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El catedrático Fernando Manero.
«A Valladolid le falta una identidad clara en su proyección exterior»

«A Valladolid le falta una identidad clara en su proyección exterior»

Fernando Manero, Catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Valladolid

PPLL

Sábado, 31 de enero 2015, 10:54

Burgalés de nacimiento, Fernando Manero es, sin embargo, una de las personalidades intelectuales más destacadas de Valladolid. Catedrático de Geografía Humana, miembro del grupo Citerior de Ordenación del Territorio, y persona muy activa en la vida social vallisoletana, Manero cree que la ciudad cuenta con fortalezas no suficientemente rentabilizadas todavía, como la capacidad formativa que brinda la Universidad. Por contra, está convencido de que a Valladolid «le falta una identidad clara en su proyección exterior» y considera necesario un nuevo modo de relación de las autoridades municipales con la ciudadanía.

Cuando Manero analiza el modo como la ciudad ha evolucionado en las últimas décadas no encuentra un panorama en blanco y negro, sino con gamas de grises. En el lado positivo, por ejemplo, resalta el impulso que se dio al comienzo de la democracia, y que prosiguió después en las primeras legislaturas del PP, a un ideal de ciudad integrada e integradora. Y también valora como un avance la mejora y recuperación del centro como escaparate y salón de estar de Valladolid, propiciada por el actual equipo. En el otro plato de la balanza aparecen el incremento de las desigualdades que se ha producido durante los últimos años, y la equivocada apuesta por una ciudad difusa, que tenía su máxima expresión en las áreas homogéneas, y que suponía duplicar el suelo edificable de Valladolid «sin demanda que lo justificase».

«La ciudad difusa es un modelo ineficaz y costoso, que tenía poco que ver con las necesidades reales, y que ha sido cuestionado por los tribunales», explica Manero. El catedrático apuesta, en cambio, por reforzar la ciudad compacta, ese otro modelo de crecimiento urbano que destina más energías a la cura de las heridas interiores, mediante la rehabilitación, que a la creación de nuevos entornos residenciales. «Valladolid debe recuperar sus equilibrios internos. Se han dado pasos positivos con las áreas de rehabilitación urbanas, que yo celebro. Pero hay que recuperar la idea de la ciudad para todos, la ciudad integrada».

Una ciudad para todos y que respete sus barrios. Manero, que aplaude la política de embellecimiento del centro de la ciudad impulsada por la actual corporación, lamenta, sin embargo, que en las últimas legislaturas se hayan descuidado los barrios. «El centro de Valladolid ahora es atractivo y ha subsanado buena parte de sus problemas. Hoy ya no tendrían sentido las quejas de Fernando Chueca, por ejemplo. El problema es que en los últimos años se ha acentuado el contraste con los barrios. Los servicios, las dotaciones y la calidad de las inversiones en la periferia se han resentido, y ha aumentado la desigualdad».

Por otra parte, problemas nuevos amenazan ahora al centro. El principal de ellos: el traslado de servicios públicos a la periferia. Una forma de actuar que los comerciantes han sido los primeros en denunciar, pero que también preocupa a este catedrático de la Universidad de Valladolid. «Los servicios de atención al ciudadano deben mantenerse fieles a su ubicación central, porque eso da vida a la ciudad. Su traslado genera vacíos, barbechos urbanos. Y dado que no existe un plan de sustitución de espacios, quedan abandonados por mucho tiempo».

Por otra parte, en la mayor parte de las ocasiones los traslados se justifican por necesidades de espacio que no siempre son tales. «La aplicación de las nuevas tecnologías a los servicios implica que no hacen falta grandes edificios para ser eficientes».

Uno de los principales handicap que Fernando Manero detecta en Valladolid es su insuficiente proyección exterior. Aunque admite que se han producido notables avances en los últimos años, los considera todavía insuficientes. «Esta es una ciudad infra conocida e infravalorada tanto por sus ciudadanos como por la gente de fuera. No tiene la relevancia que debería». Seguramente hay más de una causa que explica esta dificultad, pero al menos una está clara: «Lo que a Valladolid le falta es una identidad clara en su proyección exterior. La marca de Valladolid está todavía por definir. La ciudad tiene muchas marcas pero ninguna con capacidad para galvanizar una identidad». A diferencia de lo que ha ocurrido, por ejemplo, en Burgos, que ha encontrado en el Museo de la Evolución Humana y Atapuerca una seña de identidad. O en Zamora, que ha hecho lo propio con sus templos románicos. «Valladolid ha sido tradicionalmente una ciudad de tránsito hacia el norte, si bien en las últimas décadas se ha acreditado como enclave turístico. Su despegue ha estado asociado en parte a la figura de Miguel Delibes, que ha contribuido decisivamente a la proyección de Valladolid. Ahora se trata es de fortalecer esa imagen, no sólo con proyectos particulares, sino con una visión general, de conjunto».

Fernando Manero, que es un firme defensor del municipalismo, cree que es posible aprender de la experiencia de otras localidades europeas similares en tamaño y estructura a Valladolid. Por ello aboga por vincularse con una red europea como Urbact, dedicada a la cooperación en el desarrollo urbano, que está auspiciada por la Unión Europea, y a la que no pertenece por ahora ninguna capital de Castilla y León. «El intercambio de experiencias siempre es positivo. Es más práctico que los hermanamientos en la mayoría de las ocasiones».

¿Y qué es posible aprender de la experiencia europea? «Mucho. Europa brinda lecciones magníficas, sobre todo en el segmento de las ciudades medias», asegura este catedrático de Geografía. De Bolonia, por ejemplo, es posible inspirarse para «la mejor integración del tejido cultural en la vida de la ciudad y el apoyo al comercio». De Toulouse, en cambio, puede aprovecharse «su gestión positiva de la periferia y la cooperación con los municipios del entorno». Máxime cuando el proyecto de Comunidad Urbana de Valladolid (CUVA) «es muy poco operativo; esperemos que la Ley de Ordenación del Territorio pueda clarificar esta situación».

El otro gran reto es el soterramiento. En realidad es la última gran cicatriz urbana que impide terminar de coser la ciudad. Pero Manero no ignora que este proyecto, digan lo que digan las autoridades, «está en peligro». Y es que el modelo con el que se pretendía financiar (el rendimiento inmobiliario de los terrenos liberados por el hundimiento de las vías y el traslado de la estación) «ha sido puesto en cuestión por la crisis». «Ahora estamos pendientes de conocer una valoración actualizada del precio de mercado de las 70 hectáreas que pueden obtenerse. Pero todo apunta a que su valor ha caído sensiblemente con respecto a la previsión inicial». Por ello, está convencido de que cualquier posibilidad de sacar adelante el soterramiento pasa por «una profunda revisión del proyecto» y por la corresponsabilidad del gobierno regional y el Ayuntamiento de la capital. «Esta es una actuación fundamental que actualmente está sumida en la incertidumbre y que requiere una clarificación por parte de la administración local», asegura Fernando Manero.

Eso sí, hasta entonces habría que mejorar la conexión entre los dos lados de la vía con actuaciones que ya no admiten demora.

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