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J. Sanz
Miércoles, 13 de mayo 2015, 11:47
«Ahora mismo nos encontramos en la fase más ingrata con las labores de cimentación y saneamiento, pero las obras están en plazo y esperamos que el mercado esté listo entre noviembre y diciembre como estaba previsto», coinciden en señalar los dos arquitectos que dirigen los trabajos de remodelación integral del Mercado del Val, José María Llanos y Juan Carlos Urdiain. Ambos aclaran que los trabajos de excavación han alcanzado ya su cota máxima, a cinco metros de profundidad, sin toparse con vestigios arqueológicos de relevancia que impidan su avance y, en especial, sin alcanzar el nivel freático situado justo por debajo de este punto.
Las obras de vaciado del interior de la estructura decimonónica, eso sí, han tenido que salvar sobre la marcha un «pequeño tramo de la bóveda» en la que se enclaustró a partir del año 1850 el antiguo ramal norte del Esgueva, que discurría por la paralela calle Sandoval y que en uno de sus codos tocaba ligeramente el lateral del mercado construido entre 1878 y 1882 fecha de su inauguración. «Hemos librado esa zona sin tocar la bóveda de ladrillo modificando ligeramente ese lateral, pero sin apenas perder espacio, de manera que se garantiza su conservación sin alterar prácticamente el proyecto y el avance de los trabajos», añaden.
Pero la excavación del enorme socavón de cinco metros de profundidad, que ocupa una superficie diáfana de 2.168 metros cuadrados 112 de largo por 19 de ancho, ha deparado en las últimas semanas algunas pequeñas sorpresas, en principio de «escaso valor arqueológico», pero que se están catalogando y que pasarán a formar parte de los fondos del Museo Arqueológico de Valladolid. «Se trata de unas vasijas de cerámica que presumiblemente son del siglo XVIII y que se encontraban en un pozo que debió utilizarse como vertedero de los puestos de malcocinados (casquería) que se instalaban en superficie junto al ramal norte del Esgueva antes de la construcción del mercado», resume el arqueólogo Jesús Misiego, de la firma Strato, que supervisa los trabajos que ejecuta la constructora Sacyr.
Las obras de construcción del mercado original del Val (1878-1882), que sucedieron o quizás llegaron a solaparse con el soterramiento de los ramales norte y sur del río se ejecutaron entre 1850 y 1910, fueron precisamente las que causaron a mediados del siglo XIX la utilización del entorno como una gigantesca escombrera para rellenar el desnivel de la antigua ribera y levantar encima la actual estructura.
Escombros con solera
«Ahí debieron ir a parar decenas de restos, en apariencia, de antiguas construcciones derruidas en aquella época en la ciudad y por eso hemos encontrado y recuperado algunos elementos como unas basas de piedra y restos de madera procedentes presumiblemente de las columnas del patio de alguna vivienda de entre los siglos XVI y XVIII», relata el arqueólogo de la obra antes de incidir en que se trata, en cualquier caso, de material de escombro. Este, no obstante, también está siendo examinado por los especialistas de la Dirección General de Patrimonio de la Consejería de Cultura de la Junta.
Así que los trabajos de remodelación del Mercado del Val sirven hoy de excusa para bucear un poquito más en la historia de la capital y, aunque puede que los restos arqueológicos hallados sean de un valor escaso, conocer la fisonomía del Valladolid que se perdió a lo largo del siglo XIX, cuando se decidió levantar este mercado de inspiración francesa que fue el segundo de los tres casi idénticos que llegó a tener la ciudad, junto al de El Campillo (1880-1948) y el de Portugalete (18841974), hasta que se llevó a cabo la demolición de estos últimos.
Mucha mejor suerte tuvo, y va a tener, el único superviviente del afán destructivo del urbanismo del siglo XX, el Mercado del Val, que suma ahora su tercera remodelación en sus 133 años de historia. La primera tuvo lugar al poco tiempo de su apertura en 1882 y supuso la retirada de la enorme cúpula central que presidía la edificación. «Era muy inestable y se decidió retirarla ante el temor de que se derrumbara, así que se modificó el mercado para dejarlo con su aspecto actual», explica el arquitecto José María Llanos antes de incidir en que la actual remodelación «respetará al máximo la estructura original y la cubierta» con los elementos del siglo XIX que se salvaron de la segunda reforma llevaba a cabo, ya en la época de Tomás Rodríguez Bolaños, en 1982.
Los tenderos del Val vivieron entonces su primer éxodo a las cercanas dependencias del patio San Benito, hoy reconvertido en oficinas municipales. De aquella reforma son algunos elementos como el murete de ladrillo que oculta las columnas de los laterales del actual mercado.
«La idea es respetar al máximo el edificio original, aunque dejándolo completamente limpio y diáfano, conservando su estructura metálica, pero eliminando añadidos como los muros de ladrillos para sustituirlos por cristaleras que permitan apreciar por primera vez los capiteles de las columnas de los arcos tanto desde la calle como desde el interior», resume el propio José María Llanos.
La tercera remodelación del histórico mercado, que ocupa una manzana entera entre las calles Val, Francisco Zarandona, San Benito y Sandoval, comenzó en diciembre y supuso, un año antes, el traslado de sus 28 industriales al actual puesto provisional de la plaza de Poniente.
El proyecto inicial contemplaba la construcción de un aparcamiento para clientes, si bien se descartó después y se centró en la remodelación de este espacio decimonónico que ganará un sótano de 1.181 metros cuadrados destinado a un supermercado de la cadena Dia y una entreplanta abierta de 343 para un restaurante, además de mantener el núcleo central en la planta tradicional destinada a albergar 48 puestos de venta al detalle veinte más que en la actualidad en 2.019 metros.
Gastronomía o tradición
De forma que el futuro mercado, cuya remodelación debería estar lista a mediados de noviembre para dar paso a la instalación de los puestos y a su apertura antes de la campaña navideña, ampliará la oferta anterior cn la presumible incorporación de nuevos negocios destinados a convertirlo en un espacio gastronómico y de venta tradicional similar a modelos como el del Mercado de San Miguel de la capital madrileña.
Esa, al menos, era la idea del Ayuntamiento, aunque los actuales industriales del Val optan más bien por ampliar la oferta del mercado, sí, pero de la venta al detalle con más puestos como pollerías ahora solo hay una, floristerías... Una consultara externa, Conocimiento y Estrategia M2M, será la encargada de definir tanto la distribución de los distintos puestos como su oferta comercial o los horarios de apertura.
La consultora local trabaja ya en este sentido después de formalizar su contratación el Consistorio el pasado 21 de abril con unos honorarios que alcanzan los 20.570 euros. Su cometido formal pasa por ofrecer un servicio de asistencia técnica para definir la oferta comercial del Val.
El futuro Mercado del Val acogerá bajo sus históricas vigas del siglo XIXel último grito en tecnología de cara a «garantizar al máximo su eficiencia energética». Para ello contará con un sistema de climatización infomatizado que controlará, incluso, «la apertura automática de las ventanas superiores para enfriar el edificio cuando detecte a través de sensores exteriores e interiores una variación de la temperatura suficiente en el exterior normalmente en verano y por las noches», explica el arquitecto José María Llanos. Su compañero en la dirección de obra, Juan Carlos Urdiain, añade que el edificio contará también con un sistema geotérmico a través del cual el agua que utilice el sistema de climatización realizará un circuito cerrado hasta una profundidad de 130 metros, en la que «se enfriará o calentará por encima o por debajo de la temperatura ambiente». Eso además de contar con cristaleras exteriores eficientes que reflejan el calor. Todo ello forma parte del proyecto europeo CommONEnergy, que aporta 306.740 euros a la eficiencia energética del mercado.
De vuelta a los trabajos de remodelación en sí del mercado que está ejecutando la constructora Sacyr, y que cuentan con un presupuesto global de 10.394.164 euros, estos se centran ahora en asegurar la estructura y fijar la base de los cimientos una vez excavado el enorme boquete de más de dos mil metros cuadrados. «Una vez concluida esta primera fase a lo largo de este mes, empezaremos con los forjados y con trabajos más vistosos para ir habilitando el sótano sobre losa de cimentación a 4,9 metros de profundidad, la planta en superficie y la entreplanta, además del revestimiento exterior de cristal», anticipa el arquitecto Juan Carlos Urdiain.
En cuanto a la estructura metálica original de columnas y vigas del siglo XIX, los arquitectos han detectado que esta sufre «daños relativos a la corrosión y algunos perforaciones» que están siendo analizadas y que se repararán para «garantizar su conservación integral y de futuro».
El futuro mercado mantendrá sus cuatro accesos actuales, pero tanto los muretes de ladrillo exteriores como las antiguas láminas metálicas que cubrían sus arcos pasarán a la historia. En su lugar se instalarán enormes cristaleras eficientes que reflejan la energía solar, pero que «serán transparentes para permitir ver el interior desde fuera y viceversa», añade el también director de la obra, José María Llanos del despacho Llanos-Urdiain Arquitectos.
Las obras, en cualquier caso, avanzan «en plazo en eso inciden sus responsables» una vez superado cualquier posible contratiempo arqueológico, así que el remozado Mercado del Val debería abrir sus puertas antes de la campaña navideña. «Si no se tuerce nada estaría listo a finales de noviembre o principios de diciembre», reitera la concejala de Cultura, Mercedes Cantalapiedra.
El actual contenedor provisional instalado ahora en los jardines de la plaza de Poniente se desmontará entonces y será reutilizado para su uso como dotación municipal en un enclave que aún está por determinar.
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