Borrar
La actual calle Regalado llevó en los años 20 el nombre de Alfonso XII. ARCHIVO MUNICIPAL
Casas engalanadas para recibir al joven Borbón
Historias de nuestra historia

Casas engalanadas para recibir al joven Borbón

Banderas y flores en los balcones, repique de campanas, fuegos artificiales y campañas de caridad amenizaron la visita de Alfonso XII en febrero de 1875

Enrique Berzal

Valladolid

Viernes, 8 de noviembre 2024, 07:00

Cuando a finales de diciembre de 1874 el general Arsenio Martínez Campos se levantó en Sagunto contra el gobierno del general Francisco Serrano, la primera experiencia republicana llevaba mucho tiempo herida de muerte. La profunda crisis económica, la guerra carlista, los levantamientos cantonalistas, las divisiones internas y el mismo viraje conservador impuesto por la fuerza de las armas, liderado por el general Serrano, habían terminado por agotarla.

Pero faltaba la puntilla: y esta se la dio el pronunciamiento alfonsino de finales de 1874. La restauración de la monarquía de los Borbones, en enero de 1875, fue saludada con entusiasmo por El Norte de Castilla: «¡Vallisoletanos! Vuestro Ayuntamiento, creyendo interpretar los sentimientos que os animan, se ha adherido a un movimiento que puede llamarse nacional –porque la Nación le ha acogido con entusiasmo–, se ha apresurado a reconocer como su legítimo rey a D. Alfonso XII, y ha ofrecido a su Gobierno su leal y decidido apoyo».

La figura de Alfonso XII se asimilaba a dos valores que, según las autoridades del momento, eran complementarios: libertad y orden. En Valladolid, la primera gran manifestación ciudadana de entusiasmo monárquico se produjo el 11 de febrero de ese mismo año, a cuenta de la estancia en nuestra ciudad del joven monarca, que aún no había cumplido los 18 años. La crónica publicada destila fervor monárquico por todos los costados. La llegada del rey fue anunciada con un repique de campanas y salvas de ordenanza. Alfonso XII fue recibido en la Estación por una nutrida representación del Ayuntamiento y de la Diputación Provincial, precedida de maceros, comisiones del cabildo y párrocos. Nada más bajar del tren, el alcalde le dio la bienvenida destacando «el amor y el respeto que les ofrece la lealtad castellana» a todos los miembros de la familia real.

El trayecto del coche real desde la Estación de ferrocarril hasta la Catedral, donde se celebró un Te Deum en su honor, estuvo plagado de vallisoletanos dando vivas al Rey. Pasaron por el Campo Grande, calle de Santiago, Plaza de la Constitución, Lencería, Ochavo, Fuente Dorada y Orates antes de entrar en la seo. Las casas, engalanadas para la ocasión, atrajeron la atención de la familia real mientras se desplazaba hasta el Palacio Real, donde residió aquel día. Desde los balcones se arrojaban flores y palomas, y la Plaza Mayor lucía llamativos adornos, incluidos dos arcos «en la entrada y salidas principales», esto es, en las calles de Santiago y Lencería. El arco árabe de la calle de Santiago fue costeado por la Diputación Provincial, que también decoró su sede -el Palacio de Pimentel-, recordando que en ella había nacido Felipe II, así como el Hospital Provincial y el Manicomio. El Ayuntamiento, por su parte, dispuso la salida de gigantones «vestidos con propiedad y lujo, y las dulzainas con otras músicas y diversiones de cucañas y otras fiestas».

Hubo fuegos artificiales contratados a una empresa pirotécnica de Palencia, y «la iglesia de Santa Cruz se ha iluminado con vasos de color», informaba la prensa. Como solía ser habitual en este tipo de eventos, se repartieron miles de raciones de comida –3.000 en total durante tres días– a los pobres de la ciudad en el Hospital de Santa María de Esgueva, la Diputación costeó una comida especial a todos los acogidos en sus establecimientos de beneficencia, dio un socorro a las esposas de quienes estaban sirviendo en el batallón sedentario de la ciudad, y entregó 1.000 reales a cada uno de los diez heridos, «hijos de la provincia, que hayan resultado en la primera acción S.M. el Rey».

La encargada de repartir las ayudas en metálico a los heridos y enfermos fue la marquesa de Miraflores, esposa de Mariano Lino de Reinoso y presidenta de la Asociación para Socorro de Heridos en Campaña. Hubo más ayudas: 4.000 reales para los heridos y enfermos en hospitales militares y otros 6.000 para los soldados que, a causa de las heridas recibidas en campaña, hubieran sido declarados «inútiles» por los facultativos. En esta ocasión, fueron las señoritas de la comisión provincial de la Cruz Roja las que realizaron el reparto. El Colegio de Notarios, por su parte, «distribuyó 22 varas de lienzo inglés para camisas para niñas pobres que concurren a las escuelas públicas de Valladolid». El Círculo de Recreo entregó trajes a escolares pobres, mientras la Audiencia territorial aprovechaba la ocasión para dar una comida extraordinaria a los presos comunes.

Fue un día intenso. Alfonso XII visitó la Academia de Caballería y, ya por la noche, acudió al Teatro Calderón, donde fue recibido con la Marcha Real y se le dedicaron poesías. Partió a las doce de la mañana del día siguiente, 12 de febrero de 1875, después de haber visitado la Casa de Cervantes, en cuyo álbum de visitas estampó su firma. El Norte de Castilla expresó su alegría por la llegada del joven monarca, «hijo de cien reyes», puesto que «los sentimientos profundamente monárquicos» del decano de la prensa «son conocidos de nuestros lectores: por lo que no tiene necesidad de poner a los pies del trono, felizmente restaurado, la expresión sincera y leal de los respetos y del amor que le inspira».

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla Casas engalanadas para recibir al joven Borbón