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«La inauguración del nuevo edificio destinado a las enseñanzas del Instituto general y técnico constituye un motivo de satisfacción para cuantos se preocupan del fomento de la instrucción pública (…). Para la enseñanza es un palacio y un laboratorio, para Valladolid es un elemento de vida». Así saludaba El Norte de Castilla la inauguración, el 30 de septiembre de 1907, del flamante edificio del Instituto de Segunda Enseñanza de Valladolid, el actual 'Zorrilla'.
Para bucear en sus orígenes debemos viajar en el tiempo hasta 1845, momento en el que el Estado liberal español, recién consolidado, se esfuerza por eliminar la lacra del analfabetismo y hacer patriotas, jóvenes educados en el liberalismo y fieles a la reina Isabel II. Cosa nada fácil si tenemos en cuenta los altos índices de analfabetismo de la época: en aquel momento, los de la ciudad del Pisuerga sobrepasaban con creces el 50%. Fue en ese mismo año cuando el ministro José Pidal sacó adelante un Plan de Estudios que reorganizaba la enseñanza universitaria creando la Segunda Enseñanza Elemental y la Segunda Enseñanza de Ampliación: de la primera quedaron encargados, precisamente, los Institutos de Enseñanza Secundaria. Así se sentaron las bases -más virtuales que materiales- del actual Instituto Zorrilla de Valladolid.
El 4 de septiembre de 1845, un Real Decreto firmado por Isabel II disponía la creación de un Instituto Provincial de Segunda Enseñanza vinculado como Instituto agregado «a la Real Pontificia e insigne Universidad de Valladolid». De ahí que hasta 1850 quedara instalado en las dependencias de la Universidad Literaria de la ciudad. Luego pasó a la Hospedería del Colegio de Santa Cruz, donde estuvo más de medio siglo, si bien lo realmente importante sucedió en 1857: una nueva Ley de Instrucción Pública, obra, esta vez, del ministro vallisoletano Claudio Moyano, otorgaba plena sustantividad a la enseñanza media y la emancipaba de la superior. Ello suponía la implantación definitiva de los Institutos y su financiación a cargo de los presupuestos provinciales. Así ocurrió con el de Valladolid, emancipado totalmente de la Universidad, aunque alojado en los locales de Santa Cruz y obligado a volver a los de aquélla en 1901, debido al estado ruinoso de la Hospedería. Ese mismo año recibió la denominación de Instituto General y Técnico.
El empeño por conseguir un edificio propio aglutinó los esfuerzos y voluntades de Ayuntamiento, Diputación y diputados en Cortes. Mientras la segunda anunciaba, a finales de enero de 1901, una importante cesión de «terreno para edificio, jardines y campo de cultivo» en el llamado «corralón de San Pablo», los diputados daban el último empujón a un trabajo iniciado tiempo atrás: primero fue Germán Gamazo, ministro de Fomento, y enseguida Santiago Alba Bonifaz, recién llegado al escaño. Los resultados no se hicieron esperar: si el 8 de febrero un Real Decreto firmado por el ministro García Alix anunciaba que «se procederá a la construcción de un edificio con destino a Instituto de Segunda Enseñanza en Valladolid, en el terreno ofrecido por la Diputación Provincial», en noviembre de 1902, Santiago Alba escribía al alcalde: «Acordándose subasta construcción nuevo Instituto para 10 de diciembre, íntima satisfacción comunícole noticia Usía, favorecerá invierno clases obreras, contribuirá definitivo progreso cultura Valladolid». Justo ese mismo año, el Instituto había sido trasladado al piso alto del ex Colegio de San Gregorio, actual Museo Nacional de Escultura, concretamente a las dependencias que ocupó el Gobierno Civil de la ciudad. Sería su penúltima ubicación.
El presupuesto total de las obras ascendió a 679.189,39 pesetas y su proyecto se encargó al conocido arquitecto local Teodosio Torres, autor, entre otros edificios, del Círculo de Recreo y de la Plaza de Toros. En julio de 1903 se colocaba la primera piedra. Cuatro años tardó en culminarse el edificio actual: la inauguración del mismo, efectuada a las 11 de la mañana del 30 de septiembre de 1907 con objeto de comenzar las clases el 2 de octubre, contó con la asistencia del diputado y Subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, César Silió, el rector de la Universidad, González Ibarra, el diputado Zarandona, el gobernador civil, señor Paradela, el senador Santos Vallejo, el alcalde Romero Fraile, el presidente de la sala civil de la Audiencia, Espinosa de los Monteros, y el director del centro, Policarpo Mingote y Tarazona. Este último tuvo palabras de agradecimiento para todos, pero especialmente para los diputados en Cortes Gamazo, Alba y Silió, decisivos a la hora de materializar la construcción del centro.
Este contaba con los más avanzados medios educativos del momento: 10 aulas para 100 alumnos cada una, laboratorios de Física, Química e Historia Natural, sala de dibujo… También tenía bancos adosados a la pared y una gran escalera con balaustrada que no pocos alumnos usaban a modo de tobogán. Los profesores tenían fama por su preparación, y los alumnos se dirigían al catedrático de turno con la expresión «de Usía». 1.145 escolares inauguraron las clases en 1907. En 1940 se le puso el nombre de «José Zorrilla».
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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