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FERNANDO CABALLERO
Miércoles, 7 de diciembre 2011, 01:58
Aunque aún no están reconocidas sus virtudes heróicas, lo que permitiría venerarle, los religiosos dominicos del convento de San Pablo trasladaron ayer los restos mortales del padre José Merino Andrés desde el cementerio de Nuestra Señora de los Ángeles -de donde fueron exhumados el sábado- hasta la capilla del Santo Domingo de la iglesia conventual. La Congregación para las Causas de los Santos de Roma analiza ya el proceso diocesano que se cerró en Palencia hace unos años, y en la actualidad se encuentra pendiente del reconocimiento de las virtudes heróicas, lo que le daría la condición de venerable.
Mientras este momento llega, los dominicos han trasladado los restos a la capilla de Santo Domingo, el lugar en el que él rezaba y preparaba las clases arrodillado, frente a la Virgen de Fátima, por la que sintió una gran devoción.
El depósito de los restos en la capilla se desarrolló al término de una misa de acción de gracias que se celebró por su vida, que fue presidida por el provincial de la Provincia de España de los dominicos, Javier Carballo Fernández.
Misiones populares
José Merino Andrés nació en Madrid el 23 de abril de 1905. Después de terminar los estudios de Teología y ordenarse sacerdote, fue destinado a La Felguera (Asturias), convento en el que llegó a ser superior. Volvió a Madrid, aunque luego fue destinado a México para predicar, una de las principales señas de identidad de la orden de los dominicos. Precisamente, el religioso destacó por su activa participación en las Misiones Populares, un movimiento de predicación global que movilizaba a las ciudades en torno a las parroquias y centros misionales, como es San Pablo en Palencia.
José Merino Andrés llegó a Palencia en 1951 y desempeñó durante 16 años el cargo de maestro de novicios. Por el noviciado de San Pablo pasaron en esos años casi mil jóvenes. Después de dejar el cargo, enfermó, y tras dos años «muy duros» -según el sacerdote dominico José Luis Gago-, falleció el 6 de diciembre de 1968. Precisamente, la orden ha querido que el acto de traslado de su cuerpo coincidiera con el de la fecha de su fallecimiento.
José Luis Gago es palentino, aunque ahora está destinado en Valladolid. Él fue pedagogo del noviciado en los que años en que Merino Andrés era el maestro de novicios. Por eso le conoce bien, y destaca de él una «espiritualidad muy intensa». «De joven, durante la Guerra Civil, presenció el incendio de un colegio de jesuitas en Madrid, lo que le marcó mucho. Él ya pertenecía a Acción Católica, y su fe no hacía más que crecer», aseguró ayer Gago en la sacristía de San Pablo momentos antes de iniciarse la eucaristía. «Esas experiencias que tuvo de joven y su profunda fe le condujeron a una vida de mayor consagración a Dios y a los hombres», añadió el religioso dominico. Asimismo, Gago resalta del padre José Merino su «amor a la Virgen, que proyectaba en una pequeña imagen de la Virgen de Fátima, frente a la que tanto rezó».
Hombre de oración
El que fuera pedagogo en el noviciado dominico define a José Merino como «un hombre de oración, contemplativo, y también de acción, que personificaba el carisma dominico, que se resume en tres palabras: estudio, meditación y predicación».
Los trece religiosos que viven en la actualidad en San Pablo estuvieron arropados ayer por numerosos frailes de otros conventos. Asimismo, participaron en la misa Mateo Aparicio, como delegado del obispo, Esteban Escudero; el promotor de Justicia de la Diócesis, Eduardo Nieto Varas, y el vicepostulador de la causa, Pedro Fernández. También estaba presente el sacerdote Juan María López, sobrino de José Merino.
La caja con los restos mortales del dominico fueron depositados en la capilla después de la misa, pero primero presidieron el acto litúrgico con la virgen de Fátima a su derecha y la imagen de Santo Domingo de Guzmán a la izquierda. Al altar llegaron de manos del notario actuario, Luis Miguel García, y del médico forense Juan José Díaz Franco, que supervisó el estado de los restos en la exhumación.
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