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Obras de construcción del edificio consistorial actual. EL NORTE
Miguel Íscar derriba el Ayuntamiento
Historias de nuestra historia

Miguel Íscar derriba el Ayuntamiento

La ruina en que se encontraba el antiguo edificio consistorial, construido a finales del siglo XVI, justificó su demolición en agosto de 1879

Enrique Berzal

Valladolid

Martes, 12 de noviembre 2024, 07:03

La noticia era escueta: «Hoy dará principio el contratista al derribo de la Casa Consistorial». Era el 28 de agosto de 1879. Regía el Ayuntamiento de la capital Miguel Íscar Juárez, uno de los alcaldes más populares de la historia de Valladolid, cuando se tomó una determinación improrrogable: demoler el edificio consistorial, en estado lamentable, para construir uno más digno. De febrero de 1879 databa el proyecto de construir un nuevo Ayuntamiento.

Aquel viejo edificio había sido proyectado en 1561 -año en que tuvo lugar el famoso incendio que asoló el centro capitalino- por Juan Sanz de Escalante; en dicho proyecto intervinieron, como han puesto en evidencia los profesores Jesús María Parrado y Salvador Andrés Ordax, hombres como Francisco de Salamanca, su hijo Juan, Francisco de Montalbán, e incluso, en 1585, el mismísimo Juan de Herrera, célebre arquitecto de la Catedral y del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Tras el citado incendio de 1561, que afectó a la Plaza Mayor y zonas limítrofes, se decidió ubicar el lugar de emplazamiento del Consistorio en la zona actual. Las obras no fueron a un ritmo excesivamente rápido; más bien, todo lo contrario. Documentación de la época acredita que hacia 1582 apenas se habían edificado cerca de siete metros. Montalbán y Herrera aportaron poco más que diseños generales para su finalización, empresa de la que se encargaron, hasta 1605, Diego de Praves y Pedro de Mazuecos.

Una vez terminado el cuerpo principal, los torreones hubieron de esperar hasta el siglo XVII y el reloj, hasta 1833. Las mejoras efectuadas en el edificio durante el siglo XIX no fueron suficientes para solventar las carencias, sobre todo de espacio, que acechaban al viejo caserón. A ellas se sumaban otras de tipo material, especialmente alarmantes a partir de 1877, año en que el arquitecto municipal, Joaquín Ruiz Sierra, informó al Consistorio sobre el estado ruinoso de la torre.

En 1879, un nuevo informe, firmado esta vez por los arquitectos Segundo Rezola, Joaquín Ruiz Sierra y Teodosio Torres, daba cuenta de la alarmante situación del edificio consistorial, aduciendo como causas principales la variación de materiales, grosores, técnicas constructivas y sistemas de armaduras. Por eso el día 10, el Ayuntamiento, presidido por Miguel Íscar, decidía edificar un nuevo consistorio, decisión que vino acompañada de la no menos importante reforma del Campo Grande: «Parece que tan pronto como la Corporación satisfaga los descubiertos que tiene pendientes, que será dentro de la primera quincena del mes actual, atenderá con predilección a la terminación definitiva de las obras del Campo Grande y a la construcción de la Casa Consistorial», informaba El Norte de Castilla del 3 de julio de 1879.

La subasta para el derribo de la Casa Consistorial se celebró el 9 de agosto de 1879, adjudicándose al contratista Ramón Mata por algo más de 4.000 pesetas y, según parece, sin que se hubiese estudiado aún un nuevo proyecto, circunstancia que condicionará su futura construcción. Las obras comenzaron tres días después y obligaron a trasladar las dependencias municipales, de manera temporal, primero a la Casa de Ortiz de Vega (actual edificio del BBVA de la calle Duque de la Victoria) y luego al antiguo Seminario Conciliar, que tenía su entrada principal en la calle López Gómez, junto a lo que hoy es el Colegio García Quintana. Los restos de la vieja casa Consistorial quedaron amontonados en el paseo de las Moreras, en los mercados y en el Campo Grande, donde terminarían siendo empleados para construir la cascada.

Las obras se demoraron demasiado. El primer parón se produjo a finales de 1880, con la muerte de Miguel Íscar. Luego se abrió un concurso público, cuyo ganador, el arquitecto Antonio Iturralde y Montiel, el mismo que había edificado la torre de la catedral, vio cómo la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción cuestionaba su propuesta, con lo que el proyecto se demoraba. De hecho, hasta diez años después no comenzaron las obras. Poco después, problemas presupuestarios y desavenencias entre Iturralde y la Comisión de Obras volvieron a paralizarlo. La muerte del arquitecto, en 1897, abrió una nueva etapa.

El nuevo adjudicatario fue Enrique Repullés y Vargas, abulense de nacimiento y autor, entre otros, del edificio de la Bolsa de Madrid, cuyo proyecto comenzó a construirse en 1901. Previamente derribó todo lo realizado por Iturralde, pues no era aprovechable en su nuevo diseño. Aún tendrían que pasar siete años más para poder contemplar el actual edificio consistorial. «La genial idea del ilustre arquitecto señor Repullés y Vargas, autor del notable proyecto, ha sido llevada a la práctica y hoy cuenta Valladolid con una Casa Consistorial que honra a su autor y a su pueblo», señalaba El Norte de Castilla el 19 de septiembre de 1908, día de su inauguración. Un año después, en 1909, se instalaba el reloj de la torre, y en 1912 se recibía todo el mobiliario.

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