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Vidal Arranz
Jueves, 29 de enero 2015, 21:17
La mayoría de los problemas que padecen los varones divorciados están estrechamente ligados a la pérdida de la custodia de los hijos en favor de sus ex parejas. Esto supone que la vivienda, habitualmente el principal, y a veces único, patrimonio económico de la familia, queda para la madre y los niños y que no puede venderse. Por no hablar de la obligación de entregar unas cantidades mensuales para cuidado y alimentos que la ex pareja recibe y gestiona.
Si su situación económica les permite afrontar los pagos acordados, pocos son los padres que se complican la vida litigando con sus ex parejas por estos temas. La mayoría ceden y concentran sus energías en negociar un buen régimen de visitas.
Pero algunos varones que comparten los discursos igualitarios respecto del cuidado de los hijos y del hogar ni entienden ni aceptan que los tribunales les nieguen sistemáticamente el cuidado de sus hijos y que, en la práctica, se resistan a la custodia compartida entre los dos padres. En otros casos, al afecto se suma la necesidad, porque cuando los recursos son limitados, atender a los hijos es más llevadero desde una custodia compartida que desde un régimen de medidas. Por ambos motivos, la custodia compartida es vista como una solución por todas las asociaciones que defienden los derechos de los padres separados y divorciados. Pero ¿qué supone?
La custodia compartida implica que los hijos quedan al cuidado, por igual, de ambos padres, que deben repartirse las cargas y atenciones. Hay dos opciones posibles para llevarlo a efecto. Una, poco frecuente, es que la casa familiar se quede para los hijos y que sean los padres los que se vayan alternando en ella conforme a los periodos pactados. Pero la modalidad más frecuente, y sencilla, es que el domicilio familiar se venda y que los hijos roten de la casa del padre a la de la madre.
Adolfo Arranz, de SOS PAPA Valladolid es uno de los afortunados que disfrutan de esta modalidad de custodia tras varios años de desencuentros con su ex pareja. Hoy vive en una vivienda a poca distancia de la casa de la madre, lo que facilita el traslado de los niños. Los dos miembros de la pareja acordaron, además, que la rotación fuera cada dos días. De este modo los perjuicios para los hijos son menores y su vida escolar y personal se ve menos alterada. Pero el caso de Arranz sigue siendo una excepción.
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