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a. g. encinas
Jueves, 4 de febrero 2016, 14:01
Algunos tienen base tecnológica. Otros son ideas sencillas que facilitan tareas tan cotidianas que parece mentira que a nadie se le hubieran ocurrido antes. Y todos ellos tienen en común que han sido desarrollados por alumnos. Aquí la investigación no ha partido de grupos reconocidos de la Universidad de Valladolid aunque sí ha habido tutela en los proyectos, sino que han sido los propios estudiantes los que, con la aportación de las becas Prometeo, han conseguido sacar adelante una idea de producto. Ideas que han derivado en catorce patentes. O mejor dicho, en trece y una más en camino. Porque el blindaje fotónico láser con tecnología Stealth, invisible para los radares, puede tener una aplicación militar, y patentarlo no es tan sencillo.
Yolanda Calvo, directora de Innovación en la Fundación General de la Universidad, resumía el crecimiento progresivo de la iniciativa Prometeo desde su puesta en marcha en el año 2010, dentro del plan T-CUE (Transferencia de Conocimiento Universidad Empresa): «Comenzó como una experiencia piloto y este año se ha ayudado a 18 proyectos, con lo que el total se eleva a 61 durante estos años, con casi noventa alumnos participantes».
El programa de becas Prometeo permite que cada uno de los proyectos aprobados cuente con 1.000 euros para desarrollar un prototipo y protegerlo mediante patente. «Si nadie protege el conocimiento, no llegará a la sociedad», advirtió el rector, Daniel Miguel. El objetivo primordial es conseguir que los prototipos sean plenamente funcionales y eso es algo que se ha conseguido en todos los desarrollos que se presentaron en el Palacio de Santa Cruz, entre los que se incluyeron cuatro programas informáticos.
Aunque son inventos o mejoras que se dirigen a ámbitos muy diversos, en ellos hay unas connotaciones comunes que destacaron ayer en el vídeo de presentación proyectado. Por un lado, la atención al medio ambiente, tratando de presentar prototipos cuya producción en serie pueda resultar respetuosa con el medio ambiente. Es el caso, por ejemplo, del plato desechable en madera de chopo presentado por Francisco Pérez Bernal. «Es una materia prima con alta tasa de renovación y biodegradable», explicó, en contraposición al plástico. O el plan para riego inteligente desarrollado por Silvia Tomillo y Nicolás Lumbreras, que permite conocer el nivel de humedad que tienen las plantas para regar solo cuando lo necesitan. Proyecto que, además, entronca con el entorno socioeconómico de la Universidad de Valladolid, puesto que entre sus posibles usuarios se encuentran las plantaciones vinícolas o los olivares, según destacaron.
Por otro lado, la atención a la diversidad y a las personas con discapacidad es otro de los rasgos que se apreciaron en muchos de los productos presentados. No solo con el dispensador portátil de bebidas diseñado por Adrián Vallejo, que hizo hincapié en su facilidad de uso para personas con dificultad de movimientos o incluso para niños pequeños. También con otras ideas como el dispositivo de cocción simultánea de Vanesa Urizarna. Un recipiente que permite cocer al mismo tiempo, ejemplificó, pasta normal y pasta sin gluten, sin que se mezclen, «para aquellas familias que tengan algún celiaco en casa». Idéntico ejemplo puso Ana Bote para presentar su bandeja para colocar los utensilios de cocina, proyecto que realizó con Nekane Martín y Federico Lobo.
Tanto el rector como el secretario general de la Consejería de Educación,Juan Casado, mostraron su satisfacción por los resultados de este programa, que van en aumento constante desde que se inició en 2010 y que podría alcanzar la veintena de proyectos en 2016.
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