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J. Sanz
Sábado, 24 de septiembre 2016, 09:53
El auge del ladrillo inundó la capital de grúas y de pobladas cuadrillas de obreros que levantaban uno tras otro imponentes bloques de viviendas que por aquel entonces se vendían a precios desorbitados. Y todo iba bien hasta que dejó de ir bien. La crisis, aupada por el estallido de la burbuja inmobiliaria, dejó un sinfín de víctimas entre los años 2007 y 2008 en forma de esqueletos inacabados de hormigón. Algunos de ellos aún sobreviven así, inacabados, al paso de los años en barrios como El Peral, Arcas Reales, Villa de Prado, Vadillos o San Isidro.
Uno de los emblemas de aquellos tiempos de opulencia se encuentra, sin duda, en el número 1 de la calle Arca el barrio de nueva construcción próximo a las Arcas Reales. Allí se levantó entre 2008 y 2010 una singular torre de cubos de seis altura que fue abandonada sin rematar. Sus cuatro caras y, en especial, las dos que miran impasibles a la carretera de Madrid lucen hoy enormes pintadas en las plantas superiores que muestran los apodos de los grafiteros que las han ido realizando en los últimos meses (Payo, Cult, Flos...). Ellos y algunos ladrones ocasionales de chatarra han abierto un boquete en la verja y forzado una puerta para poder acceder al interior con absoluta impunidad.
Vivir en el mejor entorno
Ni siquiera puertas que cierren el paso pueden colocarse en otros esqueletos de la crisis, más simbólicos aún, situados entre las calles Mango, Ciruelo y Arándano, en el barrio de El Peral. Allí la constructora abandonó dos filas de quince adosados literalmente en el chasis. Y así están. Los boquetes en el perímetro facilitan el acceso al interior y algunas pintadas en los pilares dan fe de que la parcela, bautizada en su día como Ciudad Jardín su eslogan rezaba Vivir en el mejor entorno, recibe algunas visitas. Los vecinos han pedido en numerosas ocasiones al Ayuntamiento a que inste a los propietarios a cerrar la parcela ante el riesgo evidente de que los jóvenes que las frecuentan puedan sufrir caídas si acceden a los adosados.
También en el chasis se encuentra un bloque de dos alturas, más modesto que los anteriores, en el número 2 de la calle San Rafael, en Vadillos. Las reclamaciones de los vecinos, a raíz de la entrada de indigentes a su interior un hombre de 34 años murió mientras dormía y su cuerpo fue hallado días después, dieron sus frutos y los dueños una entidad bancaria asumió su limpieza y el vallado a finales de 2012.
Lo ocurrido en este pequeño bloque de Vadillos, que a día de hoy continúa inacabado, fue el ejemplo de los problemas burocráticos a los que se enfrenta el Ayuntamiento a la hora de reclamar el mantenimiento de los esqueletos de la crisis a los propietarios. La constructora, como tantas otras, quebró y el solar pasó a manos de un banco, pero los trámites burocráticos tardaron años en permitir que el terreno fuera legalmente al cien por cien de la entidad. Cinco largos años, los transcurridos entre 2007 y 2012, sufrieron los vecinos incendios, ruidos y acumulación de basuras de allí se retiraron tres toneladas hasta que el banco fue el titular de pleno derecho del inmueble, de su chasis, en realidad. Fue vallado y tapiado a conciencia en septiembre de 2012. Nadie a vuelto a pisar su interior desde entonces.
Este embrollo legal es el mismo que afecta a las 48 viviendas del Residencial Rancho Grande, en San Isidro, que cumple ya seis años de abandono, saqueo y vandalismo salvajes.
Cortado con una radial
Otro ejemplo diferente de víctima de la crisis se encuentra en Villa de Prado. Allí, en una manzana completa entre las calles Monasterio de Yuste, de San Pedro de Alcántara y de San Lorenzo del Escorial, se construyó solo la mitad de un bloque residencial (bautizado como Mirador del Prado, que llegó a venderse sobre plano, pero que nunca pudo concluirse. Así que el bloque, habitado en su mitad edificada, parece hoy cortado con una radial con precisión quirúrgica. La otra mitad, en la que solo se hicieron los cimientos, muestra un boquete de varios metros poblado de hierbas secas. El terreno, al menos, está vallado en condiciones.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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