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J. OLANO
Lunes, 12 de diciembre 2011, 02:08
Buena parte de la culpa hay que atribuírsela a la fiesta de la trilla, que se celebra a principios de agosto en una chopera a orillas del río Valdavia en Castrillo de Villavega. Y es que en esa jornada, que es un homenaje a las labores del campo, el sol suele ser de justicia. Los elevados chopos empezaron a ser un problema porque en agosto ya se quedaban sin hojas y no daban la sombra anhelada para pasar el día en esa chopera en la que tras la fiesta se celebra una comida multitudinaria.
Fue tras la fiesta de 2010 cuando los integrantes de la Asociación Cultural La Trilla decidieron adoptar una solución. Sin grandes dudas, pensaron en talar los chopos para dejarlos a una altura de cinco metros y convertirlos en 'chopas', de forma que los árboles se abrieran y ramificaran y pudieran proyectar sombras. Antaño, la madera de los chopos tenía una buena salida para el sector del papel, pero ahora el valor ha bajado tanto que la asociación no se planteó su venta. Así surgió la idea de cultivar setas sobre troncos de madera de chopo, un experimento en el que se pusieron manos a la obra con una enorme ilusión a pesar de que se presentaban muchas horas de trabajo por delante.
Primero, encargaron la tala de los chopos y del trabajo resultaron 1.400 troncos de una altura cercana al metro y medio, que fueron llevados a una era de Castrillo de Villavega. Aunque posteriormente se demostró que debían haberlos colocado de pie, inicialmente y dado que el proyecto era una simple experiencia, los pusieron tumbados. A punto de terminar 2010, se les inocularon cinco tipos de micelio (la masa que constituye el cuerpo vegetativo de un hongo). Para ello, tuvieron que taladrar los troncos e introducir las esporas (compradas a una empresa de La Rioja) en los agujeros, tapándolos posteriormente y cubriéndolos con plástico negro, de forma que se procurara a la madera un efecto invernadero cortando la luz del sol.
Bajo el manto de plástico estuvieron los troncos hasta abril de este año, cuando los voluntarios de la Asociación Cultural La Trilla comprobaron el micelio había colonizado todos los troncos de chopo. Y ya a finales de mayo, pudieron degustar las primeras setas, comprobando que la variedad de pleurotus o seta de hongo había sido la más fructífera.
Pero al observar el resultado de su trabajo vieron también que debían haber colocado los troncos de pie, porque las setas habían nacido incluso debajo de la madera. Pero los troncos eran demasiado altos para que se sostuvieran en vertical, por lo que tuvieron que volver a cortarlos en dos o tres piezas, de forma de que los 1.400 pasaron a contar con 3.000 de 70 centímetros aproximadamente. Después, para asegurarse la segunda producción, la del otoño, los miembros de La Trilla colocaron un sistema de riego por goteo para que el suelo mantuviera la humedad.
Así llegó la segunda cosecha, la que acaba de terminar, que se ha cerrado con una producción de 5.000 kilos de setas, y de un sabor y textura sorprendente. La experiencia, incluso para los novatos, ha resultado exitosa, pero con el simple objetivo de que los socios de La Trilla degusten las setas y celebren reuniones gastronómicas. El micelio ha colonizado Castrillo de Villavega y los integrantes de esta asociación han evidenciado su enorme entusiasmo por promover y desarrollar iniciativas.
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