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Central de El Cabildo de la Sociedad Eléctrica Castellana. EL NORTE
Agua y luz para los vallisoletanos
Historias de nuestra historia

Agua y luz para los vallisoletanos

La construcción del Canal del Duero y la sustitución del alumbrado de gas por el eléctrico, en 1887, fueron recibidos con auténtico entusiasmo

Enrique Berzal

Valladolid

Miércoles, 20 de noviembre 2024, 06:52

Hasta bien entrado el siglo XIX, la capital vallisoletana tuvo que abastecerse, básicamente, de las aguas traídas desde Argales, de las tomas de pozos y de los aguadores del río Pisuerga. La situación era tan precaria y las necesidades de la población tan perentorias, que en una reunión del Ayuntamiento celebrada en 1862, se denunció la ínfima cantidad de agua que recibía cada vallisoletano: tan solo medio cuartillo al día. De hecho, para paliar en lo posible esta situación se establecieron manantiales alternativos como los de Villanubla, el llamado sitio de Las Callejas o la misma fuente de la Ría.

La situación, empero, no mejoraba. Los ediles buscaron alternativas y las encontraron en mayo de 1864, momento en el que se aprueba una concesión a la recién creada Unión Castellana para construir un canal que transportase las aguas del río Duero y, desaguando en el Pisuerga, sirviesen para abastecer el riego de todos los terrenos situados entre Tudela y la capital y proveyesen a la población. El proyecto, sin embargo, quedó paralizado a causa de la crisis de dicha sociedad, y no sería retomado hasta diez años después.

Era 1879 cuando el Ayuntamiento decidía transferir la concesión a una nueva entidad, la Sociedad Canal del Duero, creada por José de Salamanca y Mayol, marqués de Salamanca, y el Banco General de Madrid. Las obras comenzaron en 1883. Un año antes se estableció en 99 años la duración por ley de la concesión. Era el gran salto adelante para que una parte de los vallisoletanos tuvieran acceso al agua corriente. «Por fin tenemos la satisfacción de poder anunciar a nuestros lectores que las aguas del Duero han llegado al depósito construido en San Isidro. Dentro de pocos días los vecinos de Valladolid podrán disfrutar de los beneficios que esta importante mejora ha de proporcionar a la capital de Castilla». Así avanzaba El Norte de Castilla, el 8 de septiembre de 1886, el hito histórico que habría de producirse dos meses después.

Y es que la inauguración del servicio, el 17 de noviembre de 1886, vino acompañado de una rotunda y esperanzadora afirmación: «Las aguas han llegado al depósito de San Isidro y están en condición de prestar servicio a esta capital». En ese año, la población de Valladolid capital apenas sobrepasaba los 66.000 habitantes. El nuevo Canal, de más de 30 kilómetros de longitud, llevó las aguas del Duero a la ciudad, que comenzaron a ser distribuidas por medio de canalizaciones metálicas construidas al efecto. Pero aún quedaba otra necesidad por cubrir: la luz eléctrica.

El objetivo de dejar atrás el viejo alumbrado a base de gas justificaba toda clase de metáforas. Se hablaba de vencer a la noche y de recibir el gratificante «Sol artificial» que ya alumbraba a otras capitales europeas. El 28 de junio de 1886, mientras se daban los pasos para materializar la traída de agua potable por el nuevo Canal del Duero, los regidores dirimían las dos propuestas que se les había trasladado para colocar cables con destino a la iluminación eléctrica: la firmada por Mariano Fernández de Lara, que lo llevaría a cabo de forma aérea, y la de Antonio de Mora Obregón, que optaba por el cable subterráneo. El Consistorio terminó escogiendo esta última, al considerar mucho más antiestética la oferta de Fernández de Lara.

Mora procedió a constituir la Sociedad Electricista Castellana, con el vallisoletano Antonio Menés Auge como director. Ambos solicitaron al Ayuntamiento la exclusividad, durante de 10 años, de la distribución de energía eléctrica en la ciudad. Les fue concedida el 21 de marzo de 1887, pero en competencia con otras compañías, pues dicha Sociedad era la única que cumplía los requisitos exigidos por el Consistorio. Ese mismo año de 1887, la sociedad construyó una central térmica en Huerta del Rey y procedió a hacer las zanjas para los cables subterráneos hasta el centro de la ciudad.

Como ha escrito Nicolás García Tapia, este hecho tenía lugar solo cinco años después de que, por primera vez en el mundo, Edison iluminara la ciudad de Nueva York. Las primeras empresas vallisoletanas que recibieron los servicios de electricidad fueron la fábrica de harinas de Miguel Rodríguez, situada en la calle Puebla número 7, y la de Isidro Vicente, en el número 29 de la acera de Sancti Spiritu. La enorme trascendencia del acontecimiento justificaba una brillante puesta de largo, para lo cual se escogió la inauguración oficial del Teatro Zorrilla, el 24 de octubre de 1887. Sin embargo, el limitado alcance de este pionero servicio hará que años después, ya a principios del siglo XX, pase a ser desempeñado por la Electra Popular Vallisoletana, constituida formalmente en 1906, no sin la comprensible oposición de la Sociedad Electricista.

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