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«Existe en el barrio de San Ildefonso, a contar desde el momento histórico presente, una escuela capaz y de buenas condiciones, a la que pudieran concurrir, y concurrirán de seguro, los hijos de los vecinos pobres de dicho barrio, esta es la nuevamente establecida dirigida por los Hermanos de la Doctrina». Era un extracto de la carta enviada al Ayuntamiento de Valladolid por el profesor de enseñanza primaria del barrio de San Ildefonso, publicada en El Norte de Castilla el 16 de febrero de 1884. En ella se hacía referencia directa a una nueva escuela para niños pobres en el barrio de San Ildefonso: se trata del Colegio de Nuestra Señora de Lourdes, regentada desde enero de ese año por los Hermanos de La Salle y creado gracias a la aportación de una benefactora decisiva, Paulina Harriet y Gorostarzu.
Natural de localidad francesa de Halsou, Harriet contrajo matrimonio con el empresario Juan Dibildos, que regentaba una importante fábrica de curtidos en la capital del Pisuerga, concretamente en el llamado barrio de las Tenerías. Como ha escrito Javier Burrieza, máximo conocedor de la historia del Colegio, Dibildos falleció inesperadamente en Bayona (Francia) el 1 de junio de 1874, mientras se encargaba de diferentes negocios, por lo que desde ese momento su viuda se hizo cargo de la fábrica de curtidos. Esta, no obstante, se dio en arrendamiento a sus hijos y su yerno bajo la denominación «Señores Hijos de Juan Dibildos». En Paulina Harriet confluyeron dos circunstancias determinantes para entender la implantación en Valladolid de los Hermanos de La Salle (los famosos «baberos») y la apertura de lo que luego sería el Colegio de Nuestra Señora de Lourdes: su intensa religiosidad y su conciencia social, dirigida ésta hacia los hijos de los obreros de la fábrica, carentes de toda instrucción. Precisamente para atender las necesidades educativas de los niños pobres empleó buena parte de su dinero.
No solo colaboró con la parroquia de San Ildefonso preparando a los pequeños para la primera comunión, sino que promovió la llegada de los Hermanos de la Doctrina Cristina, cuyos éxitos educativos eran bien conocidos, aportando ella misma 80.000 pesetas para la construcción de la nueva escuela. Los Hermanos, que ya habían abierto un centro en Madrid, habían sido previamente llamados por el alcalde Miguel Íscar Juárez, quien, como señala Burrieza, antes de 1880 escribió al director del colegio lasaliano de Bayona para solicitar la fundación de un centro de instrucción destinado a los «hijos de las familias más distinguidas de esta población». En aquel momento, sin embargo, los Hermanos rehusaron la invitación, pero no así tras el contacto de Paulina Harriet con el visitador, H. Justino María. Paulina y su yerno, el diputado Juan Alzurena, incentivaron la cesión definitiva de la propiedad donde habría de ubicarse el Colegio de Nuestra Lourdes.
Los Hermanos llegaron el 21 de enero de 1884 por ferrocarril. Eran tres: H. Joldiniano o Joldinian, en realidad llamado Pierre Paul Fontan, que haría las veces de director, el H. Ludardo Andrés (Jean Julien Deltort), y el H. Fabriciano (Miguel Serrador). Muy pronto serían conocidos como los «baberos» por la tira de tela endurecida, dividida en rectángulos y de color blanco, que les caía sobre el pecho. Fueron alojados en la casa parroquial de San Ildefonso. La inauguración de la escuela, que entonces disponía solo de dos clases, se verificó el 23 de enero de 1884 con la asistencia del arzobispo, Benito Sanz y Forés. Hubo mucha concurrencia. La principal benefactora, Paulina Harriet, asistió emocionada a aquel histórico momento. Su fallecimiento, el 16 de noviembre de 1891, fue muy sentido en la comunidad de religiosos, no en vano ella había posibilitado la compra del terreno y las primeras construcciones, la dotación mobiliaria y el mantenimiento de los primeros maestros.
En agradecimiento a su labor, en 1912, el Ayuntamiento decidió poner su nombre a la antigua calle del Sacramento, donde se ubicaba el Colegio. Este comenzó dispensando cursos gratuitos para los obreros de la empresa de Dibildos y para los niños de la parroquia de San Ildefonso, pero muy pronto completó su labor formativa con estudios de pago, como la enseñanza de Comercio. El nombre del centro procede de la enorme devoción que despertaron las apariciones de la Virgen de Lourdes en la segunda mitad del siglo XIX. El prestigio de su actividad educativa explica el crecimiento del centro y el incremento de alumnos y de Hermanos. En 1928 se construyó la capilla. Hacia 1940 ya habían pasado por el 'Lourdes' 5.200 colegiales, que dos décadas después ya acogía, en régimen de internado, a más de 500 niños procedentes de toda España.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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