Borrar
Fachada del Colegio de San José en una fotografía de principios del siglo XX. EL NORTE
Los jesuitas toman la Plazuela del Duque
Historias de nuestra historia

Los jesuitas toman la Plazuela del Duque

El Colegio de San José, construido por Jerónimo Ortiz de Urbina gracias a la benefactora Justa López Martínez, abrió sus puertas en octubre de 1881

Enrique Berzal

Valladolid

Jueves, 14 de noviembre 2024, 06:58

«Creemos por nuestra parte que en un país donde hay tolerancia para ciertas enseñanzas no se podría negar la hospitalidad a una Orden cuyo ilustrado sistema de enseñanza no puede merecer sino elogios y el respeto de todas las personas honradas». Lo escribía El Norte de Castilla en la edición del 14 de marzo de 1880. De esta manera, el decano de la prensa defendía la acogida de los jesuitas franceses en caso de que fuesen expulsados del país vecino. Antes de la inauguración, en 1881, del Colegio de San José, los jesuitas habían tenido tres instituciones educativas, a la vez, en la ciudad de Valladolid: el Colegio de San Ambrosio, donde actualmente se encuentra el Santuario Nacional, empleado para la formación de jesuitas y para 800 alumnos externos; el Colegio de San Albano, fundado por el jesuita inglés P. Pierson para formar a jóvenes ingleses para el sacerdocio católico, dotado directamente por Felipe II; y el Colegio de San Ignacio, junto a la iglesia de los jesuitas, actualmente San Miguel.

Expulsados de España y América por Carlos III, que, como buen monarca ilustrado y regalista, no toleraba órdenes religiosas supeditadas a una autoridad superior -en este caso el Papa-, ya a finales del siglo XIX, en tiempos de la Restauración canovista, se registra una petición concreta. Como ha escrito Luis P. Fernández, era 1880 cuando el provincial de los jesuitas, P. Muruzábal, y el superior, P. Remón, solicitaban al Ayuntamiento de Valladolid la compra del Corralón de Belén y casas adyacentes, así como el permiso de construcción del colegio. Eran tiempos calmados en España para las órdenes religiosas. El Consistorio accedió con gusto, incluso vendió parte de la vía pública para uniformar la línea de fachada. Más tarde mandará quitar la fila de casas que iba desde el ángulo de Santa Cruz a la calle Núñez de Arce, quedando así constituida la actual Plaza de Santa Cruz al incorporar a ella la fachada del Colegio San José.

Según los regidores, la capital vallisoletana ganaba así en belleza y en trabajo -se crearon muchos empleos durante las construcciones-, y se beneficiaba de albergar un centro que, «bajo todo punto de vista, no puede ser sino favorable a la ciudad». Buenas palabras, pero poco dinero. Al comprobar que la ciudad no pagaba un céntimo, una mujer nacida en Soto de Campoo, cerca de Reinosa, llamada Justa López Martínez, decidió aportar todo el dinero necesario para la «ingente obra», como aparece citada en los documentos. Justa era de familia humilde, pero unos tíos suyos, que no tenían hijos y vivían en Cádiz, habían hecho una enorme fortuna en América. Ellos la dieron una educación esmerada en Madrid y, al morir, la dejaron dueña de la enorme fortuna.

La vida de esta mujer fue todo menos aburrida. Ingresó pronto en la Orden de la Visitación (Salesas) de Madrid para, poco después, ser destinada a Barcelona como superiora. Además de construir la nueva casa, envió cantidades a su pueblo para la gente humilde y para las necesidades de la iglesia. Y contribuyó a fundar tres colegios de la Compañía de Jesús: el del Puerto de Santa María en Cádiz, el del «Pasaje» en La Guardia (Pontevedra), y el de Valladolid. Aquellos comienzos, no obstante, estaban plagados desconfianza. Tanto, que en un principio se camufló la inspiración jesuítica por el miedo a una nueva incautación gubernamental, por lo que la compra del solar, el famoso Corralón de Belén, que era propiedad de Juan Sigler, se puso a nombre de tres ingleses, Henry Filey, Joseph Hague y Thomas Widdowson. 25.500 pesetas costó la operación.

Se construyó de nueva planta en una zona con importantes edificaciones precedentes, como las casas de los Hijosdalgo o de Cabeza de Vaca y de Carraffa, donde vivieron los padres que iban a comenzar la labor docente, el citado Corralón de Belén, que había sido antes monasterio de monjas bernardas, cuatro de ellas condenadas por la Inquisición por seguir al doctor Cazalla, la casa de doña Concepción Oceja y Rosillo, la del Curato de San Esteban y la del conde de Castroponce, la iglesia de San Juan y la plazuela del Duque. Proyectado por el arquitecto alavés, residente en Valladolid, Jerónimo Ortiz de Urbina, se trata de un magnífico edificio en torno a dos grandes claustros y amplios patios, en el que sobresale su fachada, su capilla decorada con vidrieras y frescos en el techo, y la sala de visitas

Establecido temporalmente en el número 18 de la Plazuela del Duque, el P. Guillén abrió las clases el 1 de octubre de 1881 con 16 alumnos de más de diez años. Una parte de ellos sacó matrícula de honor al examinarse en el Instituto. La fama del Colegio explica que, en poco tiempo, el número de alumnos internos creciese exponencialmente: 100 a frente a 20 externos en aquellos primeros años. Además, estaban sujetos a una férrea disciplina. Comenzaron con uniformes de tipo militar al estilo del Colegio de Nobles de Madrid, pero luego vestirán un traje moderno azul marino, con cuello duro y chaleco. El edificio quedó completamente terminado el 30 de enero de 1885. Al año siguiente se inauguró la capilla y en 1888, la famosa estatua del patrono, instalada en la fachada y elaborada en los talleres londinenses de la Casa Mayer. Luego vendrían el jardín con su estanque circular (1889), el Museo de Arte e Historia en el centro de Segunda Enseñanza, obra del padre Francisco Javier Apalategui (1891), y el laboratorio biológico y micrográfico (1905).

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla Los jesuitas toman la Plazuela del Duque