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ALFREDO J. GÓMEZ
Miércoles, 11 de enero 2012, 01:29
La capacidad que tiene el cine para emocionar y mostrar los sentimientos más escondidos, la solidaridad entre quien observa y es observado, el juego de espejos en que se convierte la vida y el derecho inquebrantable a la intimidad fueron algunos de los argumentos utilizados por Tomás Domingo Moratalla en la primera conferencia del ciclo de cine y filosofía con los derechos humanos como trasfondo. El conferenciante relacionó su exposición con la película 'La vida de los otros' que previamente se había proyectado en el salón de actos del Museo Patio Herreriano.
«Quizá sea la utopía de la modernidad, pero es necesario asumir los riesgos que hagan falta por defender los derechos humanos, algo que quizás en forma de provocación algunos pensadores y filósofos insisten en que no sirven para nada», manifestó Tomás Domingo.
Tras ver la película 'La vida de los otros' de Florian Henckel-Donnersmarck habló de la vida «como una narración», donde a través del paso de tiempo se va sucediendo una tras otra una serie de emociones que cada uno siente dependiendo de sus experiencias. «El cine, como la vida, es una propuesta narrativa que con el paso del tiempo nos va abriendo la mente y vamos mostrando mayor capacidad para sentir».
Para el conferenciante, lo más importante de la película y de la actitud de la gente «es el cambio que se produce en las personas al entrar en contacto con el arte. El arte tiene la capacidad de transformar a las personas y sus ideas, de emocionar y vincular sentimientos».
Tomás Domingo también manifestó el derecho de los ciudadanos a «indignarse» ante situaciones injustas y a rebelarse contra el totalitarismo, como también muestra 'La vida de los otros'. «El totalitarismo acaba con la pluralidad, los seres humanos se convierten en superfluos, por eso es gratificante el intercambio de agradecimientos, la solidaridad entre la gente».
Entre el público asistente, Jorge Praga, colaborador de El Norte de Castilla y próximo conferenciante de estas jornadas, aseguró que la película «refleja nítidamente una situación de un pasado reciente». Fernando Longás pensaba que «muestra bien lo que es un régimen totalitarista». Lourdes Otero mostraba confianza «porque en el peor de los infiernos, siempre queda la esperanza».
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