El Norte es una sobresaliente cabecera. Su nombre evoca la estrella polar, el santo y seña de septentrión, un faro celeste, astro fiable en el firmamento periodístico castellano y guía imprescindible en el universo digital, certera orientación para no extraviarnos entre versiones opuestas de la ... misma realidad. Frente a las explicaciones distorsionadoras que proliferan en las redes de hoy (telas de araña e ocasiones, otras veces aparejos para pescar), la opinión pública demanda explicaciones no sesgadas, independientes, capaces de desbrozar los excesos informativos: credibilidad.
Dato y relato se aúnan en la biografía de El Norte de Castilla. Su historia está en los libros; no se fíen demasiado ustedes de Internet, pues nos dice que el diario más antiguo es el ¡Boletín Oficial del Estado!, por su antecedente –La Gaceta de Madrid-, un claro ejemplo del torpe desconcierto contemporáneo. El BOE no es un periódico (en su acepción mediática) y si un canal gubernamental de información. Antes que muchos otros fue El Norte (1854), siempre después en la primera división los noticieros, manteniendo su brillante palmarés entre medios de dimensiones y presupuestos mayores. Esto en sí mismo es un gran mérito, solo viable gracias al esfuerzo de profesionales ejemplares. Tras 170 años, su futuro sigue siendo prometedor, valioso activo, inconfundible en la defensa de los intereses del territorio con el que se identifica.
Ahora que todos tenemos mucho más acceso a los hechos que hace unos años, podríamos creernos en condiciones de sobrevivir y estar al tanto sin pasar por el quiosco. Entonces ¿cuál es la razón de ser de los periódicos? ¿Nos da igual lo que nos cuenten y cómo lo hagan? ¿Acaso nos resulta lo mismo que se nos informe desde Nueva York, Bruselas, Madrid o Barcelona? En ningún caso. Los lectores exigentes esperamos que quienes escriban sean buenos conocedores de nuestra realidad, nos la expliquen, nos ofrezcan análisis de 360 grados para comprender mejor lo que ocurre, necesidad creciente por el exceso de bulos. Y queremos encontrarnos en las páginas empatía con las personas a las que está destinada la información, una defensa de lo más cercano.
Desde el tiempo de Santiago Alba y César Silió, es famoso El Norte por asumir esa línea, vinculada al mundo agrario y el interés cerealista castellano, con implicaciones en el nivel más alto de la política. La primera edad de oro fue seguida por los nombres protagonistas de Miguel Delibes, José Jiménez Lozano y Paco Umbral. ¿Cuántos periódicos pueden presumir de una nómina de directores y articulistas de tanto nivel, entre los más reconocidos en la historia de España? La veteranía de los mejores merece el reconocimiento y el respeto por su contribución, modélica para los sucesores.
Los actuales artífices de El Norte son conscientes del testigo recibido de sus mayores, están preparados para mantener la redacción a la altura de las circunstancias y se mantienen celosos en la salvaguarda de un estilo de hacer prensa convincente. Así, seguro, con tan buenas artes celebraremos en tres décadas dos siglos. Se sucederán los políticos, las empresas y personalidades; de todas ellas hablará el periódico y seguirá considerándose un honor firmar artículos en sus páginas. Colaborar con EL Norte, suscribirse y leerlo serán buenas razones para permanecer activo y atento, en buena forma para brindar con los responsables de hoy y con quienes estén a cargo en 2054.
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