo no mostraba interés por semejante contenido.

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