Secciones
Servicios
Destacamos
«CRÉDITO CASTELLANO. El lunes 12 del corriente quedará definitivamente instalada esta Sociedad en sus nuevas oficinas, calle de la Victoria, casa del Sr. D. Antonio Ortiz Vega, junto a los almacenes del Sr. Campo. Dichas oficinas estarán abiertas para el público todos los días no feriados, desde las 10 de la mañana hasta las 2 y media de la tarde. El Secretario de la Sociedad, Luis Polanco. Valladolid, 10 de Mayo de 1862». El anuncio apareció publicado en la misma fecha de la firma (10 de mayo de 1862) en El Norte de Castilla. Hacía referencia, en efecto, a la creación de la sociedad crediticia descrita, entre cuyos fundadores figuraba Antonio Ortiz Vega, propietario del imponente inmueble de la calle Duque de la Victoria.
En la historia de Valladolid se ha venido destacando, en efecto, la historia de aquel palacete construido al estilo francés y concebido para residencia privada de Ortiz Vega y su familia, levantado en parte de los terrenos que en su día ocupó el Convento de San Francisco siguiendo los planos del arquitecto Antonio Iturralde. Se sabe, además, que en 1879 albergó el Ayuntamiento capitalino mientras se edificaba el nuevo Consistorio, y que en el año 1900 fue adquirido por el Banco Castellano para albergar su sede principal. Hoy es la sede del BBVA.
Se sabe todo esto, pero se ignora quién era en realidad Antonio Ortiz Vega, del que solo se dice en las crónicas que era «banquero y hombre de negocios». Afortunadamente, gracias a las investigaciones de Javier Moreno Lázaro, profesor de la Universidad de Valladolid especialista en la Historia Económica, conocemos los pormenores más relevantes de la vida de Ortiz Vega, el hombre que llegó a ser el más rico de Castilla la Vieja y el harinero más importante de España, cuya caída en desgracia, en 1865, supuso una hecatombe en el mundo de los negocios.
Nacido en Susvilla, aldea de Villafufre (Cantabria), su vida comenzó a cambiar al contraer matrimonio con Rafaela Gutiérrez, una anciana natural de Reinosa que era propietaria de una importante fábrica de curtidos. Antonio comienzo haciendo negocios en Alar del Rey, provincia de Palencia, en lo que entonces era el sector más próspero: la fabricación de harina. Montó dos fábricas harineras en Alar («El Campo-1» y «El Campo-2»), lo que le permitió abrir otras cinco en Burgos (en Castrojeriz, Melgar de Fernamental y Villela) y Valladolid (La Flecha). En 1860, en efecto, figuraba como propietario de siete fábricas de harina, llegando a poseer, junto a otras familias no menos poderosas como los Pombo, Iztueta y Lecanda, el diez por ciento de todas las fábricas harineras, lo que suponía un tercio de la capacidad de producción.
Ortiz Vega acumuló una riqueza imponente. Era propietario, por ejemplo, de tres casas en Valladolid (en las calles Duque de la Victoria, Mendizábal y Caldereros), de la famosa Casona de Alar del Rey, de dos riberas en el camino de Simancas con 60.000 cepas de viñedo, 5.000 árboles frutales y diversas edificaciones, fincas rústicas en Melgar de Fernamental, Castrojeriz y otros pueblos limítrofes, 28 casas y almacenes en Alar del Rey, doce barcas de transporte, un llamativo «coche-Breik» de ocho asientos, una berlina, varias fincas en Nogales y Rebolledillo, almacenes en Alar, en la estación de Reinosa y en la de Bárcena de Pie de Concha, una heredad de tierras, prado y huerta en Mayorga, etc. Tampoco faltó su concurso en política, pues si en 1850 lo encontramos ejerciendo el cargo de alcalde en Nogales, y en 1857 aparece como concejal y teniente alcalde en Valladolid capital. Además de vocal de la comisión permanente de Estadística.
Quiso también diversificar su negocio, por lo que, además de invertir en la industria de curtidos, llegó a sondear nuevos yacimientos auríferos en El Bierzo, aunque con magros resultados. Más importante, y finalmente ruinosa, fue, sin embargo, su aventura como banquero y financiero. Fundador de Crédito Castellano, de la Caja de Descuentos y del Banco de Valladolid, formó parte de las directivas de casi todas las entidades financieras de Valladolid. Sin embargo, la grave crisis de 1864, provocada en gran medida por las prácticas especulativas, le tocó de lleno.
En enero de 1865 se declaró en quiebra, dejando 45 millones de reales de deudas a numerosos comerciantes de Valladolid y de Santander. Su ejemplo hizo que cundiese el pánico financiero. Más aún cuando el juez dictó pena de prisión contra él y otros propietarios. Absuelto en julio de 1869, sus propiedades fueron subastadas para pagar a los acreedores. Falleció en 1870 a los 57 años. El palacete de la calle Duque de la Victoria, hoy sede del BBVA, permanece todavía como testigo de la inmensa fortuna que acumuló antes de embarcarse en aquella aventura financiera, que también significó la quiebra de entidades tan relevantes como el Banco de Valladolid.
Publicidad
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.