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C. R. jiménez-alfaro
Miércoles, 17 de febrero 2016, 19:03
El 12 de febrero de 1951, justo hace 65 años, Manuel Jiménez-Alfaro y Alaminos, un andaluz obstinado, concienzudo y tenaz firmaba en París, junto al Presidente de la Règie National des Usines Renault, el contrato para fabricar en España el Renault 4 CV, un coche pequeño que ya llevaba algún tiempo rodando por las carreteras francesas. Esta firma suponía el arranque de un proyecto al que llevaba dedicado en cuerpo y alma más de 20 años: fabricar coches en España.
Era considerado un disparate en aquella época. Nadie confiaba en que todo aquello que bullía en su cabeza pudiera salir adelante. Muchas fueron las caídas y otras tantas las veces que hubo de levantarse para seguir, pero su lema era aquel pensamiento que dice: «En el campo de batalla de la vida, las heridas que no te hagan morir, te harán más fuerte».
Poco se sabe y se habla de este año 1951 tan crucial y fundamental para el nacimiento de esta empresa que apareció en Valladolid con el nombre de FASA, Fabricación de Automóviles Sociedad Anónima. Hoy podemos hablar de triunfo con la perspectiva que dan los años, pero poner en marcha una iniciativa empresarial de este calibre sólo pueden llevarlo a cabo personas como don Manuel: visionarios, expertos en la materia, muy inteligentes y extremadamente tenaces.
El Norte de Castilla publicó el 9 de marzo de 1978, dentro de la sección Correo espontáneo, una carta dirigida al director del periódico con el título La historia de F.A.S.A., en la que don Manuel explica con todo detalle lo que vino después de aquella firma en París.
Aquel contrato del 12 de febrero supuso el arranque, y nunca mejor dicho, de su aventura. Ya había conseguido un vehículo para fabricar, pero ahora necesitaba una industria donde hacerlo. El 14 de mayo presentó en la Delegación de Industria de Valladolid la memoria descriptiva y proyecto de instalación de una nueva industria de fabricación de automóviles en la capital. Este hecho demuestra que su proyecto nació pensado para Valladolid, para ninguna otra ciudad. No fue presentado ni ofrecido a nadie más. Ni en Zamora, ni en Salamanca, ni en León, ni en Burgos, ni en Barcelona como tantas y tantas veces se ha oído.
Los meses siguientes fueron tremendamente angustiosos. El permiso no llegaba, el tiempo pasaba y el INI (Instituto Nacional de Industria) no estaba por la labor de que llegara otra fábrica que pudiera hacer la competencia a SEAT. Fue una auténtica lucha contrarreloj.
Por fin, el 19 de octubre se publicó en el BOE la autorización oficial a nombre de Jiménez-Alfaro, «fijándoseme plazo y condiciones muy duras, seguramente buscando que no pudiesen ser cumplidas», en palabras del propio don Manuel. En este punto Jiménez-Alfaro seguía solo, sin ninguna ayuda ni colaboración y con todos los permisos y contratos a su nombre. Si algo hubiera salido mal, el único responsable hubiera sido él.
El año 1951 seguía avanzando y aún quedaba la última parte: conseguir el dinero para constituir una sociedad anónima. Hizo algunos intentos en Madrid pero le daban largas, así que en diciembre contactó con su amigo Alfonso Sánchez Huertas, quien encomendó a su apoderado Santiago López González la tarea de encontrar esos fondos entre los capitalistas vallisoletanos. Por fin, el 29 de diciembre un grupo de seis accionistas, con una aportación de 50.000 pesetas cada uno, firmaron la escritura de constitución de una nueva empresa que cambió por completo la historia de Valladolid, y que ha sido, es, y seguramente seguirá siendo, el eje de la economía de Castilla y León.
Así fue esta aventura en la que se embarcó un hombre tan seguro de su idea que hizo de la constancia su bandera y hoy, 65 años después, sigue siendo uno de los hitos fundamentales en el pasado reciente de nuestra ciudad.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
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