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Cuentan los componentes del joven grupo Alcalá Norte, que se han hecho famosos gracias a la canción 'La vida Cañón', que el nombre al que hace referencia la conocida pieza es porque a principios de siglo XX, ante la proximidad del sorteo de la Lotería de Navidad, un periodista decidió tirarse a las calle de la capital, concretamente a una corrala de Lavapiés, y preguntar a los viandantes qué harían si les tocase el gordo de la lotería.
Entre todas las respuestas escuchadas hubo una que llamó la atención del periodista:
«Yo si me tocase me daría a la vida cañón, se acabó ir de clá a los teatros, y ver los toros desde la andanada del 6, mi butaquita y mi tendido, me compraría un gramófono y a la parienta un mantón, ¡y que no se diga que no sé yo gastarme el dinero como los buenos!».
Mi contacto con El Norte de Castilla, aunque no se lo crean es de hace ya unos cuantos años, cuando los vecinos eran casi más de la familia que la propia familia. Frente a casa de mis abuelos, en el tercero derecha, en pleno centro de León vivía la familia Velázquez.
Antonio, el padre, vallisoletano de toda la vida, había acabado en León tras la mili en la brigada de paracaidistas porque su padre había sido destinado allí como director de la prisión.
Antonio todos los domingos bajaba al quiosco que había en la calle Conde Guillén a comprar El Norte de Castilla y a encargar al quiosquero los especiales, ya que solo le llegaba el Norte los domingos.
Como les he contado antes, siempre que iba a casa de mis abuelos acababa visitando a los vecinos y pasando el rato con sus hijos. Con Eloy, con quien salí de fiesta mis primeras noches y me hizo ver que Passport era mejor que el DYC. Me grababa los discos de Los Rodríguez y me regaló mi primer poster de Michael Jordan con los Chicago Bulls.
Y allí siempre en la mesa baja del salón, su padre dejaba El Norte con aquellas grandes letras góticas que tanto me llamaban la atención.
Por tanto, podemos decir que mi primer contacto con Valladolid fue de la mejor manera posible, gracias a un periódico. Aunque yo no entendía cómo podía estar los domingos en León, si se imprimía ocho horas antes en otra cuidad a 150 kilómetros. Conecté con Pucela a través de un canal directo, con la verdad y la libertad, y por supuesto, con la cultura.
Pero no fue hasta un 17 de abril de 2021, cuando el Sr Ortiz, director de este periódico, me escribió para preguntarme si me apetecía escribir los sábados para ENC.
Recuerdo perfectamente que estábamos de sobremesa en un pequeño pueblo de la montaña leonesa, concretamente en Viñaño (muy recomendable), y un poco cargados de Ribera y Oporto. Debí de poner cara de idiota porque me dijo mi esposa, ¿quién te escribe que no paras de sonreír? Nada, luego te cuento, me ha llamado «el Madrid».
Y de esta manera es como he aparecido yo, aunque sea de manera testimonial, en los 170 años de quizá una de las empresas más antiguas de Castilla. Porque si algo tengo claro es que el periódico está tan anclado en la sociedad que todo y todos, tanto los que le adoran como los que le odian y emplean todas sus armas contra él, pasarán a ser interinos.
Dice mi compañero y amigo Rafa Latorre, director de 'La Brújula', que el mejor trabajo del mundo es sin duda, ser director de El Norte de Castilla. Hace dos semanas me lo recordaba de nuevo en Aranda de Duero, y puntualizaba: «con qué aplomo suena eso de ser director de El Norte…»
Así que si me preguntan cómo ha sido mi experiencia con todos ustedes cada sábado, les diría que no tan bien como ser el director de El Norte, como mi querido y admirado Ángel, pero bueno, escribir en el decano de la prensa española, es algo así como: La vida Cañón.
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