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ANGÉLICA TANARRO
Jueves, 17 de noviembre 2011, 01:32
Luis Marigómez (Nava de la Asunción, Segovia, 1957) no es de esos escritores complacientes con el lector. Su afán por depurar lo que escribe es rastreable en sus novelas, en sus relatos e incluso en los artículos que escribe para 'La sombra del ciprés', del que es colaborador habitual. 'Trizas' hace el número seis de sus libros y es un conjunto de relatos, relacionados entre sí, que acaba de publicar en Huerga&Fierro y que mañana pondrán de largo en la Fundación Santiago Montes su autor; su editor, Antonio Huerga, y el también escritor Ramón Mayrata.
-¿Cuál es el hilo conductor de los relatos de 'Trizas'?
-Es un libro sobre el paso del tiempo, algo que ya estaba en 'A través' (su última novela) pero de otra forma. Aquí aparecen niños y ancianos, cada uno se enfrenta a las circunstancias según su edad. Todas las historias están contadas en primera persona y algunas se relacionan entre sí. No son una colección de relatos inconexos. Quería que la suma total fuera superior a la mera adición de cada una de las partes.
-Es la primera vez que escribe desde la mirada de un niño. ¿Le ha resultado difícil?
-Sí, han sido los personajes más difíciles. Me costó trabajo meterme en su piel en su forma de mirarlo todo con asombro. Pero al mismo tiempo me apetecía hacerlo y también me daba miedo caer en el ternurismo fácil. Es un asunto difícil desde el punto de vista ético y estético.
-Su estilo sigue siendo perfectamente identificable. ¿Se lo propone con cada nuevo libro?
-Pensaba que quizá me había reblandecido un poco con los años. El otro día me preguntaban si este libro es tan depurado como los anteriores y si es así no tiene más secreto que es mi manera de escribir. Pero creo que es menos áspero que los otros. El humor es menos negro, sigue siendo ácido, porque sin acidez creo que no hay humor, pero como ya ocurría en 'A través' los personajes son más normales, no son tan límite como eran en 'Rosa'.
-Otra constante en su literatura es su capacidad de analizar y la ausencia de sentimentalidad en el desarrollo de las historias. Hay un férreo control en este sentido.
-Probablemente sea porque no quiero que haya complacencia. No escribo para complacer sino para molestar. Las emociones están ahí pero sin exponerlas demasiado y los personajes son reconocibles porque al fin y al cabo somos nosotros mismos. Por ejemplo, cuando hablo de los adolescentes que empiezan a sufrir el amor como un sarampión inevitable y al mismo tiempo empiezan a descreer. Ya hay suficiente literatura de esa que cuenta 'qué bonito es el amor'. Como escritor mi deber es ir a la contra. Pero creo que la ausencia de sentimentalidad tiene que ver con el miedo a que se desdibujen los personajes.
-Sus cuentos no ofrecen conclusiones pero el que cierra el libro es una especie de recapitulación.
-Sí. Tiene que ver con 'Sofocón', el cuento que abría mi libro 'Ramo'. También estaba escrito como un monólogo interior, aunque aquí es más contenido. Es la voz de una anciana que se queja de que las cosas no pueden ser como a ella le gustaría que fueran y eso es en mayor o menor medida lo que todos sentimos de nuestras vidas.
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