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Víctor Vela
Viernes, 6 de mayo 2016, 10:07
Camina el escritor José Jiménez Lozano por los pasillos del instituto que lleva su nombre en Parquesol (lo visita todos los cursos) y se detiene su mirada primero;sus pasos, después, ante la vitrina que exhibe sus libros. «Las obras del maestro», dice el escaparate en el que se exponen Ronda de noche, La piel de los tomates, Segundo abecedario y tantos más.
¿Falta alguno?, pregunta el Premio Cervantes, Nacional de las Letras también, antes de descubrir Ni venta ni alquilaje en una edición limitada que no es fácil encontrar.
Creo que los tenemos todos, reconocen en el instituto.
En algunos casos, por partida doble, triple, múltiple, porque Jiménez Lozano es autor de lectura cotidiana en el centro. Dicen los estudiantes y algunos le piden autógrafos al terminar la charla que han leído en clase El mudejarillo. También Sobre Teresa de Jesús, su último trabajo, una recreación literaria que viene acompañada por un ensayo histórico a cargo de Teófanes Egido. Los dos autores mantuvieron ayer por la mañana un encuentro con estudiantes de primero de Bachillerato, quienes acribillaron a los autores a preguntas.
¿Qué es la novela histórica?
¿Qué vigencia tiene hoy Santa Teresa?
¿Qué libro de ella recomiendan?
¿Cómo era su estilo al escribir?
Y las respuestas llegan mientras los alumnos atienden, toman notas mentales, asienten, ríen ante los chascarrillos de los ponentes.
«Que no os engañen: leer no es algo académico.Leer es un placer. Las palabras son algo más que comunicación. En ellas también intención, vocación de estilo. Y el de Santa Teresa era algo muy sencillo, pero muy complicado de conseguir. Santa Teresa escribía como hablaba, con frescura, con un sentido irónico tremendo, con muchos paréntesis y divertimentos», comienza Jiménez Lozano.
«Toda novela siempre es histórica porque cuenta algo que ya ha pasado. Pero cuando se habla de novela histórica, se buscan recreaciones creíbles, como Yo, Claudio. En este caso yo he querido mirarla desde fuera, que sean otros quienes hablen de ella. Y no he querido utilizar un lenguaje imitativo, pero sí inspirado en la época;por ejemplo, en la sintaxis del tiempo», continúa.
«La vigencia de Santa Teresa depende de los lectores. La ventura o desventura de un escritor no se sabe», indica el escritor, para reivindicar en todo caso el papel de Santa Teresa y su obra. «Quizá el mejor modo de acercarse a ella sea a través de Las fundaciones», recomienda.
Teófanes Egido se suma a este consejo:«Santa Teresa es simpática, te ríes constantemente, habla hasta cuando calla», dice, para abordar a continuación la vinculación que tuvo con Valladolid. «Aquí llegó a la altura del Cuatro de Marzo y se estableció después en el convento de La Rondilla de Santa Teresa, lo que contribuyó a bautizar un barrio, con varias calles que aluden a la santa, como Moradas, Fundaciones».
«En España vamos a golpe de centenarios y parece que es solo entonces cuando nos acordamos de ciertas figuras que deberían despertar más nuestro interés», cuenta Egido.«El año pasado fue el aniversario de Santa Teresa, quien, aunque solo fuera como escritora, debería tener un lugar de privilegio en las letras españolas. Es una delicia leerla», concluye el historiador.
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