Hemos superado las profecías de Nostradamus, de los mayas e incluso esa del efecto 2000 que vaticinaba que los ordenadores colapsarían y los aviones caerían en pleno vuelo, como mosquitos intoxicados por una ráfaga de insecticida. Hemos sobrepasado las fechas de muchas de esas distopías cinematográficas que nos pintaban el futuro con pinceladas no muy halagüeñas. En 'Terminator', la rebelión de las máquinas se produce en 1997; 'Blade Runner' se desarrolla en un oscuro y lluvioso 2019.

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No podemos decir que el planeta atraviese uno de sus mejores momentos, pero vamos tirando, que no es poco. No tenemos coches voladores ni 'robocops' ni teletransporte de partículas ni nos pueden implantar o extirpar recuerdos; pero aquí estamos, en 2024, leyendo periódicos. Este último detalle no lo vieron venir ni el arúspice más delirante ni el escritor más febril de ciencia ficción.

El Norte de Castilla cumple 170 años. 'Le Figaro', en Francia, nació casi a la vez. Pocos periódicos de esa época quedan en pie. En aquellos días, si salías a la calle, podías encontrar gente desplazándose en velocípedo, los daguerrotipos eran tecnología punta y la cirugía con anestesia estaba dando sus primeros y titubeantes pasos. Desde ese lejano 1854 infinidad de cabeceras han aparecido y desaparecido, al no encontrar el respaldo de los lectores.

Los periódicos decimonónicos eran abrumadoras sábanas de texto muy apretado. Había que ser un burgués con mucho tiempo libre y escasas alternativas de ocio para sentarse a disfrutar, parsimoniosamente, de sus contenidos. Poco a poco, se fueron democratizando y ampliando el espectro de lectores hasta llegar a todos los estratos de la sociedad. Los periódicos como El Norte de Castilla se han adaptado y han evolucionado al compás de los tiempos y hace mucho que cuentan con una edición digital que incluye un potente apartado gráfico (e incluso vídeos) y permite a los lectores dejar sus comentarios: ese proceso que en comunicación llamamos 'feedback', aunque deberíamos llamarlo 'retroalimentación'.

Yo confieso que soy más forofo de la edición de papel. Me gusta pasar las crujientes páginas del periódico (de atrás hacia adelante, no me pregunten por qué) y recortar aquellas noticias, artículos o reportajes que quiero conservar y que guardo, de hecho, en una caja de cartón, junto a fotos analógicas de episodios de mi vida. Mi memoria y la hemeroteca de El Norte de Castilla tienen una frontera difusa y no sé muy bien dónde termina una y empieza otra.

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El Norte de Castilla ha superado cien crisis y ha capeado mil temporales. El último vaivén fuerte fue la pandemia de 2020. En algún sitio he leído que el coronavirus fue creado en un laboratorio clandestino por científicos que habían estudiado, gracias a becas de la CIA, en universidades extraterrestres. Y ustedes se preguntarán dónde he podido leer un disparate de tal magnitud, y yo les diré dónde nunca podría haber encontrado una tontería así: en El Norte de Castilla.

Periódicos como este siguen siendo la mejor forma de informarse con rigor, tanto de lo local como de lo global. En esta época vertiginosa y estrepitosa que nos ha tocado vivir, un periódico es un paréntesis y un oasis. Los futuros venideros, por muy posmodernos y apocalípticos y rarunos que salgan, seguro que siguen teniendo periódicos.

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En resumen: que El Norte de Castilla goza de buena salud y ya ha llegado a los 170 años, sobreponiéndose a los achaques, sorteando los obstáculos, surfeando los altibajos. Yo, que tengo 50 años y estoy hecho un cacharro, cuando sea mayor quiero ser como él.

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