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Víctor Vela
Miércoles, 1 de julio 2015, 19:51
No hizo falta que nadie regara las flores del balcón porque ellas solas se alimentaron de lágrimas por la pérdida de su cuidador. Los geranios de esta terraza del tercero, de este edén con vistas a San Isidro yJuan Carlos I, están de luto. Carlos Sánchez El Chato, el hombre que con mimo y cariño las cuidó durante años, falleció hace tan solo diez días. Así que, este cortejo de macetas, este concierto de tiestos, estas trenzas verdes que se enredan por las cuerdas del balcón son a la vez un recuerdo y un homenaje a El Chato, el camionero de la fruta, el rutero que aparcó el camión para echar raíces, ya jubilado, en una terraza que en realidad es un vergel, un rinconcito directo al paraíso.
Ahora le tocará cuidar las plantas a su mujer, Eustaquia Esteban. Heredó el nombre de su abuela y la pasión por las flores de su madre Cándida. «Ella tenía un jardín a la puerta de su casa, en El Pego (Zamora)». Carlos era de un pueblo vecino y las fiestas del verano alimentaron un amor que terminó en matrimonio. No fue un buen día el de la boda de Carlos con Eustaquia porque, a la salida de la iglesia, recién casada la pareja, falleció el padre de la novia. Perforación de estómago. «Fue el día más feliz de mi vida hasta que se convirtió en uno de los más tristes», rememora Eustaquia, a quien llaman La Chata por aproximación con su marido. «Al principio nos fuimos a vivir a Sevilla... y luego ya nos establecimos en Valladolid». Pero siempre con el cuentakilómetros listo para iniciar el camino. «Con mi marido me he recorrido toda España. Yhasta nos llevamos a los niños cuando eran pequeños». Dice Eustaquia que así, montada en el camión, en compañía de su marido (la carga era de fruta), se recorrió el país de Valencia a Castellón, de Barcelona a Cádiz, de Alicante a Mallorca, con ferry de por medio. «Me conozco todas las playas de España», dice.
Y recuerda.
Hace 43 años, Carlos yEustaquia llegaron a este piso del paseo de San Isidro. Ymuy pronto entraría la primera maceta. Ahora son más de noventa. Y plantas de tomates. Yenredaderas. Y hasta rosales ha llegado a haber en esta terraza de 22 metros en ángulo recto.«Lo medí porque hubo un tiempo en el que pensamos en cubrirla», reconoce Eustaquia. Pero al final pudo más la afición por el cultivo de las flores que Carlos atendió hasta que le quedaron fuerzas (porque ánimo siempre tuvo). Hasta tres y cuatro horas diarias se pasaba terraza arriba y terraza abajo para regar, abonar y cuidar sus plantas. «Y no solo para él, sino también para los vecinos». Porque eran varios los residentes de la zona que se acercaban por aquí y, cuando veían a Carlos en plena faena le gritaban.
¡Chato! ¿No tendrás algún geranio de más?
Yel camionero que hizo de la jardinería su pasión siempre tenía en las manos flores para regalar. «Era tan generoso, tan familiar, tan desprendido...», dice Eustaquia mientras abre cajones para buscar fotos... y se tropieza con una bolsita de semillas que Carlos se trajo desde Chiclana.Habrá que plantarlas... para que el recuerdo del Chato continúe intacto en este balcón de San Isidro con Juan Carlos I, una de las terrazas mejor cuidadas y atendidas de todo Valladolid.
La vida de Ainhoa Carvalhaes cambió aquel día en el que se fijó en un cartel a la salida de un Telepizza de Bilbao. «Peluquería canina. Ayudante de técnico veterinario», decía el letrero. O algo por el estilo. Yresulta que Ainhoa, que en realidad no quería seguir con las manos en la masa, decidió matricularse. Fue una señal. Terminó de trabajar en la pizzería y comenzó este curso que alimentaba su afición por los animales. «En mi casa de Bilbao siempre los hubo:perros, gatos, palomas, hámsters...» Así que trabajar para atenderlos fue un lógico paso más. «El problema es que Bilbao es muy caro y pensé que tenía que buscarme la vida en una ciudad más asequible». Fue así como llegó a Valladolid y montó esta tienda en San Isidro. Al principio la abría solo por la tarde y los fines de semana porque por las mañanas estudiaba Enfermería.«Y lo que aprendí en la carrera me ha servido mucho», reconoce. Ahora está implicada de lleno en esta tienda Natura que además es peluquería canina, felina... y también de conejos. Y vende además productos de higiene y alimentación para las mascotas. «Porque es fundamental darles bien de comer... y elegir bien la comida. Hay algunos productos que son puros desechos. Los perros tragan, pero no se alimentan. Pero eso, los que están alimentados con productos de mala calidad generan tantos excrementos», dice Ainhoa mientras abraza a Aieru, un pastor catalán de tres años que adoptó en Scooby (la protectora)cuando apenas tenía unos meses. «Hay que fomentar la adopción de animales», dice rotunda y con claridad.
No es la única vecina llegada desde el País Vasco que ha hecho nido en el Paseo de San Isidro. Aquí también está Eugenia Núñez, de Bordaditos, un cosetodo especializado en bordados que funciona desde hace un año. ¿Lo más curioso?«Un cliente me encargó un body para bebé para que le pusiera una frase».
¿Cuál era?
Mamá, ¿te quieres casar con papá?Ha sido lo más curioso, pero también lo más bonito que he tenido que bordar.
Pero no solo eso. Los productos de bebé con clásicos (albornoces, mantitas, baberos), pero también están las sábanas, las zapatillas de deporte... o los manteles de iglesia, «que se hacen bastantes».
Y sí, contemos lo de la maldición de Chiquetete que anunciaba el titular. El cantante sonríe desde la portada de un disco colgado en una de las paredes de Charly Blues, la tienda de vinilos (y cedés)que llegó al Paseo de San Isidro procedente de las galerías CampoGrande, en el Paseo de Zorrilla. Allí se instaló hace casi 25 años con el objetivo de dotar de local a su pasión.Su gran afición por los discos le llevó primero a cambiarlos, venderlos y comprarlos en el rastro madrileño. Se aventuró luego por el mercado que entonces se celebraba en Portugalete. Y pasados lo meses decidió contar con local propio. Fue en aquella primera época cuando se topó en su camino Chiquetete.
Vuelve el vinilo
«Había un almacén en Aranda de Duero que tenía más de 8.000 vinilos y que se los quería quitar de encima porque, por aquel entonces, en los años 90, estaba de moda el cedé. Yo llegué a un acuerdo con ellos para comprarles todo el paquete a 50 pesetas por disco». Carlos echó un vistazo por encima al género. Había vinilos de Mecano, de Michael Jackson, de Pink Floyd. «Era una colección muy buena». La sorpresa llegó al desembalar todas las cajas y encontrarse con que, de los 8.000 discos... casi 2.000 eran de Chiquetete. «Durante años he estado regalando a Chiquetete por cada compra. Algunos clientes se los llevaban para regalarlos de broma.Fíjate que cuando estuve empaquetando para venirme aquí... todavía aparecieron discos de Chiquetete». Uno de los últimos de esa remesa de dos mil luce ahora en las paredes de CharlyBlues, junto a trabajos de AC/DC, Rolling Stones o Bruce Springsteen.
La tienda especializada en soul, música negra y rock de los 60 y 70 tiene más de 5.000 referencias y es uno de los últimos reductos de las tiendas de discos que hubo en Valladolid (Foxy, DiscosK, Discovery...). «Lo bueno ahora es que el vinilo está ganando pestigio, también entre la gente joven, y se editan de nuevo. Tal vez sea porque es un producto mucho más bonito. Porque se escucha muy bien.Porque el hecho de levantar la tapa, limpiar los discos... constituye un ritual. El vinilo es compatible con el mp3, con todo lo demás, pero ese placer de quedar con los amigos en casa y poner el tocadiscos... es compartir la música y hacerla social», explica Carlos. ¿El problema?«Que ese auge del vinilo no va acompañado de la recuperación económica. Hay poco dinero en la calle... y eso afecta sobre todo a los negocios dedicados al ocio».
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