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Un dron merodea sobre los restos de un palomar de adobe, a tres metros de altura mientras dos arqueólogos 'peinan' la rastrojera cosechada en los ... últimos días con un conductímetro, una barra anaranjada que incorpora n sistema electromagnético de dominio de frecuencias ofreciendo información de lo que hay bajo el suelo hasta siete metros de profundidad.
Esta operación de rastreo arqueológico se llevó a cabo ayer por la mañana en Tordehumos. De esta localidad vallisoletana –con 411 habitantes censados y cuya fundación data de 1182–, se sabía que sus tierras dan cobijo a dos yacimientos de cronología vaccea: Uno en los niveles inferiores del castillo, y el otro, un centro de producción alfarera que en el Inventario Arqueológico Provincial de Valladolid aparece localizado como El Tejar Viejo.
Si en la zona de la fortaleza los restos cerámicos que suelen hallarse son escasos y están cubiertos por una gran capa de sedimentos que dificultan su excavación, en el área del alfar los vestigios aparecen en superficie y algunos de los recogidos –entre ellos pellas de barro con improntas de dedos, cerámicas pasadas de cocción o barro termoalterado–, albergan información relevante que apunta a un pasado vinculado a la producción en barro. Basta con escarbar levemente entre la superficie para que sobre la rastrojera aparezcan porciones de vasijas y otros objetos.
Desde el Centro de Estudios Vacceos Federico Wattenberg de la Universidad de Valladolid se decidió ampliar la búsqueda de información mediante un sondeo geofísico que arrojase luz sobre la posible existencia de un alfar entre finales del siglo V y comienzos del IV antes de Cristo que pudo surtir de material a la comarca.
La prospección permitirá reconstruir un mapa tridimensional del subsuelo sin necesidad de remover la tierra. «Será posible comprobar la exactitud de lo que hasta ahora sospechamos: que bajo ese terreno de cultivo existen restos de estructuras asociables a un alfar de la segunda Edad del Hierro», refiere Carlos Sanz Mínguez, promotor de esta iniciativa con la colaboración de Alfonso Muñoz Martín, profesor de la Facultad de Ciencias Geológicas de la Universidad Complutense, y de Rubén Justo Álvarez, responsable de la investigación arqueológica de este enclave.
«El hallazgo sería una estupenda noticia no solo para la investigación del mundo vacceo, sino de la protohistoria de la meseta, ya que a día de hoy los restos de alfares documentados y excavados se reducen a los de Carralaceña en Pintia (Padilla de Duero) y Los Azafranales de Coca (Segovia), además de las evidencias conocidas en el de Roa (Burgos)y en este de Tordehumos», expone Rubén Justo.
Hasta la próxima semana no se conocerán los resultados de la exploración, en la que ayer se empleó poco más de una hora en hacer un barrido del terreno con la captura de datos que darán lugar a mapas y secciones tomográficas de los diferentes niveles del yacimiento. «Ayuda mucho haber hecho esta operación con abundante información previa», indica Alfonso Muñoz Martín mientras enarbola el aparato con el que mide la resistividad y la presencia de metales, un sistema cada vez más usado en ingeniería y medio ambiente para detectar contaminación de suelos o roturas en conducciones subterráneas.
En las labores de rastreo estuvo presente el alcalde de Tordehumos, Agapito Bravo, mientras los arqueólogos intentaban buscar una explicación a la lejana ubicación del posible obrador cerámico respecto al antiguo poblado, situado junto al castillo.
La investigación en torno a la existencia de un complejo alfarero aportaría información de interés sobre el proceso de producción industrial de la cerámica y sus diferentes etapas, desde la recogida del barro hasta la cocción, el empleo de pastas y su comparación con otros yacimientos ,así como su comercialización en el resto de la región vaccea. «El análisis de las huellas digitales conservadas en las pellas de barro puede ser el punto de partida de estudios de dermatoglifos para plantear hipótesis en torno al reparto del trabajo en los alfares», abunda Sanz Mínguez.
El análisis de los datos que arroje esta prospección definirá el futuro del yacimiento: «Si confirmaran la existencia del alfar –avanza el arqueólogo–, lo siguiente sería una campaña de excavación el próximo año para documentarlo».
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