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Manuel Charlín, con un periódico en la mano, en el juiico por la Operación Nécora, en noviembre de 1993
El secuestro que destapó el contrabando

El secuestro que destapó el contrabando

La rocambolesca retención de un empresario de Valladolid aceleró la investigación judicial contra el narcotráfico en Galicia

Víctor Vela

Martes, 8 de marzo 2016, 21:23

Nadie con apellido Suances en las Páginas Blancas dice conocer a Celestino. Nadie parece hoy en Valladolid saber nada del hombre que hace casi 35 años asestó sin querer el primer golpe judicial al narcotráfico gallego. Nadie ha seguido la estela de este tipo que se asomó de refilón a los periódicos de 1982 por su rocambolesca vinculación con el clan de los Charlines. Nadie. Hasta que el libro Fariña que reconstruye la historia del negocio de la droga en Galicia ha vuelto a dirigir un foco hacia su nombre: Celestino Suances.

La hemeroteca de El Norte de Castilla solo lo cita una vez. Ocurrió el jueves 18 de octubre de 1990. Ese día, la prensa daba cuenta de una macroperación de la Policía que desmantelaba una red de cocaína controlada por los Charlines, con la incautación de 1.200 kilos de droga. El clan ya estaba en el punto de mira judicial y policial. Pero hubo años en los que no fue así. Años en los que el contrabando en Galicia maniobra con tranquilidad. Hasta que pasó lo de Celestino. Ese ejemplar de El Norte de 1990 recordaba que los dos hermanos, Manuel y José Luis Charlín, ya habían pasado por la cárcel después de «introducir en un camión frigorífico a un industrial de Valladolid que se salvó de morir congelado al huir del vehículo». Ese industrial era Celestino Suances. Todo esto ocurrió en 1982. Era el inicio del fin de la impunidad del narcotráfico.

El libro Fariña, de Nacho Carretero, pero también diversos artículos de periodistas gallegos permiten reconstruir la historia. Celestino era un empresario que «oficialmente se dedicaba a comprar y vender marisco». Oficialmente, entrecomillaba Faro de Vigo. No extrañaban así los viajes que, a principios del decenio de 1980, se marcaba entre Valladolid y Galicia. El marisco. Oficialmente. Porque parece que no solo había movimiento de percebes y centollos, sino también de tabaco rubio americano. De extranjis. «Un contrabandista de tercera», lo define Carretero en su libro.

Suances debió complicarse la vida, tal vez alguna operación que no funcionó bien, y se encontró con que debía siete millones de pesetas (42.000 euros) a los hermanos Manuel y José Luis Charlín Gama, que comenzaban a labrarse una leyenda en Galicia. De traficar con chatarra pasaron al tabaco y luego, más tarde, de ahí a la cocaína.

El caso es que los Charlines, hartos de esperas y evasivas, enviaron a Valladolid a su socio, José Luis Orbáiz Picos, para que se cobrara la deuda. Los siete millones. Los 42.000 euros. Orbáiz Picos era un exguardia civil de Tráfico que se pasó al lado oscuro. Yno se andaba con chiquitas. El 16 septiembre de 1982 cogió un Seat 124 y se vino hasta Valladoild, acompañado de su cuñado y de otros tres individuos «con la misión de cobrar lo adeudado».

El método para conseguirlo ya lo había empleado en otras ocasiones, por ejemplo, en Palencia. Se citaban con el distribuidor con la excusa de entregar una nueva partida de tabaco. Entonces, le apuntaban con una pistola (una Astra calibre 7,65), le quitaban el dinero con el que iba a pagar el nuevo cargamento y se llevaban la mercancía de vuelta con ellos.

Ese era también el plan en Valladolid. Pero se toparon con los agentes. Contaba El Norte de Castilla del 22 de septiembre de 1982 que la Policía identificó el vehículo y detuvo a tres personas (José Antonio, José Ramón y Vicente). Nada decían las Fuerzas de Seguridad ni de Orbáiz Picos ni de su cuñado. El libro de Nacho Carretero describe lo que pasó aquel día:«A su llegada a la ciudad, Orbáiz Picos fue recibido por un grupo de guardias civiles de paisano que, en lugar de los siete millones, le dieron una somanta de puñetazos y lo mandaron de vuelta a Vilanova».

El secuestro (también por deudas) de la sobrina del clan

  • La cruz de los Charlines con Valladolid se ha extendido también a las nuevas generaciones. María Yolanda (sobrina de Manuel e hija de José Luis)fue detenida en diciembre de 2013 como destinataria de una partida de seis kilos de heroína procedente del laboratorio desmantelado en Fuensaldaña. Pero la relación con esta tierra viene de lejos, cuando en 1996 fue arrestada (en 1999 condenada a ocho años de prisión) por su relación con el secuestro y la extorsión a un ciudadano de origen turco al que habían pagado 70 millones de pesetas (420.708 euros) por una partida de heroína que no entregó.

Y claro, eso no gustó. Los Charlines le estaban cogiendo muchas ganas al comerciante de marisco pucelano. Yvieron su oportunidad unos días después, cuando Suances subió a Galicia. Las antenas que el clan tenía en tantos pueblos les informaron de que Suances estaba por Arosa. Había viajado a Galicia a comparar marisco («y hacer contactos e intercambios comerciales») y decidió visitar el restaurante de un cliente. Se había acercado hasta San Miguel de Deiro para comer en el Frankfurt, un restaurante propiedad de Terito, uno de los proveedores a quien el vallisoletano compraba el marisco.

Los periodistas gallegos que durante años informaron del narcotráfico (Xosé Hermida, A. Martínez, Elisa Lois, Benito Leira Conde oSonia Vizoso) han reconstruido en sus crónicas este episodio. Dicen que no era normal el calor que hacía en Galicia ese octubre de 1982. Dicen que cuando Suances estaba a punto de abrir la puerta del restaurante, un hombre rubio y otro moreno le salieron al paso. Dicen que, «sin darle tiempo a reaccionar ni explicación alguna, lo metieron en el maletero de un BMW que estaba al ralentí y que arrancó hacia Vilanova». Dicen que también rajaron las ruedas del coche del pucelano, que lo llevaron primero a las naves de Charpo, una conservera propiedad del clan, que allí le dieron una monumental paliza, que le obligaron a llamar a su mujer para que enviara el dinero que les debía por el tabaco y que luego lo metieron en la cámara frigorífica de un camión. Después, hay quien sostiene que Celestino logró desmontar una trampilla de ventilación del camión en el que estaba encerrado. Manuel Charlín declaró que fue él mismo quien abrió «la escotilla al cantamañas», como publicó La Opinión de la Coruña.

Lo cierto es que Suances consiguió escapar, regresó a Valladolid y aquí puso una denuncia por su secuestro. Eso sí, llegó al Pisuerga «en un estado físico lamentable y con señales evidentes de haber sido objeto de violentos tratos», informaba el ABCdel 17 de octubre de 1982. En ese mismo artículo, se recogía el arresto de dos personas (José Luis Orbáiz Picos y Manuel CharlínGama, este último cuando intentaba huir a Portugal)como «presuntos autores de un delito de detención ilegal», ya que unos días atrás «obligaron a un individuo, cuyo nombre corresponde a las iniciales C. S. M., a introducirse por la fuerza en un automóvil».Los hermanos Charlín fueron condenados por ello y Orbáiz cumplió un año de cárcel.

quella denuncia de Suances por su rocambolesco secuestro fue el comienzo de todo. El juez de instrucción de Cambados, José Luis Seoane Spiegelberg, entendió que esa era la gota que colmaba el vaso.Que un incidente de ese tipo era síntoma de una «situación premafiosa en la comarca de Arosa». Ydecidió que no era excusa mirar para otro lado.

«Regresamos con Suances a la fábrica donde había ocurrido todo, para reconstruir los hechos. El pobre hombre estaba acojonado perdido», rememora en el libro Fariña el juez que se fijó como objetivo desarticular el contrabando de tabaco en Galicia.

El contexto además era propicio porque en ese año 1982 la legislación se había endurecido y el tráfico de tabaco había pasado a ser tipificado como delito. Un año después del incidente Suances que propició el pinchazo telefónico de los grupos tabaqueros se desató la primera y mayor redada contra los contrabandistas. «Esto provocó la estampida de casi todos los jefes y lugartenientes a Portugal, a excepción de alguno como Sito Miñanco que también acabó en el narcotráfico, detenido antes de que pudiera huir», resumía un artículo de El País publicado el 7 de abril de 2013. Miñanco iniciaría así una carrera (en la cárcel y fuera de ella)que lo llevaría a delinquir de nuevo. En 2004 fue condenado a 16 años de cárcel. En abril de 2015, hace unos meses, la Audiencia Nacional acordó el permiso para que el histórico narcotráficante pudiera salir todos los días de prisión para trabajar, con la condición de no regresar a Galicia. La cárcel en cuestión es la de Villanubla.

De aquel secuestro de Suances nació esta gran redada de 1983 y de ella, el sumario 11/84, la primera «operación seria contra el contrabando gallego», cuenta Nacho Carretero en Fariña, quien ha rescatado del olvido este nombre de Celestino Suances que nadie ahora quiere o puede recordar.

Postdata: la última vez que el nombre de un tal Celestino Suances (nadie confirma que sea la misma persona) aparece en los documentos oficiales vinculado con Valladolid es en 1998 por el traspaso de un bar en La Rubia que abrió en 1993. Años antes le habían multado por carecer del carné de manipulador.

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