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VIRGINIA T. FERNÁNDEZ
Viernes, 2 de diciembre 2011, 01:11
Las grandes librerías de Valladolid están decididas a abrirse a la ciudad acercando los libros al público de la mano de sus autores. Ayer lo hizo la Librería Margen, que acogió la presentación de la última publicación de Joaquín Esteban Ortega, vicerrector de Alumnos y Extensión Universitaria de la Universidad Europea Miguel de Cervantes (UEMC). 'La condena hermenéutica. Ensayo sobre filosofía de la ambivalencia educativa', reza el título y subtítulo de este libro que engrosa una larga lista de publicaciones en torno a la experiencia educativa y los retos que le plantea la sociedad contemporánea.
Doctor en Filosofía por la Universidad de Salamanca y en Teoría e Historia de la Educación por la de Valladolid, Esteban Ortega contó para la presentación con profesores que representan tres áreas diferentes de investigación para ilustrar el carácter transversal de su libro. Le acompañaron Sixto J. Castro, profesor de Filosofía; Agustín Escolano Benito, Catedrático de Historia de la Educación (ambos docentes de la UVA); y Luís Díaz Viana, investigador de Antropología del CSIC.
Los tres coincidieron en la excelencia del trabajo de Esteban y plantearon «sus coincidencias y discordancias», en palabras de Días Viana, quien le definió como «escéptico apasionado» al respecto del papel que la educación debe desempeñar en el mundo globalizado.
El punto de partida del libro es la hermenéutica del filósofo alemán Gadamer -explica Esteban-, que analiza el problema de la interpretación en la «sociedad líquida», tal y como definió el pensador polaco Bauman a la sociedad postmoderna.
Esteban transita entre el arte de enseñar a interpretar textos como estrategia metodológica y el inevitable paso a dar más allá del estricto sector educativo: la vital necesidad de comprensión del mundo que rodea al hombre. La clave de la ambivalencia a que se ve sometido el ser humano en la actualidad reside en su 'condena' a tener que entender y a interactuar continuamente en un entorno saturado de información, sin ser plenamente consciente de ello, explica Esteban.
En línea con esta argumentación el autor analiza en el libro la importancia que ha cobrado la labor formativa de otras instituciones en la sociedad como complemento a la educación formal desde la escuela y la universidad: «Se sigue viviendo la formalización curricular pero hay educación no formal por todos los sitios. La escuela sigue siendo una institución sólida frente a la desformalización de la educación, pero ya no es el único referente educativo», reflexiona Ortega. No faltaron en el coloquio las preguntas a este respecto: «¿Para qué mundo se está educando? ¿Qué papel deben adoptar los educadores, adaptarse o emplear la educación como arma para transformar el mundo?», lanzaba Díaz Viana.
Una de las cuestiones más personales aportadas por Esteban en su ensayo es el cuestionamiento de los valores tradicionales trasmitidos por las instituciones educativas formales, instaladas en «una ilusión voluntarista de evitar la finitud, la caducidad». En tiempo de la espectacularización mediática que da prioridad a la imagen de seguridad y coherencia, el doctor en Filosofía rescata la necesidad de la tragedia, no desde el patetismo, pero sí como reivindicación de la vida.
El profesor Agustín Escolano destacaba igualmente la conveniencia de convivir con lo trágico: «¿Amortiguamos la tragedia con retóricas, 'pastillas' y pasatiempos o la asumimos para enfrentarnos a ella?», planteaba. Esteban Ortega se posiciona: inculcar una visión anclada en las certezas «es no vivir la vida, que también incluye la contingencia y la muerte. No se debe buscar la resolución de contradicciones -apunta-, sino aprender a vivir con ellas porque forman parte de la esencia del ser humano».
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