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Víctor Vela
Miércoles, 31 de diciembre 2014, 14:08
René González descuelga el móvil en su habitación de aislamiento del hospital Río Hortega (planta cuatro, nivel cero) y, desde el otro lado de la línea, escucha la voz cariñosa de José Luis Garayoa, su compañero de misiones en Sierra Leona: «¡Serás burro y bobo!». Se lo dice con la confianza que dan tantos meses juntos luchando contra la pobreza y el ébola en África y ahora, ya en España, haciendo frente a un falso aviso de la enfermedad por culpa de unas décimas de fiebre.
La de Garayoa fue una de las muchas llamadas de felicitación que recibió ayer René (tuvo incluso que apagar el móvil para que le dejaran descansar un poco), después de que a las 12:58 se hicieran públicos los resultados de sus análisis. El Instituto Carlos III, en Majadahonda, confirmaba los buenos presagios ya apuntados por los médicos el día anterior. No es ébola. Las primeras pruebas han dado negativo. El protocolo dice que hay que hacer un segundo análisis 72 horas después de que se registraran los primeros síntomas. En el caso del misionero vallisoletano, eso ocurrió el domingo sobre las 9:00 horas, así que será hoy mismo cuando se efectúen los análisis. Los resultados, con toda probabilidad, se darán a conocer esta misma tarde. Si el segundo test da de nuevo negativo y todo parece indicar que así será, René será descartado oficialmente como posible caso de ébola y podrá abandonar el aislamiento, siempre y cuando los médicos del Río Hortega no aconsejen que pase unas horas más en observación... y coincidiría con Nochevieja. Las uvas en el hospital.
Descartado el ébola, quedan por saber las razones por las que tuvo fiebre (37,7 grados) el domingo por la mañana. René llegó a pensar que podría ser malaria, así que junto a un paracetamol se tomó una pastilla contra esta enfermedad. En apenas una hora las décimas habían desaparecido. Los médicos de Valladolid también le han sometido estos días a las pruebas de la malaria y los resultados han sido asimismo negativos. ¿Lo más probable? «Cogí frío», lo ha dicho René en más de una ocasión y ayer volvió a insistir en esta idea ante sus seres queridos. El sábado por la tarde salió a ayudar a su padre con el ganado vacuno en Olmedo. «Y seguro que me pilló con las defensas bajas». Esa, dice, fue la causa por la que ha tenido fiebre.
«Y te pasa por burro», le insistió su compadre Garayoa por teléfono. Los dos llegaron a España desde Sierra Leona el 11 de diciembre y juntos pasaron unos días de cuarentena en Madrid, en Paseo de la Habana, en unas dependencias de los agustinos recoletos. Desde entonces, han estado sometidos a un estrecho seguimiento por parte de las autoridades sanitarias, que en todo momento han sido informadas de sus síntomas, en un protocolo obligatorio para todos los misioneros o cooperantes que han trabajado en África, en países afectados por el ébola, y han vuelto a casa por Navidad. Cinco días después sin fiebre, sin vómitos, sin náuseas, sin ningún tipo de indicadores de enfermedad recibieron la autorización para viajar a sus hogares. Garayoa fue a Pamplona. González recaló en Olmedo, con su familia.
Durante estos días, desde el 16 de diciembre, René extremó las precauciones. Apenas salió de casa. Casi no paseó por el pueblo. Pero el sábado por la tarde, visto que se encontraba bien (y que ya habían pasado 18 de los 21 días de aviso ante los síntomas) decidió ayudar a su padre. «Manda narices. Yo aquí en casa jugando a las cartas con los cuñados y tú en el campo con las vacas», le recriminó su amigo en tono de broma. «Me pasa por ayudar. Lo que siento es haber metido a mis padres en este lío», insistió René, en una idea que no ha dejado de repetir estos días, estas jornadas hospitalarias que ha afrontado con serenidad y tranquilidad.
Era una posibilidad que les plantearon desde el Colegio de San Agustín. Al saber que René González y su compañero de misiones, José Luis Garayoa, regresaban a España en diciembre, desde la comunidad de los agustinos recoletos se les planteó la posibilidad de que realizaran el saque de honor en alguno de los encuentros que jugaría el Real Valladolid durante esta época navideña._E_incluso se habló de que fuera en el partido del 21 de diciembre (el
7-0 del Pucela contra el filial del Barcelona). La precaución que el religioso ha demostrado durante toda su estancia en Valladolid le llevó a rechazar esta opción. «Seguramente no habría habido ningún tipo de problema._Pero dijimos que no. Las autoridades sanitarias nos habían recomendado tranquilidad, el menor contacto posible con terceras personas... Está claro que hicimos bien. ¿Te imaginas la incertidumbre que se podría haber despertado si acudimos a un estadio lleno de gente y luego surge esta duda del ébola?», se preguntaba ayer Garayoa. Las noticias del negativo se esparcieron con rapidez por las calles de Olmedo, donde vive la familia González. La alcaldesa en funciones, Miriam Martín, dijo recibir la noticia «con alegría» porque en el pueblo ya estaban «tranquilos».
Porque desde el primer momento tuvo muy claro que no era ébola. «Conocemos los síntomas. Lo hemos visto a diario en Sierra Leona». El último día que el misionero vallisoletano de los agustinos recoletos estuvo cerca del ébola fue el 6 de diciembre, mientras trabajaba en una aldea. «No somos profesionales de la salud, así que lo normal es que no entremos en contacto directo con los enfermos. Pero cuando llegas a uno de estos sitios, es habitual que los niños se te acerquen corriendo, en grupo, y te abracen, te quieran dar un beso. Y no sabes si algún chico de esos que quiere tu cariño tiene el ébola». Porque René, aunque afortunadamente ha conseguido esquivar en primera persona la enfermedad (los resultados de ayer lo atestiguan), se la ha encontrado de frente en numerosas ocasiones.
Ocurrió, por ejemplo, a mediados de noviembre, cuando estaba a puntito de regresar a España, casi con las maletas hechas. René había comenzado el día con un tremendo alegrón porque la cosecha de arroz en la que trabajaba con varias familias de Sierra Leona iba viento en popa. Pero la jornada se torció por culpa del ébola. En las casas que había justo frente a su misión habían diagnosticado la enfermedad a once personas. Ellos sí que habían dado positivo. «Gracias a que el ministro de Asuntos Exteriores era de la aldea, enviaron ambulancias para recoger a otras 30 personas sospechosas de padecer el virus». Los controles y la atención médica allí en África no tienen nada que ver con lo que ocurre aquí en España. Da muestra el protocolo desplegado en el posible caso de René. El consejero de Sanidad destacó la buena respuesta de un equipo comandado por los doctores Pablo Bachiller y Sonia Tamames.
Sin fiebre
Fuentes sanitarias explicaron ayer a media mañana que el paciente permanecerá ingresado en la unidad especialmente habilitada del Río Hortega (hospital de referencia en Castilla y León) hasta la confirmación de su negativo y su alta. También sus padres continúan en vigilancia, en cuarentena, a la espera de los resultados definitivos. Ellas fueron las únicas personas que estuvieron en contacto con el misionero desde el domingo por la mañana y que, por lo tanto, tuvieron «relación directa y cercana con el paciente mientras tuvo la sintomatología que activó los protocolos de aislamiento». El religioso, de 40 años, se mostró especialmente preocupado por el «lío» en el que dice haber metido a sus padres. «Me tocó sufrir un oco en Sierra Leona y otro poco aquí. Pero todo está saliendo bien», dijo ayer, desde su habitación del hospital.
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