«No denunciamos por dinero, sino por justicia»

Trabajador en una empresa editora y padre de tres hijos, Ángel recuerda junto a su mujer, Beatriz, el calvario de médicos y actividad judicial en la que se han visto inmersos en los últimos seis años. Desde intervenciones y viajes para adaptarle las prótesis de piernas, hasta la elaboración de informes que han determinado la responsabilidad civil de la parroquia, organizadora del campamento.

¿Cómo se encuentra su hijo?

Lo peor que tiene después de la amputación de las dos piernas, es la insuficiencia renal que sufre.

¿Qué reflexión hace tras conocer la sentencia después de seis años?

Reconoce unos hechos por los que hemos luchado largo tiempo. La indemnización que fija hay que ponerla en relación con las necesidades que tendrá Unai en el futuro, y el dinero que hemos tenido que desembolsar hasta ahora. En mi casa somos cinco personas que vivimos con un solo sueldo, el mío. Cuando nosotros lo denunciamos era porque detectamos que la atención que se dio a mi hijo estaba mal hecha. Y hora nos dan la razón, pero ojalá no hubiera pasado esto. Habrá gente que diga que es mucho dinero, pero nosotros lo que buscábamos es que se castigase a los responsables. La primera vez, cuando mi hijo acudió al médico llegó en coma.

La parroquia ha recurrido.

Sí. Han esperado hasta el último día del plazo a comienzos de junio para presentar el recurso. Ahora es la Audiencia la que tiene la palabra.

En la vía penal se decidió archivar su denuncia hace años.

Nosotros no teníamos ni idea de esto, y el anterior abogado lo metió por Instrucción. El letrado de la Asociación del Defensor del Paciente ha sido decisivo en el juicio que se celebró en marzo pasado. Cuando denunciamos no teníamos nada en contra de la parroquia, ni del campamento. Es más, el hermano mayor de Unai estuvo también allí en Palencia esos mismos días y se quedó una semana más. Nos decidimos a actuar cuando empezamos a ver cosas raras.

¿Cómo qué?

Pues que a mi hijo lo mandaron solo en la ambulancia hasta Palencia sin que nadie le acompañase. Durante la atención hospitalaria, me llegaba la indignación médica por no haberlo cogido a tiempo. Cuando pasó, mi mujer acababa de dar a luz a nuestro tercer hijo en el Río Hortega. Durante cuatro días, salía de ver a uno del hospital y marchaba junto a Unai al Clínico. Le observaba y se me caía el alma al suelo.

¿Recibieron respaldo de la parroquia desde donde se organizó la actividad estival?

Nada. Cuando Unai llevaba ingresado quince días en el Clínico, se publicó que se había recuperado. Al verlo, el sacerdote me trajo el periódico cuestionando el estado de mi hijo por la evolución favorable. ¡Mira lo que sale aquí!, dijo. Esa tarde discutí con él y me echó de la iglesia. Incluso llegó a decir en misa que habíamos pedido una indemnización.

La sentencia señala que aunque la actividad dispusiera de las autorizaciones administrativas, la responsabilidad era de la parroquia.

Así es. Era la iglesia la que lo promovió. Hasta que no llamamos al párroco y a los monitores del campamento, para que acudieran a casa a explicarnos lo que había sucedido, no se acercaron. Y vivimos a dos manzanas. Nos llegaron a decir que Unai solo había tenido un catarro, y que para nada sospecharon.

¿Les ayudaron otras personas?

Hicimos actos, que organizaba mi cuñada, en los que se dieron aportaciones que nos han permitido seguir adelante, puesto con mi sueldo era imposible. En mi empresa, Macrolibros, me apoyaron durante más de un año, tiempo en el que tuvimos que ir a Madrid y Barcelona regularmente para que le preparasen las cinco prótesis. La más barata nos ha costado 6.000 euros.