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Su creación era de vital importancia para el tejido social de Valladolid. La Sociedad Filantrópica Artística, creada en 1864, debe enmarcarse en un amplio y benemérito esfuerzo de socialización y educación de las clases populares, que recorrió toda España en la segunda mitad del siglo XIX. El Norte de Castilla fue testigo privilegiado de aquel esfuerzo cultural en toda su amplia acepción, pues en sus páginas se publicaron, por ejemplo, las primeras reuniones oficiales de la junta directiva, celebradas en abril de 1864 en un local de la calle de Ruiz Hernández. La presidía Pedro Solas y su secretario era Saturnino Sandoval. Entre sus fundadores figuran otras personalidades muy relevantes en su momento, como Ricardo Janke, propietario de una Academia de música bastante prestigiosa. La inauguración oficial, verificada en octubre en su primera sede de la calle de San Ignacio, contó con el discurso de Lucas Guerra. Cuatro años después, coincidiendo con la Gloriosa Revolución de 1868, su sede se trasladó al número 1 de la calle Duque de Lerma.
La Filantrópica promovió un amplio programa de tipo cultural y pedagógico que incluía enseñanzas básicas para las clases populares, pero también artísticas, musicales, profesionales y todo aquello que redundara en beneficio de la sociedad vallisoletana. Incluso se propuso impulsar iniciativas que contribuyeran a potenciar el progreso económico de la ciudad y elevar su presencia a nivel internacional. Así se explica organización, en septiembre-octubre de 1871, de la Exposición mercantil, industrial, agrícola y científica celebrada en la Acera de Recoletos, saludada con fervor por este periódico el 17 de septiembre: «Las Exposiciones atraen así, magnéticamente, a la industria, las ciencias, las artes, agricultura y comercio y cuanto tiene conexión con la marcha progresiva de nuestros modernos adelantos. Sirven de estímulo a todos y de justo premio a la asiduidad y al mérito».
La Sociedad Filantrópica fue capaz de concitar apoyos de todo tipo, incluida una fructífera suscripción popular. Acto seguido se nombró una Junta directiva de la Exposición presidida por Pascual Pastor, con Calixto Pascual y Francisco Cabeza de Vaca como vicepresidentes, Juan Callejo como contador, Domingo Respaldiza en la tesorería, Pedro Illera Mate como secretario y Marcial de la Cámara y Manuel Ceinos como vicesecretarios. Junto al pabellón principal se acomodó un salón de pinturas y piano en la nave de un antiguo convento de la Acera de Recoletos. La entrada se decoró con un arco en el que figuraban emblemas y nombres de personajes célebres.
El horario del certamen era de ocho de la mañana a seis de la tarde, y la entrada costaba un real de lunes a miércoles y dos los restantes días de la semana; los jueves por la tarde, sin embargo, el precio ascendía a cuatro reales. La Exposición coincidió con las fiestas de la ciudad, que se celebraron entre el 20 y el 29 de septiembre. Aunque modesta en comparación con otras del entorno español y europeo, la muestra tuvo un resultado nada despreciable, pues a Valladolid asistieron 653 expositores procedentes de otras provincias, pero también de Francia, Bélgica e Inglaterra. Destacaron, por ejemplo, los más de mil objetos presentados por el farmacéutico Pérez Mínguez, sedas, jabones, licores, rubia, cerveza, productos resinosos, naipes (de Fournier, por supuesto), fotografías, lienzos, hilados, tejidos, estameñas, algodones, paños, sombreros… Tampoco faltaron fabricantes de harinas, incluidos los señores Miranda y Alonso de Prado, de León; vinos de Rueda, Alcañiz, Labastida, Aguilar, Alcobendas y Valladolid; chocolates como los de Ortiz (Palencia), Villán (Astorga), Prado (León), Gil (Valladolid) y López (Málaga), así como numerosa y variada maquinaria industrial.
Para facilitar la asistencia, Ferrocarriles del Norte, Noroeste y de Alar-Santander, junto con otras empresas del país, ofrecieron, entre el 14 de septiembre y el 15 de octubre, trenes especiales con importantes rebajas en el precio de los billetes. La Exposición Internacional estuvo amenizada por certámenes agrícolas, literarios y musicales. Los premios se publicaron en las páginas de El Norte de Castilla entre el 17 y el 23 de octubre. En total se repartieron 122 medallas, 300 diplomas, más de 200 menciones honoríficas, 8 regalos particulares y 4.000 reales en lotes de 320 a 160, con otras cantidades conmutables por diplomas.
Por su contribución a la buena marcha del certamen, Manuel Ruiz Zorrilla, ex presidente del Consejo de Ministros, fue premiado con la «medalla de oro no adjudicada», el ex ministro de Fomento, Santiago Diego Madrazo, fue reconocido «por haber rubricado dos subvenciones», y también recibieron premios el destacado industrial y político Sabino Herrero Olea, los directores de Instrucción Pública, Estadística, Agricultura, Industria y Comercio, y el director del Arma de Caballería «por las propuestas e influencia ejercida para consignar estas cantidades».
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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