Dicen las crónicas posrománticas más legendarias que cuando el siglo XX apenas despuntaba, don César Silió y don Santiago Alba se jugaron a cara o cruz el margen de capital que convertiría a uno de los dos en accionista mayoritario de El Norte de Castilla, recién convertido en sociedad anónima. ¡¿Anónima?! ¿Sociedad 'anónima' El Norte de Castilla, más allá de una mera categorización técnica?
Publicidad
Con 170 años de trayectoria en su haber, si algo «no» es El Norte de Castilla es precisamente eso, anónimo. Muy al contrario, El Norte de Castilla es, en esencia, una de las realidades vallisoletanas más nominales y sustantivas. Uno de los ingredientes más indiscutidos, notorios y reconocibles de cuantos participan la identidad vallisoletana. Su historia es la historia de Valladolid y tras ella se esconden cientos de miles de nombres, rostros, vidas, firmas y protagonistas de historias que entretejen nuestra propia historia. Su memoria es la memoria de Valladolid, uno de los territorios intangibles que más y mejor sustenta y da visibilidad y trascendencia a lo que Valladolid y los vallisoletanos somos.
En uno de sus editoriales más enjundiosos y recordados, engendrado en la noche del 31 de diciembre de 1911, cuando El Norte estrenaba su primera rotativa, el periódico declaraba que «No puede ser la prensa un medio, sino un fin; no puede ser el periodismo arma política ni hoja sectaria. Más amplios horizontes debe tener la prensa, cuando aspira a que todos la lean y a que todos encuentren en ella el eco de sus aspiraciones y no el rígido dogmatizador político que quiere imponerle su criterio». Profundísimas han sido las transformaciones experimentadas por los medios de comunicación desde entonces, máxime en estas primeras décadas del siglo XXI, pero la decanatura que El Norte de Castilla ostenta por derecho propio en este ámbito le obliga a mantenerse fiel a aquellos principios, que son los que la memoria colectiva vallisoletana y, por extensión, castellano-leonesa concibe como inherentes a su cabecera.
Ya en su momento, en aquellos años de mediados del siglo XIX –no será este alcalde quien se postule a favor de una u otra fecha concreta…–, el nacimiento de El Norte removió a propios y extraños y caló hondo incluso en los mentideros de corte más satírico. Ahí queda la coplilla del gran maestro de periodistas José Estrañi, que saludaba la iniciativa de esta guisa: «Por haber fundado El Norte, // que es un pecado mortal, // le echó Dios la penitencia // de llamarse Perillán».
Era evidente que había nacido algo grande, algo llamado a ser una constante en el futuro inmediato de la ciudad burguesa que se abría paso en la España del momento, a la cabeza de la Vieja Castilla; un auténtico e irremplazable Testigo de la historia, que tanto nos arrebata, que tanto nos duele y tanto nos esperanza.
Publicidad
En los días en que El Norte de Castilla iniciaba su andadura como Avisador y puntual registrador del acontecer de nuestra tierra, el Consejo de Ministros, presidido por el duque de la Victoria, concedía a Valladolid el título de heroica y el tratamiento de excelencia. Era alcalde de los vallisoletanos el mismísimo padre del poeta Leopoldo Cano. El Teatro Calderón levantaba el telón por vez primera y el Banco de Valladolid abría sus puertas. Los balbuceos de El Norte se hicieron oír en un Valladolid que, como nunca en su historia, tenía fe en su futuro y conciencia de su potencial grandeza.
Durante casi dos siglos, Valladolid y El Norte se han soportado, se han necesitado, se han impulsado mutuamente, se han reconvenido, han limado asperezas y han reconocido, mutuamente, su peso específico, su singularidad, su unicidad. Y tras 170 años de historia común han llegado a 2024 en un mismo barco y remando en una misma dirección, dominando los vientos de un presente fabuloso y sorprendente que pone a prueba, día a día, su resiliencia y su capacidad de adaptación a las necesidades y expectativas de la sociedad y el mundo globales.
Publicidad
El Norte –toda su familia lo sabe– no puede eludir la gran responsabilidad que el tiempo y la historia le atribuyen. El Norte y nuestra tierra comparten un mismo sistema circulatorio y la sangre que por él circula, en un sistema perfecto y sincrónico, crea entre ambas realidades un vínculo tan inexplicable como indisoluble.
Tanto es así esto que digo que son incontables los episodios que han dado muestra de esta mágica conexión entre El Norte y Valladolid. Aunque yo me quedo con aquel que cuenta la historia de un respetable e ilustre vallisoletano que una tarde envió nota a la Redacción informando de que acababan de administrarle el Santo Viático en un «acto solemnísimo, una hermosa manifestación de simpatía. Le agradeceré lo diga en el periódico». En palabras del redactor que cubrió la noticia: «Al día siguiente nos trajeron la esquela de defunción. No recuerdo bien si estaba escrita de su puño y letra».
Publicidad
El reto es que esta historia común no retroceda ni un ápice. Y que Valladolid y El Norte de Castilla continúen por la senda de la complicidad, en el convencimiento de que el sentido y la razón de ser de cada uno de ellos está estrechamente unido a la del otro. Binomio perfecto. Equilibrio perfecto.
Feliz aniversario y ¡larga vida a El Norte de Castilla!
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.