Casi 5.000 litros de gasóleo libraron a los hospitales de Valladolid del apagón
El Río Hortega cuenta con dos generadores con capacidad para llegar a doblar la potencia contratada de electricidad para el funcionamiento normal del centro
El suministro de electricidad cayó a cero el día del apagón general, pero hubo luz en los hospitales y eso fue, en Valladolid, gracias a ... casi 5.000 litros de gasóleo que alimentaron los grupos electrógenos alternativos de respaldo de la actividad, según los datos proporcionados desde la Consejería de Sanidad. Los dos grandes centros, Río Hortega y Clínico, y el Edificio Rondilla, el Hospital de Medina del Campo y el Centro de Especialidades Arturo Eyries siguieron prestando asistencia, ajustando consumos ante la incertidumbre en la duración de la crisis, con prioridad para las unidades y servicios más sensibles: UCI, neonatos, quirófanos en funcionamiento y operaciones urgentes, laboratorios, diálisis...
«Todo el servicio se puso a disposición de atender posibles vicisitudes, desde auxiliares de oficio a oficiales de mantenimiento, empresas externas, jefes de grupo e ingenieros»
José Carlos Cardillo
Ingeniero jefe del Servicio de Mantenimiento del Río Hortega
El Hospital Universitario Río Hortega cuenta con un depósito subterráneo de 25.000 litros de capacidad y dos más en superficie de 1.000 y 2.000 litros que permiten que sus dos grupos electrógenos. El día 28 de abril, cuando se fundió a negro el sistema contaban con 18.000 litros almacenados que proporcionaba al hospital una autonomía de 31 horas. Gastaron 2.500 litros de carburante. Esa misma tarde del apagón un camión cisterna rellenó el tanque con 5.000 litros, en previsión de lo que pudiera necesitarse. Este aporte logrado en plena crisis hizo que el hospital saliera del apagón con más reserva de gasóil que cuando 'saltaron los plomos' y empezó a gastar combustible y con una autonomía, si la avería se prolongaba, de 35 horas.

El Hospital Clínico Universitario dispone de un depósito de 30.000 litros y también de dos grupos de generación eléctrica, con un consumo calculado ese día de 1.380 litros de gasóleo para afrontar el efecto de la caída de la red eléctrica, a los que se suman otros 300 litros de combustible que alimentaron el generador que da servicio al Edificio Rondilla, y 300 más que gastó el grupo electrógeno del Hospital de Medina del Campo. La antigua Residencia cuenta con un tanque de 2.800 litros y el centro medinense, de 2.500. A los edificios hospitalarios se suma el Centro de Especialidades de Arturo Eyries, del área de Río Hortega, con autogenerador eléctrico y un depósito de 500 litros, del que salieron en las aproximadamente ocho horas que duró el apagón en Valladolid alrededor de 85 litros de combustible.
El consumo total de gasóil en los centros hospitalarios de Valladolid para garantizarse suministro eléctrico con sus dispositivos para hacer frente a la emergencia ascendió durante el apagón a 4.568 litros durante las horas en las que la ciudad estuvo, literalmente, a dos velas. Es una cifra detrás de la que se esconde la relativa normalidad con la que vivieron pacientes y familiares una asistencia sanitaria que mantuvo el tipo de los hospitales, pero también la tensión de los responsables directivos y todo el personal de los equipos de mantenimiento ante una situación nunca vivida, con dificultades en las comunicaciones que se sumaron al apagón de la electricidad, y con la incertidumbre del tiempo que duraría y de posibles repeticiones una vez restablecido el suministro.
Afrontar la situación, ya de por sí difícil, de falta de electricidad, se complicó por la caída de las comunicaciones telefónicas. «Nos organizamos en grupos, los mecánicos vigilaban el motor, los electricistas la parte eléctrica, los calefactores miraban que no se superase temperaturas en salas… Todo el servicio se puso a disposición de atender posibles vicisitudes, desde auxiliares de oficio a oficiales de mantenimiento, empresas externas, jefes de grupo e ingenieros», resalta José Carlos Cardillo, ingeniero y jefe del Servicio de Mantenimiento del Río Hortega, que junto con Jesús Pérez Toribio, director de Gestión del Hospital vallisoletano explican cómo afrontaron una situación inédita. «El automatismo funcionó bien, alguna vez lo habíamos probado en una situación controlada, pero nada comparado a lo que ocurrió», apunta el directivo del Río Hortega.

El hospital cuenta con un sistema de suministro de varios diques para sortear una avería. El primero es que tiene contratadas dos líneas externas diferentes de entrada de electricidad de dos transformadores distintos. «Siempre que había una pérdida de energía por la línea habitual, automáticamente pasaba por la otra», precisa Pérez Toribio. El 28 de abril quedó inutilizado todo. Y entraron en funcionamiento los dos grupos electrógenos. La legislación obliga a que un hospital cuente con un suministro de reserva que aporte el 25% de la potencia que tiene contratada. Ese mínimo legal lo supera el Río Hortega, porque los dos generadores suman 4.000 kilowatios, frente a los 2.400 de contrato de suministro habitual.
En quirófanos no se percataron del corte. Se suspendieron operaciones posteriores «por precaución, ante una situación de excepción y cambiante»
A los grupos electrógenos se suman las baterías o sistemas de alimentación ininterrumpida (sai) con los que deben contar los espacios más críticos del hospital, como los equipos de soporte vital de cuidados intensivos o de quirófano. Ante un apagón deben reconectar en menos de 0,5 segundos y aguantar un mínimo de 2 horas. Estos 'sais' sumaban un colchón de holgura de suministro de 500 kilowatios, que permite superar esa horquilla de dos horas que marca la normativa. «No puede irse abajo un respirador, una máquina de anestesia, un equipo de laparoscopia, la sala de diálisis... Es inmediata la reconexión», resalta Cardillo. Hasta el punto de que el personal que estaba en quirófano no tuvo conciencia de que se había producido un apagón total. «En las salas de intervención no se apreció nada, por esas baterías de respaldo. La normativa estipula dos horas de respaldo en esos casos, los 'sais' del Río Hortega garantizaban cuatro horas sin ningún tipo de fuente de energía, ni siquiera grupos electrógenos, durante la mañana. Una autonomía que aumentó hasta ocho durante la tarde, porque se bajó la actividad», señalan los responsables de los servicios que dan sosten a la asistencia sanitaria en este centro.
¿Por qué con esa potencia de consumo alternativo se tomó la decisión de bajar la actividad? En el Río Hortega se aplazaron 41 operaciones programadas esa mañana, 44 en el Clínico y 2 en Medina del Campo. El apagón afectó así a pacientes que iban a entrar en quirófano en la recta final de la mañana. «Si aquí funciona todo correctamente, ¿por qué razón no seguir con lo previsto?», se preguntaban los profesionales del área quirúrgica. Pérez Toribio subraya que se optó por la precaución y la cautela ante una situación excepcional que iba cambiando sobre la marcha. Evitar riesgos en quirófano.
Gestión de ahorro con desconexión de consumos no vitales
Esa gestión 'viva' del pilotaje de un hospital sin suministro eléctrico externo y con el funcionamiento de las fuentes propias de energía conllevó decisiones de apagado de sistemas no vitales para ahorrar combustible. Los técnicos denominan «deslastrado» a esa desconexión de consumos internos, gracias a una instalación que en el Río Hortega permite decidir sobre qué apagar para reducir carga y qué encender. «Quitas las enfriadoras que pueden consumir un 30% de la energía eléctrica, la central térmica, la ventilación de pasillos, de consultas externas, de laboratorios y de algunas partes de hospitalización, pero no de infecciosos, de sitios con inmunodeprimidos o de quirófanos, porque hay que mantener una pureza en el ambiente y una asepsia», puntualiza el jefe del Servicio de Mantenimiento.
Eso exigía una vigilancia minuciosa por parte del personal de este área, que prestó una atención especial a que en quirófanos, donde seguían con actividad de urgencia, no se superase la temperatura. O que en laboratorios, las máquinas, que desprenden calor, podían llegar a pararse máquinas si no se volvía a conectar la enfriadora, que se volvió a poner en marcha sobre las 5:30 horas. Todo ello en una jornada de trabajo muy duro, con personal doblando turnos, y funcionando casi a ciegas respecto del exterior, ya que la primera comunicación con Iberdrola no pudo lograrse hasta las 2:30 horas, y con las limitación que suponía la caída de las comunicaciones telefónicas.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.