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Decía Marx de los alemanes que «sólo se encontraban con la libertad en el día de su entierro», una forma de expresar la difícil relación de los alemanes con el liberalismo que apenas si salió de la cabeza de sus filósofos. Tampoco en España lo ... hemos tenido fácil. Santiago Alba Rico, un bisnieto de Santiago Alba Bonifaz, el joven que en 1882 compró El Norte de Castilla, recuerda en su libro, España, al ancestro que se sentía «liberal del corazón y monárquico de razón». Liberal lo fue con hechos pues siendo Ministro de Educación Pública apostó por la escuela estatal, ganándose la enemistad de la Iglesia que por aquel entonces tenía el monopolio de la educación y no quería oír hablar de libertad de enseñanza. Para más inri trasladó a la enseñanza secundaria el modelo de la Institución Libre de Enseñanza, declaró que «nada hay más socializador que el impuesto» y, finalmente, dimitió como Ministro porque el Consejo de Ministro se negó a subir el sueldo a las 27.000 maestros del sector público.
Esas eran en aquel entonces señas inequívocas del liberalismo, es decir, de las personas o movimientos que creían en la causa de la libertad, que no consiste sólo en ejercerla sino en crear las condiciones para que los que no son libres sean liberados. ¡Cómo han cambiado los nuevos liberales! Tomemos, por ejemplo, la libertad de enseñanza, santo y seña de la Institución Libre de Enseñanza que defendía la libertad de conciencia y también la de cátedra. Sus abanderados hoy son los colegios católicos cuando fue la Iglesia Católica la que condenó entones el liberalismo de esta Institución. Jiménez Lozano recoge en su Meditación española sobre la libertad religiosa unos párrafos del catecismo Ripalda en los que, después de afirmar que el liberalismo es «un pecado gravísimo contra la fe», pregunta si un católico puede leer un periódico liberal, a lo que responde «sólo las cotizaciones de la Bolsa». Habría que preguntarse si han cambiado porque aman más la libertad o porque la necesitan.
El liberalismo en España es una asignatura pendiente porque nos ha costado entender que es más humano buscar la verdad que poseerla. Nos fiamos más de los dogmáticos, que dan seguridad, que de los librepensadores, que, además de romper moldes, pueden equivocarse,
El bisnieto del antepasado que puso en manos de la familia durante un siglo el Norte de Castilla, cuenta que este liberal de corazón se quedó a medio camino (es lo que da a entender con lo de «y monárquico de razón») pues desde el poder tuvo gestos tan poco liberales como faciltar a Juan March, el empresario contrabandista mallorquín, algún que otro negocio ilegal y, apoyó, a pesar de ser diputado en la República, la llegada de la dictadura. Al parecer el cambio no satisfizo a los golpistas pues un grupo de falangistas, recién acabada la guerra, le buscó en el Hotel Ritz de Madrid y le hizo beber una botella de ricino.
Lo que ponen de manifiesto estos vaivenes es que la causa de la libertad es muy exigente por eso hay que desconfiar de los que se presentan como titulares del liberalismo sin que, como Santiago Alba Bonifaz, se la jueguen al defender sus valores. La libertad es un horizonte asintótico que se aleja conforme nos acercamos. Quien diga que la posee, la traiciona. El filósofo Lessing escribió que si Dios se le presentara teniendo en su mano derecha la verdad y, en la izquierda, su búsqueda, se quedaría con ésta y le diría «¡dámela, Padre! ¡La verdad pura es únicamente para ti!».
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