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Entrada principal de la iglesia de San Ignacio de Loyola en Pajarillos.
Los ladrones arrasan una parroquia de Pajarillos y se llevan hasta un sagrario

Los ladrones arrasan una parroquia de Pajarillos y se llevan hasta un sagrario

Sustraen un copón, cálices, patenas, un lampadario y parte del equipo de sonido de templo de San Ignacio de Loyola

J. Asua

Lunes, 23 de noviembre 2015, 19:07

Entre el disgusto y el desasosiego. Así se le ha quedado el cuerpo a Ángel Téllez, el párroco de la Iglesia de San Ignacio de Loyola, en Pajarillos, tras el desagradable descubrimiento que su compañero de templo, el también salesiano Higinio Martínez, que realiza las labores de vicario, hizo el sábado sobre las 16:45 horas. Cuando el sacerdote se disponía a acceder al edificio para preparar la misa de las seis de la tarde se dio de bruces con la sorpresa. Las puertas reventadas, la sacristía completamente revuelta, el sagrario de la capilla arrancado de cuajo... Un violento robo cometido por más de una persona, según el diagnóstico de la Policía Nacional, que ya ha abierto una investigación para esclarecer los hechos.

Los autores no tuvieron ningún remilgo en profanar los lugares más sagrados del complejo eclesial, hasta el punto de que sustrajeron varias piezas para la celebración de la eucaristía dejando tiradas por el suelo las formas para la comunión.

Téllez reconoce que este hecho le produce «especial repugnancia», aunque es consciente de que los cacos no cometieron el sacrilegio por su aversión a la Iglesia. «La intención era robar y lo que tenían es prisa para hacerlo cuanto antes», reconoce el religioso de Don Bosco. El recorrido de los delincuentes comenzó en la puerta trasera del templo (la principal está protegida por una valla de hierro), en la calle Guacamayo, una vía peatonal que da a los espacios interiores del polígono de viviendas del 29 de Octubre.

Una alarma para un templo que duerme solo desde julio

  • La primera medida que el Arzobispado de Valladolid tomará tras el robo en la parroquia de San Ignacio de Loyola gestionada por la Iglesia, pero propiedad del Ministerio de Fomento al estar asociada en su origen al desarrollo residencial del entorno es la instalación de una alarma para prevenir nuevos asaltos. Según explica Ángel Téllez, hasta el pasado mes de julio en las dependencias contiguas al templo residía Fernando García, el que había sido párroco de los barrios de Belén y Pilarica. Cuando fue nombrado rector del Seminario Diocesano, abandonó la casa. Desde entonces el templo duerme solo. Todas las mañanas el vicario revisa la iglesia, aunque el sábado no acudió hasta por la tarde porque había sufrido un ataque de gota.

Los autores iban bien pertrechados. «Son puertas muy robustas y están cerradas por dentro con unos cerrojos bastante gruesos», explica el párroco, quien lamenta los daños producidos en los cuatro accesos afectados y que obligarán, con toda probabilidad, a gastar «mucho dinero» en su reparación o sustitución, ya que la mayor parte de las hojas han quedado completamente rajadas por la acción de las palancas.

Desde esta entrada partió la destructora procesión de los ladrones que, alumbrados por linternas, se centraron, de manera especial, en la capilla. Al llegar a esta estancia, se fijaron en el sagrario. Tras sacar de su interior los elementos para la liturgia y vaciar su contenido sobre el suelo, decidieron que el tabernáculo también podría tener salida en el mercado y lo desanclaron de la pared para incluirlo en su botín. A esta ornamentada caja, añadieron un copón (recipiente metálico destinado a reservar y distribuir la eucaristía en las iglesias), dos cálices para consagrar el vino en la misa, dos patenas (platillos en los que se coloca la hostia durante la celebración) y los recipientes donde se guarda el crisma o santos óleos. Téllez no puede estimar, de momento, el valor de estas piezas con baños en oro y plata.

Que los intrusos iban a por todas queda claro por el resto del material elegido durante una incursión que les llevó su tiempo, a tenor del intenso trabajo que realizaron en el interior del templo. Y es que los ladrones sumaron a su carga un lampadario. Se trata de una caja sobre un soporte en el que se colocan las velas para realizar ofrendas a cambio de unas monedas. Ni cortos ni perezosos cargaron con este elemento, probablemente para, una vez concluido el asalto, abrirlo para sacar el dinero. También vieron posibilidades de venta en el equipo de música, los micrófonos y los altavoces que dan sonido a las celebraciones. No pudieron acceder al sagrario de la nave principal al situarse a una altura complicada y tampoco les dio tiempo suficiente para arramplar con la megafonía de esta estancia. Sí que se esmeraron, sin embargo, en forzar la ranura del cepillo embutido en una de las paredes de la iglesia para hurgar en el cajón y llevarse su contenido. Los autores realizaron un minucioso, y al mismo tiempo irrespetuoso, registro de la sacristía, que dejaron completamente revuelta. El párroco sospecha que esta revisión tenía como objetivo de buscar dinero o llaves para acceder a otras estancias de estas instalaciones ubicadas en el corazón de Pajarillos.

Acto de reparación

El suceso obligó a suspender la misa prevista para el sábado por la tarde. Agentes de la Policía Científica tomaron la iglesia en busca de pruebas y huellas para intentar identificar a los ladrones, mientras que el párroco ya ha dado parte al seguro para que perite los daños en las dependencias y el valor de lo sustraído durante el robo.

Ayer el templo de San Ignacio de Loyola retomó su actividad normal, aunque entre sus responsables y feligreses el sentimiento era de profunda pena por lo ocurrido. «Hemos realizado un acto de reparación por la profanación de las formas, una oración especial para pedir que estas cosas no vuelvan a suceder, sin odio ni rencor hacia quien lo haya hecho», matiza el párroco, quien se afana ahora en poner en orden su lugar de trabajo, su parroquia.

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