Secciones
Servicios
Destacamos
Víctor Vela
Miércoles, 21 de octubre 2015, 18:34
Ni la ciudad (Balad) del supuesto árabe Olid, «del que se tienen muy pocas referencias». Ni el valle de los olivos con el que se la llamó en un dibujo del siglo XVI«y que presenta objeciones fonéticas». Ni siquiera la propuesta más apurada «y bastante afortunada» del catedrático de la Universidad de Valladolid Ángel Montenegros, quien ahondó en las raíces celtas de tol (agua) para hablar del valle de las aguas (vallis toletum). Ninguna de estas tres teorías (las más extendidas) termina de convencer a José Valín.
El veterano político (exconsejero, exsenador, expresidente de la CHD), apasionado de la lingüística y la historia, ha trenzado una hipótesis sobre los orígenes del topónimo Valladolid que, asegura, sobrevive a las confirmaciones que se pueden extraer de las fuentes escritas, la evolución lingüística, el devenir histórico y la vinculación con el paisaje, motivo habitual para el bautizo de villas y lugares. José Valín tiene su propia hipótesis para explicar la razón por la que Valladolid es Valladolid.
Para ello ha hurgado en un «estrato lingüístico antiguo». En las lenguas indoeuropeas existía un «sustantivo de raíz hidronímica con el que se aludía a lo que mana o fluye lentamente». Oli o ole se utilizaba para referirse a «esos cauces lentos». A los manantiales perezosos. Las lagunas. En esas lenguas (y posteriores influencias), la letra t final servía para indicar tenencia o posesión. Así, Olit aludiría a «lo que tiene lagunas». Vallisoliti significaría, en ese caso, «el valle que tiene laguna». Y de ahí nacería la evolución del nombre que, desde 1084 con Valleolit, refieren las actas de donaciones conservadas en el Museo de la Diócesis. Valladolid, según la teoría de Valín, sería por lo tanto, el valle... pero, ¿de qué laguna? La clave está en el plano de Ventura Seco de 1738... y la idea de que lo que define a la ciudad no es tanto el Pisuerga, como el Esgueva. Este río formaba una especie de delta sobre el que se asentaba la ciudad.
Y en ese plano del siglo XVIII se ven cinco lagunas en torno al Esgueva, cerca del actual Prado de la Magdalena. «Es absolutamente evidente que se trata de una laguna fósil llenada por sedimentos cuaternarios», explica Valín, que entronca así su pasión por la historia, su formación como ingeniero de Caminos y su última dedicación política como presidente de la Confederación Hidrográfica del Duero. Valladolid es el valle que tiene laguna porque, efectivamente, aquí existió un gran lago que caracterizaba el paisaje del entorno.
¿Y Pucela? Pues estaría muy vinculado con esta imagen. El origen etimológico hallaría también raíces indoeuropeas, en la formación Putolia, utilizada para nombrar a una «laguna limpia». Esto derivaría con los años en Putolea o Putzuela, como se la conocería a principios del siglo XVII. «Hay un romance de Quevedo, el número 61, que dedicó a Valladolid». El escritor odiaba esta ciudad, a la que tuvo que mudarse desde Madrid para seguir a la Corte. Y le dedicó: «Mas ya sé, por tu linaje, que te apellidas Cazuela, que en vez de guisados, hace desaguisados sin cuenta». De acuerdo con Valín, Quevedo utiliza cazuela para no usar directamente putzuela (o sea, pucela) en estas rimas que parecen dedicadas a una ramera. Sí, no le tenía mucho cariño a Valladolid. «Cazuela tiene rima consonante con putzuela y, además, recuerda al puchero, sinónimo de cazuela».
«Pudiera ser que estas dos que aquí presento fueran las soluciones definitivas. O a lo mejor no. Pero al menos espero que sean el camino para evolucionar en futuras investigaciones», apuntó Valín al término del acto.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.