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La carta, fechada el 25 de octubre de 1943, la firmaba desde Valladolid Enrique Estefanía de los Reyes e iba dirigida al ministro de Justicia, Eduardo Aunós Pérez. Su petición era muy concreta: como el Régimen franquista estaba ultimando la edición del libro «Causa General. La Dominación roja en España», dirigido a justificar la sublevación militar contra la República ante las potencias extranjeras, solicitaba «que se aluda en el libro a su hijo, don Emeterio Estefanía Cuadrao, como primer caído por Dios y por España en la noche del 18 de julio de 1936, en el Despacho de la División en dicha capital».
Aunós solicitó el informe de Antonio Reol, fiscal de la Causa General, y este fue taxativo: no podían acceder a lo que pedía Estefanía porque el libro «no se refiere sino a la dominación roja en España, no publicándose lo referente al Alzamiento Nacional». ¿Quién fue Emeterio Estefanía Cuadrao, «primer caído por Dios y por España» el 18 de julio de 1936? Poco más se sabe de él aparte de este dato y de su militancia en la formación monárquica y ultraconservadora Renovación Española. Es más, hasta el comienzo de la Guerra Civil en la capital vallisoletana solo había trascendido su buen desempeño en los campeonatos de tenis. La fama se la daría, de hecho, su trágica muerte aquel 18 de julio de 1936.
Emeterio Estefanía había nacido en Castro Urdiales, provincia de Santander, y era hijo del juez Enrique Estefanía de los Reyes, fallecido en Valladolid en septiembre de 1944, y de Josefa Cuadrao Pereda, que murió en mayo de 1936. El matrimonio, residente en Valladolid desde mediados de los años 20 (el padre se jubiló como magistrado de la Audiencia territorial de Oviedo en 1924), tuvo dos hijos: el mayor, Enrique, y Emeterio. Este último estudió Derecho en la Universidad de Valladolid, y trabajó como abogado y delegado de «Hispania. Compañía General de Seguros S.A.», además de montar una Academia de Matemáticas en su domicilio de la Acera de San Francisco. En el momento de su muerte tenía 29 años, era cofrade de Jesús Nazareno y estaba prometido con Pilar del Hoyo Enciso.
De ideas conservadoras, en 1935 entró como vocal en la junta directiva de las juventudes de Renovación Española (RE), organización que en Valladolid presidía Antonio Planas y que decía combatir «la labor destructiva de la masonería y de la organización judeomasónica», esto último en alusión a la republicana Federación Universitaria Escolar (FUE). Militantes y dirigentes de RE llevaban tiempo conspirando contra la República, pero el momento culminante fue el asesinato, el 13 de julio de 1936, de su líder nacional, José Calvo Sotelo.
Es probable que Estefanía llevara varios días en contacto con militares y civiles comprometidos con el golpe de Estado. De hecho, el historiador Luis Castro considera que formaba parte de los planes conspirativos de Onésimo Redondo días antes de la sublevación, lo que le animó a ingresar en las llamadas milicias de los Voluntarios de España, al margen de cualquier organización política. Al igual que le ocurrió al general Andrés Saliquet, principal artífice del golpe en Valladolid, a Estefanía le sorprendió la rebelión de los guardias de Asalto en la tarde del 18 de julio de 1936, circunstancia inesperada que aceleró los planes golpistas.
Con el afán de contribuir a la rebelión, el joven abogado acompañó a Saliquet a la sede de Capitanía, frente a la iglesia de San Pablo, para hacerse con la VII División y desbancar al capitán general, Nicolás Molero Lobo, que se mantenía leal a la República. Junto a él figuraban, también como civiles, José María y José Antonio Cuesta y Esteban Valverde. Al lado de Saliquet actuaban el teniente Silvela, el general Miguel Ponte y su hijo, los comandantes Maristany y Martín Montalvo, el teniente coronel Uzquiano, y el Marqués de Valdesevilla.
Durante el forcejeo, el ayudante de Molero, el comandante Ruiperto Riobóo, abrió fuego y una de las balas alcanzó mortalmente a Emeterio. Es probable que fuese una muerte accidental, como recordaba en 1942 el propio Ponte: «El ruido de los disparos lo domina todo en aquel pequeño espacio medianamente alumbrado por una luz mortecina». Sea como fuere, Estefanía se convirtió en el primer «caído» del bando sublevado en toda España. Así lo quiso expresar el multitudinario funeral celebrado el 20 de julio de 1936, relatado en el libro 'Historia de la cruzada española', de Joaquín Arrarás: «Una inmensa comitiva salió del hospital militar, tras el primer caído del Alzamiento Nacional. Las calles del tránsito ofrecían repletas las aceras y los balcones no podían soportar el peso que sobre ellos gravitaba. La comitiva discurría rompiendo el silencio moteado de disparos».
El cruce de balas afectó al mismo Riobóo y al también ayudante de Molero, el comandante Ángel Liberal Travieso, que, sin embargo, se mantenía ajeno a la situación; ambos fallecerán pocos días después. Molero y Uzquiano resultaron igualmente heridos. En marzo de 1939, Enrique Estefanía de los Reyes recibía la Medalla de Sufrimientos por la Patria, con carácter honorífico, por el fallecimiento de su hijo.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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