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Marta Marinero
Lunes, 14 de septiembre 2015, 10:10
No había ninguna prisa por que llegara el gran grupo de la noche. «Otra, otra» pedían una y otra vez los muchos vallisoletanos que estaban en la Plaza Mayor escuchando temas, temazos, de los años ochenta. Pop tributo de los conocidos, de los grandes, de canciones que nunca mueren.
En el límite del bien y del mal, Cuando brille el sol, Cadillac solitario, Escuela de calor, Mucho mejor, No puedo vivir sin ti, Déjame o Insurrección fueron apareciendo una tras otra. Cada cual se coreaba más y se bailaba con más ganas. Había llovido, sí, pero el público estaba cómodo, en su salsa con canciones pop conocidas por grandes y pequeños.
Y llegaron, por fin, los famosos de la noche. Modestia Aparte se presentó ante un Valladolid que había estado escuchando canciones brasileñas y de soul de un telonero tranquilo, en solitario con su guitarra, y después a una banda tributo que había dado todo en el escenario, y que nadie quería que se fueran. La audiencia estaba, que se suele decir, caliente.
Arrancó con Mi mundo al revés y no hubo nada más que decir. El público coreaba, aplaudía y, sobre todo, bailaba. Estaba siendo grande porque los anteriores habían dejado un público muy arriba, y no hubo tiempo de descanso en un concierto compartido. Por eso, la ciudad entera se volcó con Esta es mi generación.
Quien no movía la cabeza, movía el resto del cuerpo. No se notaba en la danza popera el aumento de ropaje en comparación con días pasados. Aun con jersey, aun con chubasquero e incluso algún que otro abrigo más de invierno que de verano, Valladolid se movía. Hasta Fernando López, el líder de Modestia Aparte, dejó al lado todo intento de aparecer estéticamente adecuado para plantarse una sudadera.
Con media hora de retraso llegó Miguel Rivera a «la Plaza Mayor mejor nivelada del mundo», que decían con sorna los pocos vallisoletanos entre charcos y paraguas en mano que se habían acercado a la plaza grande. Esperaban una actuación de un telonero que no tenían claro si llegaría. Miguel Rivera se enfrentó a un público que fue aumentando poco a poco y que estaba, como el ambiente, frío. Mezcla de percusión y guitarra, algún que otro tema propio e interpretaciones de autores más desconocidos que populares compusieron el repertorio, con Beat it, de Michael Jackson, y Another one bites the dust, de Queen, como grandes composiciones. Pero ni siquiera esas canciones arrancaron demasiados aplausos, que tenían lugar al final de cada tema sin pena ni gloria. Gustaba lo que sonaba, pero no había mucha fiesta. Había llovido. Y se notaba en los ánimos.
«Ha llovido porque la ciudad está triste de que se acaben las fiestas», dijo López. Pero no volvió a hacerlo. Los paraguas sirvieron, eso sí, que nada estorba en esta vida, para alzarse en el aire, cerrados, y marcar el ritmo. Para acompañar el grito de Y qué más da, si son cosas de la edad.
«Mente en el siglo XX, corazón medieval» que dice Modestia Aparte. Canciones de los años ochenta aplicables a nuestros días. La Plaza Mayor estaba llena de vallisoletanos de su quinta, sí, pero también quienes no vivieron la Movida, quienes conocen a Franco por el colegio, quienes apenas han utilizado las cabinas de teléfono.
Modestia Aparte es uno de esos grupos que son conocidos. Por todos. Más o menos. Pero a los que hay que ir, porque son emblemáticos. Así lo han demostrado. Modestia aparte.
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